Cultura

De gustibus non est disputandum ¿Spinetta vs Dylan?

Seres humanos como Luis Alberto Spinetta y Bob Dylan, sólo pasan una vez por este mundo. La influencia de ambos es incalculable, pero ¿es posible comparar a ambos artistas? ¿Implica un mayor crecimiento cultural, goce o refinamiento del gusto musical, preferir a uno sobre el otro? Demos una vuelta a su fanaticada.

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Por Gerónimo Stoll

Todo empezó cuando un amigo me dijo “Si te parece que Spinetta es más que Dylan, estas equivocado. Dylan es el Dios. Cualquier persona que niegue eso, aún no ha sido alcanzada por la verdad” así que me pregunté si era posible compararlos como artistas. La voz de Spinetta es casi imposible de igualar dentro de la misma impresión de emociones, dejaba el alma en todo lo que hacía; Dylan, genio, poeta, multifacético, queda en la monotonía para algunos, en cuanto al tema vocal. Ese fue mi primer argumento, mas la insistencia de escuchar y leer con detenimiento las composiciones del artista estadounidense, iniciaron en mí un proceso de exploración musical con una laboriosidad cuasi obrera.

Siempre me pregunté por qué toda su fanaticada se siente elevada a comparación del resto, mientras escuchan la ininteligible voz de un artista (cuya voz poética y lírica) puede plasmarse por escrito como para llevar nobeles a la casa todos los fines de semana. Es como ir a protestar en contra del McDonald’s, acompañado por ritmos de folk, country, rock, blues, gospel y mucho rock, and roll mientras se atiende la comida en el McDonald’s. Fusion Food en su máxima expresión desgastada por el alcohol, es lo que diría yo acerca de Robert Allen Zimmerman.

Bob Dylan.

Mientras que resulta casi blasfemo observar covers de spinetta, ya que malogran horrible la versión original con ese ánimo de beatitud por alcanzarlo, los covers que realiza Dylan de otros artistas son geniales, como “All Along The Watchtower” de Hendrix, del mismo modo, temas que luego han sido un cover exitoso como “Can’t help falling in love” (UB40 realiza el cover) resultan abrasadoramente emotivas y conmovedoras hasta el tuétano en la versión de Dylan. Por favor, no me traigas a los Guns and Roses con “Knockin on heaven´s doors” luego de escuchar al genio sui generis de la canción anglosajona, te los regalo.

Por otro lado, las composiciones y temas de Luis Alberto Spinetta dicen tanto, que superan la voluntad Nietzcheana y del estilo Schopenhauer, trasciende en todo sentido con una naturalidad que hasta el mismo Leibniz se preguntaría si todo pasa por algo, y en este caso ¿qué razón llevó a Latinoamérica a parir esta genialidad de ser? Temas como “Desatormentándonos” y el “Blues de Cris” deja todo en la cancha acerca de las raíces blueseras de las cual bebe este poeta que experimentó con el eclecticismo surreal. Dylan también, dice mucho, protesta siempre y su voz, merece ser cancelada, al poder no le gusta lo que dice.

Luis Alberto Spinetta.

Sin embargo, frente a todo se halla el corolario de los fans. Los fans de Dylan son arrogantes, al menos aquellos que me han rodeado socializando ¿Por qué? Hasta ahora me lo sigo preguntando y preguntando. Creo que es una pregunta sin responder. Es cierto, te sientes más elevado y emocionalmente sosegado al escuchar a este artista, pero ¿a tal punto de querer enarbolar una bandera de sofisticación impuesta en tu ser? Usas la bufanda, los lentes oscuros, las chompas de lana, la casaca morada, la actitud de fumador culto, de lector exhibicionista, músico sólo de ropa para afuera en la católica… No gracias, no voy con ello, me da ganas de vomitar.

Acerca de Luis Alberto Spinetta, no he observado dicha actitud en su fanaticada, mas bien, no tiene fanaticada, es alguien a quién uno llega sólo, Luis Alberto no te busca, tu llegas a él, mientras que Dylan te rodea como un imperativo KFC Starbucks, Chilli’s y otras fusiones extrañas pero deliciosas en cuanto a sabor, sin embargo, Dylan no te genera una indigestión, al igual que Spinetta, de modo que ambos nos transportarían a lo más alto de la gastronomía mundial, al igual que musical, bueno, realmente en el plano musical deja sorprendido encontrase con una comunidad que disfruta del sosiego y emociones desatadas que ambos transmiten y en ello, sus seguidores tienen un común denominador: el refinamiento del oído y el gusto aceptando al otro.

Esta fusión de análisis no tiene respuesta, realmente no la tiene. Musicalmente uno puede perderse, pero basta con ver al grueso de seguidores —así como fans— para ver la influencia del artista. No hablamos de los seguidores que enarbolan la pose de saber todo sobre el artista, sino de aquellos que viven en su interior el arte del mismo, aquellos que guardan un perfil bajo, aquellos que aceptan al otro, aquellos que te hablan más sobre sí mismos y lo que dejaron ambas estatuas de nuestra música, de la humanidad, de aquello que une a culturas tan disímiles como la anglosajona y latinoamericana, que viene a ser la música y la fiesta como protesta estética sujeta de goce cultural.

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