Opinión

De chanchas y chanchadas

Lee la columna de Edwin Cavello Limas

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Bruno Pacheco es el responsable principal de iniciar la gran crisis en el gobierno: a los mensajes que le escribía al Superintendente de la Sunat, se sumaron los 20 mil dólares que encontró la fiscalía anticorrupción en el baño de Palacio de Gobierno. Este vecino del Rímac y ex secretario palaciego, dijo que llevaba una vida modesta con sueldo de profesor, pero celebró la fiesta de su hija con un presupuesto de 100 mil soles en una lujosa casa de Cieneguilla. A este mismo hombre, el entorno de Pedro Castillo lo recuerda como un pintoresco personaje que apareció en campaña con un bastón y guantes negros, un falso dandy del magisterio que, desde el 2018, caminó a la diestra del hoy presidente de la República.

Luego vinieron las chanchas, las colectas, el buen corazón y la excusa absurda de intentar hacernos creer que Karelim López no era una lobista, sino una filántropa. Es decir, más bondadosa que el Papa. Así nació Santa Karelim, la de los milagrosos contratos en Petroperú, la del bendito Consorcio Puente Tarata, la inmaculada del pasaje Sarratea, la benefactora de una Teletón navideña que jamás se realizó.

Con las horas, las chanchas se van convirtiendo en chanchadas. En documentos falsos, en leguleyada de escritorio, en una historia sórdida entre gabinete y gabinete. Todos gritaron: ¡El sombrero tiene la culpa! Y el presidente se lo quitó. El sombrero quedó en el cajón, pero la culpa no la puede esconder, es como aquella sombra que jugaba detrás de la puerta de vidrio de Palacio. Siluetas que practicaban la sodomía en una Divina Comedia al estilo perucho.

En medio de las vergonzosas designaciones y de reuniones clandestinas en Breña, el fantasma de la vacancia presidencial ha regresado. Mucha gente que votó por Pedro Castillo, ahora lo insulta. Mucha gente que lo defendió, ahora lo ataca. El “pueblo” con el que Castillo se llena la boca, ahora lo cuestiona. Luego de traicionar a Perú Libre regresó para estrechar la mano de Vladimir Cerrón, y negoció ministerios con el portero más poderoso del Perú.

¿Qué pasó con el pobre e inocente profesor andino en estos seis meses? ¿Dónde quedaron sus promesas? ¿Dónde quedó su palabra? La esperanza se ha perdido, la paciencia se va acabando y la honestidad de este gobierno se encuentra percudida.

La realidad es que hoy nos enfrentamos a un gobierno sin brújula, a un presidente sin cuadros y a la grosera desvergüenza de un partido como Perú Libre que intenta arrojarnos al barranco. Solo ellos se creen su historia, solo ellos se sienten los elegidos.

Es urgente que alguien le haga entender al presidente Castillo que los chanchos no vuelan. Basta de chanchas y chanchadas.

(Columna publicada el viernes 11 de febrero en el diario La Razón)

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