Aprendí mucho de este país gracias al periodismo. No el de escritorio, sino el que consiste en ir al lugar de los hechos y observar y acercarse a la gente, sin juzgarlas y haciendo el esfuerzo por entender el contexto. De ese modo aprendí una amarga lección: vivimos en un país autodestructivo con un inmenso sector de pobladores que cree que se puede rivalizar con la muerte. En distintas regiones pude observar que cuando existe un riesgo y alguien pide prudencia se le suele responder: “De algo nos tenemos que morir”.
Es cierto, la única certeza del ser humano es que no lograremos evitar la muerte pero, por lo mismo, deseamos que el momento llegue lo más tarde posible. Sin embargo, millones de peruanos tienen la asombrosa costumbre de retar a la muerte. Suben a buses interprovinciales a sabiendas de que el chofer está borracho o, si es época de fiestas, invitándole un trago; en caminos peligrosos le piden velocidad al conductor; construyen sus moradas allí donde el río se desbordará; se envenenan con extrañas pócimas de curanderos o con el dióxido de cloro y, en tiempos de pandemia, se amontonan en discotecas como si estuviesen un verano en Agua Dulce. Son los peruanos que se echan un pulso con la muerte bajo la bandera que algún suicida pintó: “De algo nos tenemos que morir”.
Existe también la costumbre de normalizar la violencia cuyo efecto es acostumbrarse a la presencia de la muerte. Los doce años de terrorismo no sirvieron para tener lecciones aprendidas. En lugar de enseñarles a los hijos que la pobreza desesperada genera violencia se les inculcó la costumbre del celular de alta gama, las zapatillas de moda y el meneo oligofrénico.
Así hemos llegado a este país en el que pensar, reflexionar, entender es una práctica en desuso. No es casualidad que la frase más famosa de Ricardo Gareca provenga de un pedido desesperado del técnico: “Pensá”. Algo que se supone normal, en Perú hay que pedirlo.
No tenemos disposición para aprender y entender la atrocidad de la muerte. Tenemos la tendencia a acostumbrarnos a ella, a normalizar su presencia. No nos conmueve por sí misma. Y cuando aparece una noticia brutal, o imágenes atroces o episodios cruentos, la reacción es lanzar en las redes sociales textos cargados de juzgamientos. Mueren asfixiadas 13 personas en una discoteca y asoma, como guadaña, el espíritu juzgador de la peruanidad. Las redes sociales se inundan de frases como estas: “gente irresponsable, se lo merecía”, “que los dueños de la discoteca vayan a la cárcel” “que juzguen a los policías”. Y listo. A esperar el siguiente episodio mortal porque de “algo nos tenemos que morir”.
Nadie se plantea ¿por qué llegamos a esta situación? ¿qué hacemos para cambiar el rumbo? Y en ese tema tienen un rol gravísimo los medios de comunicación. Tomemos el caso de América Televisión. De pronto su pantalla se inunda con la amplia cobertura de los 13 fallecidos por irse de juerga a una discoteca y plantean una pregunta reiterada ¿quién es el culpable? pero se trata del mismo canal que no pregunta quién es el culpable de que el Perú sea el primer país en el mundo con la tasa poblacional más alta de muertos. En ese tema, no les interesa ningún “culpable”.
Es el mismo canal que justificó al sociópata Víctor Zamora en el tiempo que fingió ser ministro de Salud. Cuando la indignada protesta de los médicos abandonados estuvo por sacarlo del cargo en los programas de América Televisión lo defendieron utilizando esta bárbara excusa: “no es momento para cambios”. Después, preparando la cancha para que Zamora retornase al gobierno con el disfraz de asesor, le daban tribuna y le ¡pedían opinión¡ como si el sepulturero pudiese enseñar a evitar la muerte.
Ahora dan amplia cobertura para el caso de la discoteca pero silban bajito cuando de trata de los 60 mil peruanos muertos. Muertos no en una discoteca, sino en los hospitales y en las casas; miles de muertos por falta de oxigeno, por falta de mínima planificación y por actos de corrupción.
Para el periodismo coronavirus, trece muertos por bailar son noticia; sesenta mil peruanos muertos y sin oxígeno, no son noticia. Con el cinismo que vienen exhibiendo, solo falta que un día de estos nos digan: “De algo nos tenemos que morir, y tras la pausa comercial quédate con Esto es Guerra”.