No existe causalidad y el tiempo es relevante sólo en el ahora, cuando la percepción y los tratamientos de la humanidad hacia el dolor y el placer han desaparecido, se vindica la solución del hombre displicente a las vicisitudes del trémulo recorrido de su espíritu en abrazar la libertad en el saber. En el país de Alphaville, los hombres no son más ciudadanos y cualquier vínculo político con el monarca artificial no es uno predicho por la historia, sino aquel de la conciencia virtual robusta de patologías y falacias.
En el tiempo de la intrascendencia cognitiva de la especie, la irreverencia y sofismas son exhalados a raudales por los ya no fieles labios de Natacsha. Las miradas febriles del anticuado sistema biológico son ahogadas por el puñal que fatiga el activismo y razón, cuando las luces de lo inteligible son tenues y el destino austero de visión que Alphaville 60 depara; su servidor presenta como el acaso fin de la angustia, congoja y abatimiento que la empresa más fútil de la infame historia del hombre se puede entender que la felicidad radica en la ignorancia total o parcial de temas como la muerte, el tiempo y el amor, que generan trémulos senderos a los espíritus curiosos. Allá en la plenitud de vitalidad y donde el cuerpo es perfecto para el ejercicio del hedonismo en seductoras de nivel 3; se despilfarra tal entropía hormonal en la pasividad de un sillón bajo la lámpara que consuela las trajinadas pupilas y donde el estado crispado de la cualidad física se configura en longevidad anímica y moral. El costo de su etérea libertad, fe y razón es un alma longeva en un encorvado cuerpo.
Encuentro vulgares las sensaciones sin matices ni fondos y definiciones y que solo recorren el sistema nervioso a raudales sin marca en la memoria. Aquella que tan deleznada es en el presente filme ya que las regresiones son el insumo exclusivo de la inteligencia. La experiencia de hacer cuanto se es nuevo, almacenándolo para el regocijo en el silencio de la voz de la faringe y social, es una meta de la existencia. La lucidez para visitar espacios que no son, sino tiempos, y la definición del alma enmarcada en la mirada febril del redentor de cada mortal agregan el concepto de humanidad sobre sus pilares de dignidad y compasión.
La explicación de la razón para los sensaciones y experiencias es de lo que se burla Godard, pero no hay que dejar de ponderar la tentadora idea de olvidar el dolor y con ello el placer; ó sino miren a Henry.