Por Tino Santander Joo
Cada vez que regreso al Cusco y el avión sobrevuela Urcos y San Jerónimo, recuerdo con tristeza y esperanza la frase del historiador José de la Riva Agüero y Osma: “Cusco, hay que verte desde lo más alto, emperatriz destronada de infaustos destinos”. El Cusco, se ha convertido en un símbolo de la historia y la cultura peruana; fue la capital del Tawantinsuyo y una de las ciudades más importantes en virreinato; Hoy, somos patrimonio cultural de la humanidad, destino turístico mundial, la expresión de lo inca y lo español; el origen del nuevo indio mestizo: los cholos que cambiaron el rostro oligárquico del Perú limeño y centralista.
Recordamos al incario con fervor, pero la inmensa mayoría de los jóvenes se avergüenza de sus apellidos quechuas y no se niega hablar su idioma. Pregonamos el amor a nuestra tierra, pero usamos sus calles como baños públicos y las convertimos en bares con el pretexto de las fiestas jubilares. Nada nos detiene para hablar del Cienciano, el único equipo campeón sudamericano del país. Nos sentimos orgullos con la belleza del Valle Sagrado, de sus choclos y de sus pueblos, pero queremos convertirlo en un inmenso pueblo joven, que destruye el Valle y lo convierta en una Ibiza andina llena de borrachines y música ramplona.
Nuestra clase política regional no es más que un reflejo de la mediocridad y el atraso. Brilla por su ignorancia, su demagogia y su primitivismo en el debate político. No entiende la geografía, ni la historia, ni al hombre andino. Desconoce la naturaleza de las comunidades campesinas y se dueño de la región, mientras ve al Cusco amazónico como su patio trasero. Vive en el mundo de arrogancia despreciando a los demás y echándole la culpa de nuestros fracasos al centralismo limeño y últimamente a los arequipeños, quienes, por lo menos, parecen tener una visión del desarrollo regional más seria que nosotros. Los arequipeños son “aliados del centralismo”, “quieren llevar el gas” “van a hacer el puerto de Corío y Majes, y la minería va a financiará la agricultura con la ayuda de Limas y nosotros… y nosotros”.
Los cusqueños nos hemos acostumbrado a echarle la culpa de nuestros errores a los españoles que se llevaron el oro; al centralismo limeño y últimamente a los characatos que parece que hacen mejor las cosas. Pero no se trata de competir, sino de analizar nuestras ventajas comparativas y explotarlas con inteligencia. Hemos recibido aproximadamente veinte mil millones de soles desde el 2003 por concepto de canon gasífero, sin contar los ingresos por el canon minero y el turismo, y aún no tenemos infraestructura agraria competitiva, ni hospitales ni colegios de primer nivel. El Hospital Antonio Lorena es un baldón para nuestro pueblo. Que La Convención no tenga gas domiciliario, que no este construida la carretera Echarati, San Francisco, que no tengamos un tren rápido Cusco-Sicuani- Espinar- Chumbivilcas es una afrenta, una expresión de nuestra falta de visión y gerencia y visión del desarrollo. Que estemos siempre pidiendo, pero nuca actuando; que la Dirección de Cultura sea un ente corrupto y burocrático, manejado intereses limeños es nuestra culpa. No son los arequipeños, ni los españoles, ni el imperialismo yanqui; somos nosotros, que nos ahogamos en complejos y cazamos fantasmas.
Mi alma mater San Antonio Abad del Cusco, se ha convertido en una isla. Antes promovía el debate intelectual y regional. Ojalá vuelva a ser el faro intelectual de siempre. El Cusco, se ha convertido en una mentira sagrada, nada se puede decir en contra de los mitos y consignas del primitivismo izquierdista que busca convertirnos en una región de cazadores y recolectores y de la “modernidad neoliberal” que quiere que el Cusco sea la Ibiza o Cancún en la que el consumismo, el alcoholismo, y el desenfreno destruya la sacralidad de nuestra tierra.
No tenemos políticos que miren al Cusco desde lo alto, que impidan que siga siendo “una emperatriz destronada de infaustos destinos”. Tenemos politicastros que difunden las mentiras sagradas a un pueblo lleno de esperanza ávido de una vida mejor.