Antes del primer partido de Perú en el mundial, la prensa y los hinchas vociferaban a viva voz la ya olvidada racha de 14 partidos sin perder. El ánimo estaba a tope, la confianza era indiscutible y los halagos y el orgullo estaban por las nubes. El que menos pensaba en nuestra selección como una revelación, pues las más de 43 mil entradas que se vendieron y el costo del viaje lo respaldaban.
De pronto se anunció la primera polémica, Paolo Guerrero, quien había atravesado por un tedioso caso de anti doping en las eliminatorias –el cual todavía no está resuelto–, no debutaría en el primer partido. Todos se preguntaban ¿por qué?, hasta incluso algunos dudaron de la decisión del DT que nos llevó al mundial. –Después comprobaríamos que Gareca tenía razón, Paolo no estaba en condiciones de jugar 90 minutos y lo demostró en el versus con Francia–.
Pese a los cuestionamientos llegó sábado 16 de junio, fecha histórica. El Perú estaba regresando a la máxima fiesta del futbol desde 1982. El fervor de la hinchada peruana era admirable, nada que los hinchas daneses pudieran ignorar. Primer tiempo, una selección contundente –jerga que hace alusión a un equipo con mayor posesión de juego, balón y propuestas–. ¡Falta en el arco!, ¡penal! Estábamos despidiéndonos de los primeros 45 minutos con un merecido gol. Cueva lo iba a patear. El árbitro sopla la indicación y la hinchada peruana con una ge en la garganta esperando gritar, ¡gol! Segundos después, la algarabía y la atención se convertiría en silencio.
La selección peruana había fallado un penal, pero no era cualquier penal, era el tiro que todo un país esperaba por más de 36 años. No culpamos al jugador, tampoco el desempeño, sino lo que representa. Y es que no solo fue un gol errado como lo vuelvo a repetir, fue un desacierto que nos iba persiguiendo ocho mundiales atrás, ocho mundiales que no participábamos, ocho eliminatorias que terminábamos últimos en la lista.
Esta selección por supuesto está haciendo lo suyo, pero esos simbolismos con todos los antecedentes ya mencionados pesan en el inconsciente. Lo demás ya es historia conocida, Perú se fue del mundial sin anotar, sin aciertos, sin poder gritar gol. Todavía falta un partido con Australia, un partido más porque el resultado no importa, el partido del honor le dicen algunos, pero es claro que así anoten, ni los gritos ni los festejos serán los mismos.
Ya no son 36, ahora son 40, porque no basta con solo ir, el deporte del futbol se creó con la finalidad de anotar. Los hinchas por supuesto los defienden a capa y espada, total, ¿sino es futbol qué puede ser? Lo cierto es que Perú ya tiene asegurado su pase a Qatar 2022. Porque con la cantidad de hinchas fieles que demostraron ser los peruanos -sin desmerecer al equipo-, el dinero que se gastó en Rusia es algo que ni la FIFA ni el país sede lo pasará por alto, y ya verán, de qué manera brindarnos la mano.