Frase tantas veces escuchada, tan trillada, burlesca. Usada como símil de incredulidad, desdén o desconfianza. La he escuchado durante mis 32 años, y claro, es que hace 35 que no vamos al mundial y uno se llega a acostumbrar, uno llega a abrazar el imposible y a convivir con él. Llegas a pensar que efectivamente nunca iremos, que la suerte solo duró hasta 1982 y los que nacieron del 83 en adelante y los que seguirán naciendo, estamos condenados a solo ver videos del recuerdo o a escuchar una y otra vez las hazañas, las glorias, de boca de nuestros padres o nuestros abuelos mas no de la nuestra. Ese brillo en los ojos, esos labios ensalivados saboreando cada palabra de las victorias contadas, les pertenece a ellos y no a nosotros.
El destino nos ha negado hasta ahora la oportunidad de poder contar nuestra propia historia. Confieso que uno de mis peores miedos, después de las cucarachas voladoras, es llegar a viejo y morirme sin ver a Perú en un mundial.
Mi padre tuvo el mismo miedo, no por él, sino, por mí. Pues me veía crecer y no podíamos coincidir juntos en la celebración a la clasificación de una copa del mundo, así como él sí pudo hacerlo con el padre suyo. Todas las eliminatorias, seguimos seis en total, eran derrota tras derrota, siempre con el grito ahogado, siempre con la respiración convertida en suspiro.
Recuerdo nítidamente la última y única vez que estuvimos tan cerca de clasificar juntos en el 97. Recuerdo la sala, el televisor en frente, las dos mecedoras; la grande era para papá y la pequeña era para mí. Papá había reservado ese espacio para nosotros, para el momento que tanto había esperado tener juntos. Aquel partido empezó y nos tomamos de la mano. Mientras comentábamos las jugadas, los goles del equipo rival comenzaron a llegar inexplicablemente uno tras otro, fueron 4 en total, nos golearon y dejamos de hablar. ¿Por qué seguimos apoyando si ya nos golearon? Pregunté. Porque siempre hay que apoyar al más débil. Dijo mirándome con sus ojos aguados. Esas palabras se quedaron retumbando en mi corazón y en mi mente.
Se hizo un silencio paralizante, perturbador, pero no me soltó la mano hasta el pitazo final. Me dejó en mi cuarto y luego se fue. Desde el pasadizo se podía ver la sala con las dos mecedoras vacías aún moviéndose levemente, algo se quedó allí, quizá la esperanza, quizá el anhelo. Fue duro e incluso sigue doliendo. Es como si él presintiese que una posibilidad así ya no la íbamos a volver a tener porque la vida pasa y el tiempo que nos dan, termina.
Han pasado exactamente 20 años. Papá aquí estoy para apoyar al más débil, hay un equipo que ha ido de menos a más, un equipo que ha roto las estadísticas, he visto como eliminaron a Brasil en la Copa América, he visto cómo le voltearon el partido a Uruguay en el Nacional, he visto como le ganaron a Paraguay y a Ecuador de visita. Papá, hay un jugador que le dicen “El orejas” que hace gol pateando desde fuera, hay un delantero de apellido Guerrero que no tiene miedo y pelea todas. También está Cueva que juega con buen toque como siempre te gustó. Yotún y Trauco tienen un pase mágico. Papá, hemos empatado con Argentina en la Bombonera, estoy llorando, tienes un nieto llamado Luam Facundo y voy a celebrar con él. Papá, ya estamos cerca. Sí, cuando Perú vaya al mundial carajo!. Sí, cuando Perú vaya al mundial, tengo una buena historia para contar!!!!