Hace unos días, un post* de este servidor causó la indignación de los grupos feministas burgueses (como las «Manuelas» que apoyaron la castración masiva de 300 mil mujeres y casi 30 mil hombres, y recibieron 25 millones de dólares por este trabajo) y demás alienados, oportunistas y convenidos en la idea de que la vida de una mujer vale más que la de un hombre. Desde aquí rechazamos todo tipo de violencia venga de donde venga y sea contra quien sea. Si un hombre salvaje golpea y/o mata a una mujer, merece la mayor de las penas posibles y, de igual modo, si una mujer hace lo mismo, debiera tener una pena idéntica: o sea, cárcel perpetua y no solo 20 o 25 años (o quizás mucho menos) solo por el hecho de ser mujer.
En todo caso, si hay una «ley de feminicidio», también debiera haber una «ley de masculinicidio», por cuanto la primera ley solo convierte a los hombres en ciudadanos de segunda categoría, estigmatizando a todo un género por unos cuantos miserables. Es más, las estadísticas hablan claramente que, todos los meses, en el Perú, cerca de 500 hombres son agredidos física y/o psicológicamente por sus parejas heterosexuales. Muchos casos terminan en muertes o derramamiento de sangre y hasta torturas y secuestros de hijos para forzar al padre al divorcio o a una situación de desventaja marital, social, legal, etc. Y esta cifra, según los análisis, no estaría arrojando la realidad por el mismo machismo estúpido y larvado que, hace que muchos hombres callen por vergüenza ante los amigos, la familia o el entorno (ver http://elcomercio.pe/sociedad/lima/mas-450-casos-mensuales-maltrato-hombres-se-registran-peru-noticia-725543).
Curiosamente, en el 2004 el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) hizo un estudio en tres distritos donde entrevistó a 1 037 personas, de entre 15 y 59 años, que vivían con su pareja. Y lo que se demostró es que la violencia doméstica de hombre hacia mujer y de mujer hacia hombre está pareja y los números hablan por sí solos: «Del total de mujeres actualmente unidas que agredieron a su pareja, el 19,2% la agredió físicamente; el 5,7% psicológicamente; el 19,4% psicológica y físicamente; y el 55,7% no cometió agresión. En el caso de los varones, el 19,6% agredió físicamente; el 5% psicológicamente; el 19,7% psicológica y físicamente; y el 60,8% no causó agresión». En otras palabras, para los que creen que hay muchas distancias entre «feminicidio» y «masculinicidio», solo tienen que leer y revisar estos datos que hablan más que los periódicos o las noticias orquestadas que buscan enfrentar a la mujer con el hombre y no ver el problema de fondo donde el Estado, la religión y el capitalismo manipulan y promueven el «machismo» vía su educación proesclavo, sus medios de comunicación alienantes y destazantes, la creencia falogocentrista y genuflexa en un dios cruel que castiga y envía al infierno a quien no le rinde culto y cumple su credo y promesas post mórtem.
Y aquí no estamos hablando a favor o en contra de «Ni uno menos» (cuya marcha, por cierto, está siendo cuestionada y negada por las autoridades) y los hombres que lavan ollas, cocinan, hacen los quehaceres de la casa, o los que no quieren pagar el «telo» o la cuenta de la cena, etc., aquí estamos hablando de vidas arruinadas o vidas que se pierden por no legislar correctamente; de los hijos que son negados a sus padres, de la violencia que se reproduce, generación tras generación, sin que nadie diga o haga algo. Recordemos esta frase que mencionó Martha Hildebrandt (que algunas veces parece acertar o entrar en razón) en una entrevista que le hizo Beto Ortiz: «El machismo es como la hemofilia. Es una enfermedad que la sufren los hombres, pero que la transmiten las mujeres».
Jacques Lacan en su Seminario 4 sobre «La relación de objeto», decía que «la primera virtud del conocimiento es la capacidad de enfrentarse a lo que no es evidente». Y lo que no está siendo evidente aquí es que la sociedad peruana se tiene que enfrentar a sus propios demonios donde el hombre y la mujer están siendo manipulados y desviados de sus luchas en beneficio de un sistema decadente y putrefacto en cuya hez e interior se cocinan y maquinan doctrinas nefastas, como el «machismo» para seguir imponiendo la dictadura del libre mercado, promoviendo modas, juegos animalizantes (Pokémon Go, «Esto es guerra», «Combate», etc.) y tendencias que no aportan nada a la educación de un pueblo llevado de la mano al matadero. En otras palabras, el enemigo de una mujer no es un hombre bestializado (cuyo carácter y conducta ha sido deformado por el mismo sistema), sino que el enemigo de una mujer (y de un hombre) son los que creen y potencian este machismo histórico que nos ha puesto en el ojo del mundo y que viene desde las épocas de la Colonia (al igual que los antecedentes del feminismo burgués que Guamán Poma de Ayala graficó perfectamente en un dibujo donde una mujer criolla golpea salvajemente a una india sirviente).
Entiéndanlo de una vez: el antagonista de una mujer y de un hombre son el Estado patriarcal, falogocentrista y antipueblo; la iglesia medieval con pederastas pollerudos que pontifican sobre la pureza del espíritu y el capitalismo y su molino de carne en su fase de extinción. Y más ahora en que sabemos que la violencia doméstica afecta a más de dos tercios de los hogares en el Perú (revisar http://www.capital.com.pe/actualidad/estudio-afirma-que-violencia-familiar-afecta-al-74-de-hogares-en-peru-noticia-630999). Por lo demás, es hora de no mirar con un solo ojo. Las mujeres y los hombres siempre seremos iguales, si quieren llámenle humanismo o «igualitarismo», solo es cuestión de reconocer a quienes aparentan luchar por una causa justa (feminicidio), pero solo están tomando al toro por una sola asta; y no seguirles el juego, pues la violencia no tiene sexo ni género.