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CRÓNICA DE UNA PROTESTA MARCA ARMANI

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No eran manifestantes, eran una portátil de la municipalidad de La Molina. Cerca de 200 personas se manifestaron contra las garitas de peaje de la Separadora Industrial de La Molina. Entre ellos encabezando la protesta el mismísimo alcalde de La Molina Juan Carlos Zurek.

Todo comenzó muy temprano, antes de las 7 am, y acabó bastante pronto, después de un desayuno con frugos y pan con jamón y queso ordenadamente distribuido entre los manifestantes. Nadie resultó herido en la protesta, salvo mi sensibilidad.

De hecho, tenía pretendido ir a lo de Puente Piedra sino fuera porque se suspendió la protesta programada para hoy. Inmediatamente ese vacío fue llenado por el protagonismo de una protesta contra el peaje de La Molina.

Los noticiarios de las radios magnificaban la noticia ante la ausencia de precisamente eso… la noticia. Esta protesta era rara desde que llegué, para ser sinceros sospecho que el único vecino de La Molina afectado que se manifestaba allí era el alcalde y algún que otro allegado. El resto de personas, en su mayoría mujeres madres de familia, mujeres a quienes la cintura de su juventud hacia mucho quedó en el pasado, bien podrían haber sido trabajadores municipales o empleadas domésticas de sus patronos (interesante que los de La Molina a la hora de protestar envíen a sus empleados).

Nadie tenía cara de que el peaje les tocase los cojones o algo así. se veían bastante tranquilos y procuraban alejarse de mí, pues para ser honestos yo tenía más facha de manifestante antisistema, sin afeitar, con el pelo crecido y una gorra guerrillera. Me sorprende que no me echaran gas pimienta a los ojos.

El circo de la prensa se apersonaba intermitentemente y el alcalde con una sonrisa veía como captaba las cámaras de al menos 3 radiodifusoras y un par de canales de televisión. Ojala hubieran invertido mejor en las cacerolas que reventaban a golpes los manifestantes, unas cacerolas más viejas y abolladas que contrastaban enormemente con los polos nuevos de diseñador gamarrino repartidos entre los protestantes, todos uniformados con una camiseta blanca que decía NO AL PEAJE a excepción del alcalde que iba en camisa.

Todo fue tan decepcionante. Un par de horas después atestigüé como se deshuesa una protesta viendo a la gente pasar mientras se quita los polos de no al peaje. En sus manos la única recompensa visible de momento, un desayuno a base de una cajita de frugos, néctar de durazno o mango, y un sándwich de queso y jamón, bastante avaro para ser de La Molina. A la policía parada frente a ellos ni un té.

Los periodistas gráficos aburridos miraban su celular mientras el alcalde rebosante de prensa alrededor veía con satisfacción el éxito de su manifestación. En Puente Piedra hace un par de semanas un periodista perdió un ojo y más de 50 fueron detenidos. Allá se marchaba de verdad y se tragaba gas lacrimógeno entre perdigonazos. Aquí hoy solo vi pavonearse a un alcalde. Una protesta armada para la prensa con la intención de llenar un hueco informativo no mayor a cinco minutos. Eso y nada más. Mejor me hubiera quedado en mi escritorio.

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