Cultura

Coreografía solar

María Fe Florez-Estrada despliega una poética visual tejida en foil y acrílico que entrelaza memorias íntimas y referencias ancestrales en una coreografía de luz, textura y contemplación. Está en La Galería de San Isidro hasta el 6 de julio.

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Siete obras tramadas en foil metálico sobre acrílico coloreado y tres esculturas dedicadas a Mariella Agois vibran con una energía ciertamente sutil, pero envolvente. Al tiempo de revelar una obsesión meticulosa por la materialidad como lenguaje, la repetición del método sugiere ya un manifiesto: la exploración sistemática de un mismo proceso para extraer variaciones infinitas, como si cada obra fuera un verso de un poema visual.

Más o menos así son estas Remembranzas, la más reciente exposición de María Fe Florez-Estrada (Lima, 1979) en la sala II de La Galería de San Isidro. “Cada tejido nuevo empieza a partir de un recuerdo”, dice la artista. “Una sensación de aquel tiempo dotándola de una nueva interpretación”. La técnica del foil, que viene desarrollando desde hace más de 14 años, se ha convertido para ella en una suerte de caligrafía emocional: cada trama es un mapa afectivo.

De manera que lo personal y lo colectivo se funden en este corpus reciente. Tres de las piezas llevan los nombres de sus hijos —Nisso, Rafael y Sienna— y en ellas se advierte un colorido cálido y pulsante que parece traducir lo indecible del amor maternal. La memoria aquí no es nostalgia: es celebración transformada en forma, en vibración, en partitura visual.

Silencio luminoso-

La artista entiende su obra como una exploración del tiempo a través de la materia. El foil —láminas doradas, plateadas y cobrizas— deviene en metáfora de la luz capturada, del instante suspendido. Estas superficies actúan como espejos fragmentados que reflejan tanto la presencia del espectador como la ausencia de aquello que se recuerda. En “Recuerdo de un eclipse”, por ejemplo, el brillo metálico evoca la corona solar: un destello atrapado en la oscuridad, una imagen suspendida entre lo visible y lo secreto.

El contraste entre los materiales industriales y las referencias a los textiles andinos no es casual. “Para mí es una manera de exteriorizar este presente con colores vibrantes y transparentes que proyectan luz y a la vez se mezclan con la trama de foil”, explica. En esa tracción entre lo ancestral y lo industrial se manifiesta una de las claves del arte contemporáneo peruano: la coexistencia de lo originario y lo global en una coreografía de contradicciones y mestizajes.

Por su parte, las tres esculturas en homenaje a Mariella Agois profundizan la búsqueda. “Siento gran admiración por su obra, es un deleite para los sentidos”, comenta Florez-Estrada. “Compartimos la constante búsqueda de expresión sensorial apuntando a generar efectos visuales de volumen y movimiento a través del uso del color y de las composiciones lineales”. En estas piezas tridimensionales, la línea se vuelve arquitectura. Y el homenaje se transforma en diálogo.

Así, Remembranzas no es solo una exposición: es una constelación de sentidos en movimiento. Una apuesta por la contemplación en un mundo saturado de estímulos. La serialidad de las obras, la minuciosa repetición del tejido, el juego con la luz y la geometría, remiten al ritual más que a la industria.  Al arte como acto meditativo, como gesto de resistencia ante lo fugaz. Una trama de recuerdos.

Donde cada destello de foil es una palabra no dicha. Y en ese silencio luminoso la artista alcanza lo inasible: hacer visible lo que el tiempo quiso borrar. Y, como la luz en un eclipse, sigue iluminando aún después de desaparecer.

Muestras: Remembranzas de María Fe Florez-Estrada y La arquitectura del ser de Daniel Defilippi y

Lugar: La Galería.

Dirección: Conde de la Monclova 255 – San Isidro.

Fechas: Del 10 de junio al 5 de julio.

Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 p.m. y sábados de 3 a 7 p.m.

Ingreso: Libre.

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