Por Edwin A. Vegas Gallo
Es irónico que los mentores de ayer de la Constitución 1993, hoy hayan hecho jirones de aquella, en el afán desmedido y patológico de su ambición política, desvirtuando completamente el sentido del texto constitucional de aquella.
La incorporación del Senado en esta soterrada reforma constitucional, ha marcado más, la incertidumbre política y jurídica que campea en el país, lo que requiere un debate serio y argumentado en el seno del Tribunal Constitucional, para revertir este atropello congresal y que de paso, de pie, a una sanción a los 100 congresistas violadores de la Constitución 1993.
Es tan burda esta “reforma constitucional”, que para ser senador usan como tiempo generacional “45 años”, obviamente por desconocimiento de la caracterización generacional.
Ahondando sólo en este tema, pregunto: ¿sobre qué base pudieron obtener una caracterización generacional de 45 años como requisito senatorial?.
La respuesta pasa según Rosatti, citando a Portuondo (1981) por criterios: biológico puro, biológico-político, funcional, de vivencia-cultural y complejo o mixto.
En atención al mentado número claussus de 45 años, Drommel analizándolo con criterio biológico-político y más allá de cuestiones personalísimas de los congresistas; señala “que el predominio social de determinadas franjas de edad en la toma de decisiones políticas se extiende por dieciséis años”, aquellos que cubren entre los veinticinco y los cuarenta y un años de edad de las personas.
Este autor fórmula una segmentación cronológico-política: de veinticinco a cuarenta y un años, etapa de actividad política (fase ascendente); de cuarenta y uno a sesenta y cinco años, continuación de la etapa de actividad política (fase descendente); de sesenta y cinco a setenta años, continuación de la fase descendente; más de setenta años, pérdida de gravitación política.
Como colofón, sin querer queriendo, esos “violadores constitucionales”, han abierto el candado, para el momento Constituyente que de paso a una nueva Constitución, en el concepto de Nación con Desarrollo humano, que albergue expectativas de un futuro común y con la necesidad extrema que los políticos constituyentes, no traicionen más el legado nacional material e inmaterial recibido y con la exigencia que no construyan su propio proyecto político.
Se requiere pues de una nueva Constitución que plasme a la Nación, como vínculo intergeneracional y que se eviten deudas en el presente, que lleven al sufrimiento a las generaciones futuras.
