Política
Congresista Susel Paredes sobre la contratación de Shirley Hopkins en el Mincul: «Voy a pedir copia de los contratos»
Una nueva Richard Swing en el Ministerio de Cultura. Sin contar con título universitario, Shirley Hopkins se ha beneficiado con órdenes de servicio por 127,500 soles.
El nuevo escándalo en el Ministerio de Cultura ha saltado hasta el Congreso de la República. Desde el parlamento la congresista Susel Paredes se refirió a las contrataciones de Shirley Hopkins y sobre el presunto uso indebido del vehículo oficial del ministro Fabricio Valencia para temas particulares.
«De inmediato con el nombre completo, voy a solicitar copia de los contratos, y pedir los productos de los contratos. Sobre lo otro, sería otro delito, porque uno no puedo usar el coche oficial para temas privados», señaló la congresista tras destaparse el escándalo.
El escándalo protagonizado por Shirley Hopkins en el Ministerio de Cultura recuerda inevitablemente el caso de Richard Swing, no solo por la ligereza con la que se entregaron órdenes de servicio, sino por un detalle revelador: ninguno de los dos cuenta con título universitario. A pesar de ello, fueron favorecidos con contrataciones en el Ministerio de Cultura, amparados en redes de poder y en la deliberada omisión de requisitos mínimos.
La reincidencia de estos casos, separados por gobiernos pero unidos por el mismo patrón de impunidad, revela una cultura institucional que desprecia la meritocracia y privilegia los favores personales sobre la capacidad profesional.
Las órdenes de servicio otorgadas a Shirley Hopkins por un total de 127,500 soles no solo sorprenden por sus montos y por la ausencia de un título profesional que justifique su contratación, sino también por los indicios de una presunta relación sentimental con el entonces ministro de Cultura, Fabricio Valencia. Esta cercanía, nunca desmentida con firmeza por los involucrados, ha sido señalada por diversas fuentes internas como el verdadero factor que facilitó su acceso a recursos públicos. En un contexto donde la transparencia debería ser norma, la mezcla de vínculos personales con decisiones administrativas desnuda una estructura ministerial capturada por el amiguismo y el favoritismo.