Opinión

Con Jorge Pimentel en Miraflores

Lee la columna de Julio Barco

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La gran poesía no solo alienta el gusto estético, sino que nos ayuda a vivir. Sí, en suma, la gran poesía nos advierte que la vida es dura, que (a veces) es un inmenso absurdo, que es hermosa e intensa. Nos despierta de todos sus adjetivos y nos clava en el tránsito del fluir. Son casi las cuatro de la tarde y estoy en Tarata, Miraflores, esperando a Jorge Pimentel.

Camino por la avenida, entre cafés y turistas, y encuentro al autor de Primera Muchacha sentado frente a su teléfono celular. Nos sentamos en un café con ambiente italiano: manteles a cuadros y mozo circunspectos. Larga charla, entre dos cafés, por Larco, mientras me narra la historia de Hora Zero: la primera y segunda etapa.

Este no es el único poema que me dedicó Bolaño– me dice el poeta, luego de citarle el poema Los neochilenos donde es colocado en un trío legendario: Vallejo, Martín Adán y Pimentel. Yo escucho complacido, y me pregunto cómo terminé conversando con uno de los poetas que marcaron mi corazón adolescente, cuando a los 16 años, en una cabina de Internet cerca de la avenida Venezuela, en Breña, alquilé media hora y me puse a buscar sobre poesía peruana, hasta que di, por azar, con el manifiesto Palabras Urgentes. Sino también en un poema llamado el Alambre, que me dedica. Mira. Pásame para buscar la hoja. Le paso una edición de la poesía completa del chileno que adquirí a precio justo en Amazonas (Puente Balta).

Me asombra Pimentel, por su vivacidad, por su carisma, por la fe de su poesía y en la palabra como poder, energía, rebeldía, furia y fuego vital, aquí y ahora, en este Perú que nos duele, que nos mata, que no quiere que nadie sea poeta solo una máquina de hacer plata… en este país vive el poeta de Hora Zero y su canto, que es el canto de una generación. Su hablar es apasionado porque mantiene un hilo de contundencia entre sentir y pensar. Es, en esencia, consecuente. Y eso, esa unidad, es lo más importante de un poeta. Antes de irnos, me obsequia un ejemplar de Ave Soul.

Y solo me queda darle las gracias, por tanto, por todos estos años combatiendo el presente desde la Palabra.

(Columna publicada en Diario UNO)

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