Un inca llegado desde el Cusco ingresa al mar de la bahía de Paracas bajo un cielo de nubes cargadas. La balsa transporta a su numerosa comitiva y sus ofrendas varias. Cruzan la ventisca vehemente y las aguas intensas pero apenas la comitiva alcanza la alta mar, la borrasca se calma y el mar se torna apacible y transparente. Las aguas tienen conciencia y saben de aquel tributo. El inca lanza un manifiesto místico y entrega sus ofrecimientos y ofrendas florales. Ahora el mar se sosiega en ese diálogo con los hombres de la tierra. Las nubes se han ido y el cielo luce su azul de fiesta. El acto ha concluido y regresamos a Paracas.
El festival Yakumama o Fiesta del Mar en Paracas llegó con fuegos y ventura a su décima edición. Y hasta esta reserva natural llegamos atraídos por esta celebración que entiende que el medio ambiente y los recursos naturales deben estar en concordancia con la herencia cultural y el crecimiento turístico de la zona. Así decía en la prédica de la Cámara de Turismo y Comercio Exterior de Paracas (CAPATUR) organizadora de este pago al mar. Que existe un compromiso con la naturaleza y con el cuidado que se le debe dar, ya que el mar brinda alimentos y riquezas en nuestro litoral que benefician a los hombres de tierra adentro y que esa preocupación es reconocida en el extranjero.
Paracas es una reserva natural que un horizonte harto prometedor. Desde muy temprano, desde la decena de hoteles y posadas –de todo tipo y al alcance de todos— se inicia el desfile de turistas nacionales y extranjeros. Hoy han llegado al Yakumama 2017 y acompañan la ceremonia de agradecimiento y pago al mar frente a la histórica figura del Candelabro, que es una de las zonas más atractivas de la Reserva Nacional. Y la ribera luce impecable, y las cosas que bordean la costa de paredes blancas y enormes ventanales destacan en el horizonte rojizo de la tarde y el gran Juan Carlos Guevara, el comunicador de la fiestas, me hace recordar de aquel cuento de Alfredo Bryce Echenique “Con Jimmy, en Paracas”.
Luego, Eduardo Jáuregui, presidente de Capatur, organizador de la fiesta, nos presenta a cerca de 50 operadores turísticos de diferentes puntos del país, líderes gremiales, empresarios del sector y periodistas entre otros invitados. Luego explica que esta vez el ritual fue realizado por descendientes director de los incas provenientes del Cusco y conjuntamente con el chamán de la región, se encargaron del agradecimiento al mar. Hay en sus palabras la convicción que la armonía es esencial en estos actos ancestrales. Entonces dice que han traído desde el ande peruano a lo más auténtico del ritual y que el valor simbólico cierra un ciclo y empieza uno nuevo. Se renuevan las energías y que el mensaje proclamado en quechua se ha testimoniado nuestro cariño a la naturaleza. Es algo místico que se realiza el último fin de semana de mayo, advierte.
2.
En estos días no hay tormentas de arenas en Paracas pero hay un diluvio de piscos. Digo de piscos no de aguardiente peruano de uva como le dicen algunos fenicios a nuestro trago nacional. Y es emocionante brindar en estos pagos con el Pisco Emancipador Mosto Verde, Quebrante, preparado para la ceremonia por la Vitivinícola Sucesión Ormeño Iglesias. Un trago majestuoso frente al horizonte histórico de nuestro compromiso. Aquí, los antiguos Paracas formaron una sociedad que se desarrolló desde los 700 años a.C. y que fue un universo complejo porque entre otros descubrimientos se practicaban las trepanaciones craneales como parte de las practicas curativas y aún existen en varios museos del área, cráneos deformados, según los expertos estas deformaciones se iniciaban desde muy niños y era un símbolo de nobleza.
Los festejos se iniciaron el sábado anterior. Un enorme auditorio frente al Hotel Emancipador y en la orilla de las aguas calmadas, fue el lugar privilegiado para el pueblo de Paracas y visitantes gocen de un espectáculo musical con temas y canciones peruanas que venían desde los huainos del grupo Antología pasando por Miguel Ángel y su Trencito macho y otros artistas de la región. Cuando amaneció, un gran pasacalle inundó de artistas y expresiones culturales nacionales invadieron las calles de Paracas destacando los sikuris de la Asociación Cultural Unión Juventud Pampilla llegados desde la provincia de Huancané en Puno.
La brisa de la tarde tiene de sonido y de frescor. En ese mar donde un de Septiembre de 1820, el general José San Martín y las huestes patrióticas, desembarcaron para iniciar la gesta emancipadora del Perú, ahora se lo recuerda en una enorme placa frente al Hotel Paracas que dice: “Quien en estas tranquilas playas puso su planta libertadora el 08 de setiembre de 1820 para legarnos la libertad e independencia a todos los peruanos”. Y cierto que Paracas tiene historia –y futuro dirán los lugareños—porque aquí San Martín creo la primera bandera peruana tras un sueño reparador debajo de una palmera y observando el vuelo de las parihuanas, esas aves marinas de pecho blanco y alas de rojo intenso, que le dieron a sus vuelos, los colores de la libertad.
3.
Y en esta maravillosa enormidad marina el paisaje es conmovedor al choque apacible con el desierto inconmensurable, Y ahora el mar se torna azulado pero sospecho que no siempre fue así. Este mar fue contaminado por años con el llamado boom de la pesca que inundó el litoral de fábricas de harina de pescado que lanzaban sus desechos industriales al mar. El mal pasó, pero está latente. Después de los huaicos del verano último, se vislumbra áreas oscuras y a pesar de ello, sigue siendo bello y atractivo. Existe a su vera la riqueza de la corriente fría de Humboldt que otorga el surgimiento de la fauna marina pendiente de la latente agresión de las industrias desmedidas. Y cierto, para eso son estas festividades, para que las autoridades consientes, recuerden y adviertan de esos peligros inminentes.
Pero he llegado al Restaurante Wayra y encuentro a mi amigo Jorge Mujica, experto maître en los frutos del mar. Lo primero que me ofrece es un Chilcano de un pisco acholado y macerado en coca. Formidable aperitivo para tomarse frente al mar y olvidar momentáneamente a la voracidad de las transnacionales oceánicas. Y luego qué. Nada, un soberano cebiche al estilo paraqueño. Pescado de carnes blancas, briosas, espléndidas, apenas endurecidas por el zumo de los limones majaderos y las cebollas crepitantes y los rocotos insolentes. Vaya plato para reparar el espíritu y formar un barniz contra el mordisco dulce de los piscos tutelares.
Y luego el brindis con los amigos de Lima, con Mario Fernández Guevara y Jorge Grados. Y con los amigos de la región, Ernesto Ramírez Morales y con Juan Carlos Castro y Fredy Gamarra de la Cámara Nacional de Turismo y con la poeta iqueña Leydy Loayza Mendoza. Y otro brindis con el ingeniero César Jáuregui, gran lector de la mejor literatura, Y después y solo para el final, un beso enorme a Lucecita Ceballos que sufrió del equívoco de Dios porque nació muy al norte, en Colombia, pero que tiene el alma y el cuerpo divino de la belleza peruana. Y descubro que no está sola. Que ha llegado desde Lima con Roney. ¿Quién carajo es Roney? El esposo de Lucecita y qué envidia, maldita sea, pero me quedo con su jovialidad, su desnudez sincera de sus palabras y esta dedicación. “No pidas que me divorcie, pide que los quiera a los dos”. Amén.