¿Cómo enfrentar la muerte por Covid-19? La pandemia es nueva para todos y despierta la ansiedad natural que ayuda a que nos protejamos ante el peligro invisible.
Toda situación nueva despierta en nosotros una de las emociones que nos ha ayudado a subsistir como especie y como miembros de un grupo: la ansiedad. Esta emoción nos dio la oportunidad de aprender que en determinadas circunstancias los peligros eran mayores, y que existía la posibilidad de morir. Este aprendizaje costó la vida de muchos individuos, y así, evitamos evolutivamente la oscuridad, los ruidos altisonantes de la naturaleza y de las bestias, porque estaban relacionadas a accidentes y a la muerte. La ansiedad, en tanto es una emoción que acompaña a la especie humana a lo largo de su vida, es útil muchas veces porque anticipa peligros y ayuda a crear soluciones; pero también puede ser perturbadora, incapacitante, si es que impide las actividades habituales de una persona.
La pandemia del Covid-19 es nueva para todos, y despierta la ansiedad natural que ayuda a que nos protejamos ante el peligro invisible, es decir, nos ayuda a generar estrategias para protegernos. La falta de miedo suficiente, por el contrario, nos orilla a actuar de manera imprudente, y como consecuencia de estas acciones podríamos contagiarnos del virus, enfermarnos o incluso morir.
Pero más allá de las estadísticas, la muerte de un ser humano es trascendente para los familiares, los amigos, el grupo social cercano. La ausencia permanente entonces puede acarrear ansiedad, frustración, y hacer que estas evolucionen en una tristeza sostenida con afectación de actividades y desempeño, lo que todos conocemos como depresión.
El duelo, término que usualmente se emplea para referirnos al proceso que sigue a la pérdida por fallecimiento de un ser querido, también puede referirse a un proceso similar luego de la pérdida de un trabajo o al término de una relación afectiva. El duelo tiene componentes emocionales y conductuales, pero también se sostiene en el aprendizaje previo y la experiencia en torno al mismo.
En el duelo por fallecimiento se deben tomar en cuenta algunas variables que influyen en las manifestaciones conductuales e intensidad de las emociones; en otra palabras, manifestaciones que pueden incrementar y/o perpetuar el dolor. Entre ellas mencionaremos algunas, como el grado de parentesco con el fallecido. Así, el fallecimiento de un hijo es descrito como uno de los hechos que perpetúan el duelo por muchísimo tiempo. También se debe considerar si la muerte fue violenta o debido a una enfermedad crónica. Las ideas religiosas o espirituales, si son de esperanza ante la muerte, probablemente alivien el duelo. Experiencias previas de duelo pueden modular positiva o negativamente el duelo reciente. La percepción de no haber ayudado a la persona en caso de una enfermedad o tener un tema no resuelto con la persona fallecida, incrementan las emociones de tristeza.
Recientemente el temor a la enfermedad provocada por el coronavirus y lo estigmatizante que resulta la enfermedad, incrementa el dolor de los familiares; adicionalmente debemos tomar en cuenta que, por razones de salubridad, los fallecidos por COVID 19 deben ser incinerados. Esto significa que para muchas personas la última vez que tuvieron contacto con su familiar infectado, se convertirá en el último recuerdo que tendrán de éste. Y es esta la imagen que quedará en el imaginario de los familiares.
Otros elementos que modulan el duelo son el conocimiento previo respecto de una enfermedad. Así, para algunas personas la palabra cáncer es sinónimo de muerte; pero la palabra «coronavirus» es una imagen que se van formando conforme pasan los días y se sabe más sobre la enfermedad, y aquí los medios de comunicación juegan un rol importante y decisivo, pues lo que estamos viendo últimamente es la transmisión de las limitaciones económicas y sanitarias que ha producido esta pandemia en el país, generando frustración en los familiares y el personal de salud que intenta salvar a las personas con los pocos recursos con los que cuentan. Es importante entonces que los medios también dediquen tiempo a las noticias de solidaridad, de esfuerzo de los pacientes, de las personas que se han recuperado del proceso y de las medidas preventivas.
Pero ¿no es acaso la manera en que recibimos la noticia de la muerte, la forma primera de acercarnos a ella? En ese sentido, a la sorpresa y al dolor debemos sumarle la tensión del imprevisto. Cuando las personas dejan a su familiar internado en el hospital, saben que existe la enorme posibilidad de que sea esa la última vez que lo vean. A partir de ese momento lo único que mantendrá el contacto entre la familia y la evolución del paciente será el sonido del teléfono, una vez al día siempre a la misma hora. Y ese sonido se convertirá a su vez en el símbolo de la angustia y la esperanza. Se recomienda entonces a las autoridades médicas que quienes transmitan la información lo hagan con delicadeza y que pertenezcan al equipo que cuidó al paciente, así el nivel de cercanía con el familiar permita que se amortigüe el impacto de la noticia recibida.
¿Cómo se debe entonces enfrentar el duelo? Cuando se produce un evento doloroso, la compañía de personas importantes para los supervivientes alivia la ansiedad. En estos tiempos de cuarentena por la pandemia, dicha presencia está limitada a los protocolos de seguridad sanitaria, pero esto no debe agotar los esfuerzos por hacerse presente a través de una llamada, un mensaje que evoque lo que recordamos o que tenemos presente de la persona que ha partido. Permitir que los familiares expresen sus pensamientos a través de una catarsis facilita la adecuada evolución del duelo. Ayuda el identificar si el familiar que transita un duelo tiene pensamientos de culpa por «no haber podido hacer más para salvarlo». Tenemos que entender que, si bien este tipo de emociones son «naturales ante la muerte», no es culpa de ningún familiar, ni siquiera del fallecido. En no pocos casos, pedir ayuda a un profesional en salud mental es necesaria para poder resolver este dolor que puede extenderse por mucho tiempo si no se conversa y resuelve en su momento.
Todos tenemos una historia diferente y diferentes maneras de resolver las cosas. No existe una receta para resolver un duelo, menos en estas circunstancias. Dependerá siempre de muchos factores, pero algo que nunca debe faltar es el abrazo fraterno que siempre abrigará el alma.
___________________________ * Dr. Joel Ñufflo Hoyos. Médico Psiquiatra, Director Médico Clínica VILLA SALUD; Médico Asistente Hospital Nacional Edgardo Rebagliati Martins; Docente de pregrado UPC