Por Edwin A. Vegas Gallo
El tomar conocimiento de las presidencias del Congreso de la República, me resulta deplorable que las mismas, hayan sido fruto de la componenda del otoronguismo (con las disculpas a los derechos de la naturaleza de la fauna otoronga); y que aquellas recaigan en congresistas ambiciosos de poder, inexpertos para las mismas, sin preparación académica, sin nivel de posgrado; y que más respondan a intereses políticos de grupo.
Lo más grave, la poca catadura moral de los congresistas, para aceptar presidencias de comisiones, para las que no están preparados, en la esperanza que sus asesores les hagan su trabajo. Es decir el mundo al revés.
Si bien es cierto, el artículo 90 de la Constitución Política del Perú, señala, que para ser congresista, “se requiere ser peruano de nacimiento, tener 25 años y poseer derecho de sufragio”, los partidos políticos, cuando menos, deben tener cuidado y criterio para la selección a que los aspirantes a congresistas, mínimamente respondan a un perfil profesional adecuado, que les permita ejercer su labor parlamentaria con pulcritud y solvencia; evitando que los líderes de aquellos no escojan a sus ahijados, sino a los más preparados intelectual y moralmente.
Sin embargo, también no es menos cierto, que el hecho de que los congresistas dispongan de altos grados académicos, no nos da la seguridad de una mejor labor de representación. Por allí tenemos un par de congresistas, que más paran viajando, que desarrollando legislación adecuada en temas de su especialidad.
Es de esperar que este artículo 90 de la CPP, sea sometido a reforma constitucional, para mejorar la calidad de los integrantes del legislativo y no tengamos advenedizos y aventureros políticos para gozar de la mies y seducción del poder.