Cultura

Comentario sobre la novela “El periodista deportivo” de Richard Ford

Published

on

Eduardo Lago menciona en su libro de ensayos “Walt Whitman ya no vive aquí” que la literatura norteamericana de la segunda mitad del siglo XX tuvo como rasgo característico la necesidad de exigir al lector cierta preparación académica para enfrentarse a las obras de algunos autores que formaron parte de la denominada “Escuela de la dificultad”. Estos serían Thomas Pynchon, John Barth, Robert Coover y Don DeLillo, quienes tuvieron como predecesores a James Joyce, Vladimir Nabokov (por ello D.F. Wallace los llamaba “los hijos de Nabokov”) y Samuel Beckett.  Es en este contexto de estilos complejos, lúdicos y paranoicos que aparecen otras vertientes con rasgos más cotidianos y cercanos a los problemas e intimidad de una sociedad.

Este es el caso de Richard Ford, quien confesó que su destino cambió totalmente a los diecinueve años por leer “Absalón, Absalón” de William Faulkner. Antes de tal descubrimiento, su vida había estado plagada de peleas callejeras, robo de autos y participaciones en carreras ilegales. Tanto lo cautivó la novela del escritor sureño, que decidió convertirse en narrador, a pesar de los síntomas de dislexia que sufría. Transformó a la escritura en un oficio de artesano y en una investigación constante, siendo internado en un hospital al término de cada libro por todo el desgaste que esto lo ocasionaba.

Autor de grandes obras, una de las más importantes, y que lo consagró internacionalmente, es “El periodista deportivo”. Novela que inicia la trilogía de Frank Bascombe, una especie de alter ego.

Hay novelas que destruyen la imagen de la “buena familia” y muestran, descarnadamente, los conflictos que hay en la intimidad de cada uno de sus integrantes. Esta temática ha sido muy explorada por otros buenos novelistas norteamericanos, cuyo fin consistió en derrumbar el inútil espejismo del gran sueño americano y del factor económico como elemento armonizador de la sociedad. Un claro ejemplo es “Pastoral Americana” del magnífico Philip Roth.

Los personajes que forman parte de “El periodista deportivo” no tienen problemas de dinero, sino de espíritu. La historia gira en torno a la figura de Frank Bascombe, quien a modo de confesión, va introduciéndonos en una vida que gira entre el fracaso y la soberbia, actuando casi como un existencialista moderno que convive entre noticias deportivas, relaciones amorosas frustradas y el desencanto por la literatura. Este personaje va destruyendo una magnífica carrera como escritor; su primer libro publicado fue muy alabado por la crítica, pero luego dejaría de escribir mencionaría que no es ninguna pérdida para la humanidad que un escritor decida dar por terminada su labor.

Richard Ford acierta al colocar como episodio inicial de la historia la muerte de Ralph (nueve años), hijo mayor de Frank Bascombe y su ex mujer, nombrada simplemente como “X”.  Empezar contando la muerte de un hijo pequeño sirve como una gran premonición de la atmósfera que envolverá la vida de los personajes. La forma de recordar cada año la muerte de Ralph está cargada de una situación trágica y romántica: encontrarse al amanecer en el cementerio para leer un poema mientras evocan el recuerdo que cada uno tiene de su hijo. Es en este contexto donde Frank desarrolla algunas reflexiones que describen su personalidad y manera de ver el mundo:

“A veces no nos hacemos adultos hasta que sufrimos una gran pérdida. Es como si la vida se convirtiera en una gigantesca ola que se nos llevara, engulléndolo todo”.

Ford nos demuestra que la ficción vale poco ante los dolorosos sucesos de la realidad, esto también lo reafirma al hacer que Frank deje de escribir historias para empezar a trabajar en algo que le genera mayor inestabilidad emocional, viajar constantemente para cubrir noticias deportivas.

A todo esto se le agrega el suicidio de un amigo, Walter, quien en los últimos días de su vida le va confesando algunas situaciones adversas, productos del rompimiento con su mujer (lo abandonó por otro hombre). Walter denigra el aspecto erótico, al confesar que mantuvo relaciones sexuales con una adolescente de trece años, además de sentir una falsa indignación y remordimiento por mantener relaciones homosexuales.  Ante esto, Frank parece no sorprenderse, sino simplemente darse cuenta de que el mundo en sí es algo terrorífico. Por ello utiliza una gran sentencia que lo describe como un personaje muy pesimista:

“A veces creo que ya nadie puede ser feliz”.

El suicidio de Walter parece unir, en la trama final de la novela, a Frank y su exmujer, ya que van de forma clandestina al apartamento de aquel para conocer algunos aspectos desconocidos de su vida. No hay nada raro en lo que ven dentro. Lo que marca esta escena es que Frank le pide a “X” que mantengan relaciones sexuales. Este hecho refleja muy bien la personalidad egocéntrica y repulsiva de nuestro protagonista.

Aparece otro personaje, Vicki (una enamorada pasajera), quien va a terminar por desfigurar la vida de Frank. Ella también vive de los fantasmas del pasado, no puede desprenderse de los recuerdos de su ex relación, y esto deteriora los sentimientos de ambos. Frank constantemente reniega sobre la importancia que le damos a algunas situaciones pasadas de nuestras vidas. Lamentablemente ello es lo que forma nuestro presente y posiblemente nuestro futuro:

“Lo que todos queremos en realidad es llegar a ese punto en el que el pasado ya no nos diga acerca de nosotros mismos y podamos seguir adelante ¿Acaso el pasado es representativo de la vida de alguien?”

La mayoría de los personajes están atrapados a las anclas del pasado, lo cual no les permite mantener una vida estable y segura. La única que parece mantenerse firme es “X”, quien luego de la separación con Frank, empieza una etapa de rejuvenecimiento gracias al deporte que practica, acompañada de sus dos hijos y de algunos hombres que la pretenden constantemente.

Considerado como gran heredero de Hemingway, Ford demuestra una gran destreza alegórica en los diálogos.  Los que más sobresalen son los de Frank y su exmujer, ya que están cargados de nostalgia, dolor, tristeza y fracaso. Al igual que en su corta novela “Incendios”, el escritor sabe mantener muy bien la tensión entre el lector y los problemas familiares de cada uno de los personajes. La relación que hay entre padres e hijos es incierta, lejana y llena de secretos que duelen.

La única muestra de pureza y sensibilidad que presenta Frank, es en los diálogos que mantiene con Paul, su segundo hijo. Hay una escena magistral en que hablan de Ralph, ya que aquel ha enviado un ave mensajera hacia donde esté su hermano muerto, y se presenta algo preocupado porque no sabe cuánto tardará en llegar, a lo que Frank actúa sabiamente al decirle una mentira que lo tranquiliza. A pesar de ello, se percibe una distancia entre ambos, debido a que este ronda la casa de “X” y sus hijos solo para percatarse si es que hay algún pretendiente en casa, no para intentar recuperar a su familia.

La incapacidad de amar con sinceridad es un elemento que destruye la vida de la mayoría de los personajes. El recuerdo del pasado son las heridas que aún nos hacen sangrar, algo que nos aterra, pero que en el fondo parece agradarnos.  

“El periodista deportivo” es una gran novela, por algo Raymond Carver llegó a escribir que Richard Ford “era el mejor escritor activo en nuestro país”.

Probablemente la narrativa norteamericana del siglo XX es la que posee una mayor variedad de estilo y temáticas, a comparación de los demás países. Esto le ha ayudado a enriquecer y consolidar una gran tradición que sirve como base a los nuevos escritores importantes que van apareciendo. Ford es un imprescindible para todos ellos.

Comentarios

Trending

Exit mobile version