Se quitaron las caretas. Renovación Popular, Avanza País, Fuerza Popular, PPC y Alianza para el Progreso son las mutaciones de un mismo virus: el modelo económico. El mismo modelo que hoy diezma el país, que lucra con el oxígeno y obliga, a los ciudadanos peruanos, a hipotecar sus casas, rematar sus autos y vender sus riñones. Sin embargo, este cónclave de partidos políticos —en promiscuidad con la prensa concentrada— quiere mantener el statu quo y busca endosar votos a la señora K.
Dicen que es por amor al Perú, que buscan salvar la democracia, que el modelo económico no se debe tocar. No han entendido, entonces, el voto popular; el gran descontento que se expresa en distintas regiones del país donde el chorreo económico nunca llegó. Creen que, persistiendo con el modelo, se puede capear el temporal. Buscan hacer unos ajustes, repartir migajas, mecer al electorado. Mientras tanto los monopolios, arropados por la constitución fujimorista, siguen lucrando —miserablemente— con el bolsillo de los peruanos.
Las mutaciones del virus se dividieron para la campaña electoral, le hicieron creer a los peruanos que cada uno representaba algo distinto. Diseñaron sus banderas, eligieron sus voceros y palabrearon al pueblo. Ahora, logrado el objetivo, el monstruo se compone, une sus partes dispersas y ruge exigiendo la defensa de sus privilegios.
No hay canal que no le haga contracampaña a Pedro Castillo, no hay noticiero que no “informe” de alguna falencia en Perú Libre. Por doquier aparecen los politólogos y asalariados detectando fallas en el ideario del partido del lápiz. Y los politicastros de siempre son entrevistados y pontifican sobre los peligros que se ciernen, si llega Castillo al poder.
Parece que, en plena pandemia, hemos regresado a los 90s. Psicosociales en las calles, luminosos paneles anticomunistas ejerciendo contaminación visual, el reciclaje naranja de los muertos vivientes de la década infame, el manoseo de la camiseta nacional y la prensa nacional intentando bajarse —como sea— a Pedro Castillo. Un panorama que recuerda los infaustos tiempos de la dictadura, donde las voluntades eran compradas. Es la antesala de un posible gobierno de la señora K. La atmósfera de los 90s ha retornado y se anuncia día a día en los periódicos. Pero —lamentablemente— no ha vuelto la alegría y el relajo: no han regresado las vedettes.