Están a medio camino o, hablando en rigor (salvo un caso), al principio de un camino, hay una sensación de limbo, no hay suspenso (¿lo lograrán?); se ven normales, no hay egos deformes, lo que sienten o lo que se nos permite ver es un gusto, un deseo, una disposición, unas cualidades, una vocación, una decisión, más que una ambición excesiva. Pero te preguntas: ¿y los vacíos, las carencias, los traumas? ¿O no hay nada de eso?
La cámara sigue sus pasos, las acompaña en sus recorridos, y la película sin duda es empática y simpática al igual que estas 5 mujeres de diferentes edades que comparten sin conocerse un sueño común. Me encuentro con una película modesta, sencilla, amable, casi dulce, en la que no suelen ser los momentos de las actuaciones, sino más bien los momentos más cotidianos, íntimos y familiares, los mejores.
En contraposición al retorcimiento emocional de las letras de los huaynos -rasgo característico no privativo de los huaynos por supuesto- el ramillete de protagonistas lleva una vida se diría muy tranquila. Así, nos son mostradas, una por una, y nunca se cruzan, nunca se encuentran, aunque siguen (se supone) el mismo camino. Mezclarlas (o unirlas) hubiera sido más sugestivo…
Shandú, la del ‘parecido con la desaparecida’ (Flor Pucarina) entrega las notas más significativas. Una declaración de amor a su perro Panchito podría ser el centro secreto de la película en tanto se trata de la exteriorización del vínculo afectivo más intenso. Shandú da ella sola para una película, por su transformación en mujer, no solo en cantante o artista. Ya saben, lo de ‘no hay arte sin transformación’. Y al menos el tema nominal de la película es ése: el deseo de transformación. Proceso no sencillo y no solo placentero.
Llego entonces a los límites de la película, su sencillez y hasta su ingenuidad, la ausencia del lado complejo, contradictorio, incluso oscuro, pues las cosas no son tan llanas y aproblemáticas en la vida de nadie. Qué sueño puede haber sin pesadilla.
Hay una duda o un temor de la cámara, un ¿me acerco más o no? Dado que somos psique en una piel, carne, cuerpo, percepciones sensoriales y sensuales, hubiera sido por demás interesante acercarse un poco más. Mirarlas un poco más. Para eso es el cine…
Un guiño a que las cosas no son tan… está hacia el final: el director del clip al borde del mar dándoles ‘un gracioso tratamiento’ a sus ‘objetos filmados’ (me acordé de ‘los actores son ganado’ de Hitchcock). ¡Por fin un poco de manipulación abierta! podría exclamar un espectador cínico o algo escéptico.
Teloneras es un cuento de hadas que termina cuando aún no se apareció el hada madrina con su varita mágica. Como todos la esperan -aunque no lo digan- no hay conflicto o drama. Es la protección de la burbuja. Por mi parte, creo en los poderes del documental para morder algo más de lo real, más allá de las convenciones y estandarizaciones. La corriente de simpatía captada y transmitida se agradece, no es un mal comienzo, pero no me resulta suficiente.