El poema de Ruiz Rosas me recuerda algo que dijo el escritor holandés Harry Mulisch: “Escribo porque mis libros constituyen mi segundo cuerpo, que me sobrevivirá, y todas las otras consideraciones son secundarias”. Así, el poema es el objeto o el cuerpo mágico, el magnífico superviviente, que es también comparable con una casa (ya que el lenguaje es la casa del ser), y por eso las imágenes de los diferentes ambientes de la casa son tan sensibles.
Ahora me pregunto qué clase de cuerpo, enmarañado o sutil, es una voz… Hablo de una voz, de una voz que me habla, ya sin cuerpo, ocupando, cierta e invisible, una casa… vacía… La voz llena la casa, pero no desaparece el vacío. La sola palabra de la sola voz se apodera casi ella sola de la casa toda, tan sola. El acompañamiento de la música es una punta sutil, entre la interrogación y el suspenso.
La voz del poeta brota de la radio, y aún más; aunque cercana, viene desde otro lado, del-otro-lado, para unir los dos lados, separados o rotos, que resulta tan difícil (o simplemente imposible) unir. Es un hilo, un puente, un salto. Un corte. Un corte en el aire. -Y los planos son rectángulos de casa y aire-.
Las palabras están solas, en la casa, como la casa, y no lo están; necesitan de nosotros, y nosotros necesitamos de ellas; pero para que un poeta sea un poeta, y para que un poema sea un poema, las palabras deben estar solas… (como diría Martín Adán: escuchando su propia voz). Las imágenes son la casa, y la caja, para que la voz (con voz o sin voz) suene, suene y resuene.
La radio, las palabras del poeta, la casa, las palabras del poeta en una radio, de regreso en su casa, en la emisión radiofónica, el poeta cuerpo-ausente y voz-presente en la grabación, leyendo sus versos, y las imágenes de la casa, de la casa donde vivió el poeta y donde quizá nació el poema, construido, a su vez, como una casa. Las imágenes de la casa: la ausencia del poeta a la vez que su huella. La ausencia del poeta: la presencia de sus palabras, el triunfo pálido o rotundo del poema.
El corto no deja a las palabras solas, los ojos necesitan una casa. El oído lleno de la voz salta al ojo que busca la imagen que no está. Los planos son como fotos, es un espacio aplanado, son tajadas de espacio, el corto es una suerte de foto-poema. Los planos, cerrados, cercanos, como hojas sobre la que la voz imprime y traza sus signos sonoros.