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CINE: «EL GRAN CONCIERTO» una comedia que te hará llorar de risa

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Andreï Filipov era un prodigio: el afamado director de la Orquestra Bolshoi, la orquesta más importante en Rusia. Hoy, a la edad de 50 años, continúa trabajando en el Bolshoi, pero haciendo la limpieza.

Durante la era comunista, fue despedido en el auge de su fama por rehusarse a deshacerse de todos sus músicos judíos—Sionistas y enemigos del Estado—entre ellos su mejor amigo Sacha Grossman. Andreï se hundió en el alcoholismo y la depresión.

El Director del Bolshoi, un viejo apparatchik (funcionario del partido comunista), le ha venido prometiendo a Andreï un “pronto” retorno a la dirección de la orquesta, pero sólo se está burlando de él, humillándolo sádicamente. Para él, Andreï es una reliquia del pasado, y le está haciendo un gran favor al mantenerlo como encargado de la limpieza.

Un día Andreï encuentra un fax que contiene una invitación para que la orquesta se presente en el  Pleyel, en Paris, en dos semanas, para reemplazar a la indispuesta Filarmónica de Los Ángeles. A Andreï se le viene una descabellada idea: reunir a sus viejos amigos, un ecléctico grupo de empobrecidos músicos luchando para ganarse la vida en Moscú trabajando como conductores de taxis, en servicios de mudanzas, como vendedores ambulantes, proveedores de efectos sonoros en películas pornográficas.

Ellos irán a Paris haciéndose pasar como el Bolshoi. ¡Retarán a sus destinos y tendrán su venganza! ¿Lo lograrán?

Acerca de la Producción

EL GRAN CONCIERTO fue concebido a partir de un concepto muy simple: una orquesta Bolshoi falsa aterriza en Paris. “Fui contactado por un productor que me presentó una sinopsis. Me encantó la idea central, pero no me gustó el resto. Le pregunté a este productor si me permitiría desarrollar mi propio guión basándome en esta idea y me dio su consentimiento,” explica el escritor/director Radu Mihaileanu.


El productor Alain Attal se involucró en el filme después de que Mihaileanu le dio un giro al concepto original. “Me agradó mucho la manera en que el guión manejaba una gran historia a través de las pequeñas historias de estos coloridos personajes, quienes nunca se dejan derrotar…  Después de reunirme con Radu, decidí comprar los derechos.”

Mihaileanu y su colaborador, Alain-Michel Blanc, viajaron a Rusia a reunirse con gente que les daría la inspiración para crear los personajes del filme. En el comienzo, el director tenía la idea de filmar la película en inglés con estrellas de Hollywood. “Radu quería hacer una película entretenida y comercial. Pensó que hacerla en inglés la haría más universal y le permitiría alcanzar una audiencia más amplia,” dice Attal. “Trabajamos en una versión en inglés del guión con Matthew Robbins, quien hizo un trabajo extraordinario, pero pronto nos dimos cuenta que el idioma inglés haría más artificial al filme. Poco después del Festival de Cine de Cannes del 2007, decidimos que lo mejor sería filmar en los idiomas originales: ruso y francés. También nos dimos cuenta que tener personajes rusos hablando francés anticuado crearía momentos geniales de comedia.”

Alain también encontró otros elementos de comedia en el guión de Radu. “A Radu le preocupaba que no hubiera suficiente humor. Yo traté de darle seguridad, diciéndole que no necesitamos un chiste cada dos minutos para provocar risa. Sólo la idea de este grupo de perdedores reunidos por un director de orquesta para tocar Tchaikovsky en el Chatelet es una situación muy graciosa.”


El  Elenco

Con el guión asegurado, Attal y Mihaileanu comenzaron a buscar el elenco para el filme. “Algunos papeles eran muy obvios, como François Berléand para el Director del Chatelet o Lionel Abelanski como su asistente,” dice Attal. “Conocí a Radu hace dos o tres años e inmediatamente sentimos que estábamos en el mismo plano mental.” explica François. “También tenemos el mismo sentido del humor… Cuando él mencionó EL GRAN CONCIERTO, me dijo que el papel del director del Chatelet era para mí. Me conmovió mucho. Yo sabía que Alain Attal iba a producir el filme y he participado en sus proyectos con frecuencia, así que todo se dio de manera muy natural.”


Radu y Mihaileanu pensaron inmediatamente en Miou Miou para el papel de Guylène De La Rivière. Miou Miou se sintió muy atraída por el guión, “es uno de los guiones más hermosos que he leído. Sentí que era chistoso, original y ambicioso. Me sentí muy orgullosa de formar parte de esta aventura”. Acerca de su personaje, ella nos dice, “Guylène es muy ruda, muy demandante. Al principio piensas que así es su carácter, pero poco a poco comienzas a entender que hay razones detrás de su amargura. Ella carga con un secreto de mucho peso, y como resultado, está en el centro del misterio del filme. Puedes entender las razones que hacen a estos músicos rusos querer regresar a Paris a tocar ese concierto de Tchaikovsky.”

Attal y Mihaileanu tuvieron que pensar mucho acerca de quién encarnaría el papel de la joven virtuosa de Guylène, Anne-Marie Jacquet. El papel fue otorgado a la estrella de INGLORIOUS BASTERDS, Mélanie Laurent. Laurent estaba muy emocionada de tomar el reto, “Cuando leí el guión, me sentí inmediatamente hechizada por esta pandilla de personajes eslavos… me sedujeron los intercambios constantes entre momentos cómicos y momentos llenos de sentimientos. El guión trata muchos temas que me tocaron el corazón: el comunismo y el idealismo de esperanza que representaba, los ideales caducos a los que alguna gente todavía se aferra, el poder de la Mafia Rusa, etc… Me gustó el tema político detrás de la comedia y la ligereza. También la idea de tocar un instrumento—aunque sólo fuera hacer la mímica—era muy atractiva.”

A diferencia de otros papeles, Attal y Mihaileanu no tuvieron problema alguno a la hora de buscar el actor para el papel principal del conductor Andreï Filipov. El papel se le otorgó a Aleksei Guskov, quien nunca antes había oído hablar del director. Acerca de interpretar a Filipov, Guskov dice, “él posee todas las debilidades humanas: es un hombre ordinario arrojado a circunstancias extraordinarias. Su esposa y él tienen un lazo muy fuerte… A lo largo de su vida, mi personaje siempre ha hecho todo por sí solo, pero nunca podría haber sido exitoso de no haber tenido a alguien cercano a su lado.” El papel de Irina Filipovna lo ganó Anna Kamenkova, quien estuvo muy impresionada por el amor de su personaje hacia su esposo y especialmente su fe. “El amor y la fe le permitieron encontrar la luz en las situaciones más difíciles. Detrás de un exterior bastante severo, ella es un alma muy sensible.”


Además de su esposa, Filipov también encuentra apoyo en su fiel amigo, Sacha Grossman, interpretado por Dmitry Nazarov.  Él explica que Sasha es “una fuente de emociones, de sangre caliente, un niño con una carga nuclear adentro”. Nazarov disfrutó especialmente el lazo entre Sacha y Alexei, “En este par, Sacha es el seguidor. Él cuida a su amigo, no debido a que es más viejo o con más experiencia, sino porque en verdad lo quiere, adora su trabajo…  Esa es la razón por la cual le perdona todo y hace todo lo que está en su poder para protegerlo.” Completando el elenco se encuentra Valery Barinov como el representante obsesionado con Paris, Ivan Gavrilov. Barinov describe a su personaje como un “apasionado aventurero.”


Anécdotas del Rodaje


Una vez que comenzó la producción del filme, todos tuvieron que superar las barreras del lenguaje entre el elenco y el equipo de filmación, quienes estaban divididos entre franceses y rusos. Barinov comenta de este reto, “esta filmación fue muy inusual ya que no hablábamos el mismo idioma… Tuvimos momentos muy graciosos. Cuando estábamos en el set y el intérprete traducía todo lo que se decía, todo marchaba perfectamente y yo sentía que entendía [a Radu] bien. Pero afuera, cuando no teníamos traductores, nos era imposible comunicarnos.”

Guskov comenta acerca de su experiencia, “nos llevamos de maravilla con los actores franceses. Bebimos mucho vino, comimos queso e intercambiamos muchas bromas. Fueron unos colaboradores excepcionales.” Conforme transcurrió el rodaje y el grupo se fue conociendo, las barreras del idioma dejaron de ser un problema para Guskov. “Aunque al inicio Radu y yo necesitábamos un intérprete, hacia el final de la filmación él ya sólo tenía que mirarme a los ojos y yo ya tenía muy claro lo que necesitaba de mí. El intérprete ya no era indispensable.”


Dmitry Nazarov hizo el acercamiento más sencillo debido a su habilidad para habar francés. “El hecho que yo hablaba francés me ayudó a comunicarme con los otros actores, así como con el director y el resto del equipo de filmación.” Sin embargo, Nazarov enfrentó otros retos lingüísticos, “Aprendí mis parlamentos en francés correcto y entonces posteriormente tuve que traducir cada línea al mal francés que mi personaje habla. Creo que eso hubiera sido mucho más fácil si yo no hubiera hablado francés para empezar.”


Para su papel como Gavrilov, Barinov tuvo que aprender a hablar en francés anticuado. “Fue muy difícil, generalmente yo me memorizo mis parlamentos bastante rápido; en ruso ni siquiera tengo que memorizarlos. Sólo me basta leerlos una vez y ya estoy listo. Para este papel, tuve que memorizarlos palabra por palabra. Incluso con estupendos entrenadores vocales en Paris y Bucarest, me preocupaba mucho que nadie entendiera lo que estaba diciendo.”


Además de aprender nuevos idiomas, algunos de los actores tuvieron que transformarse en músicos. Interpretando a Anne-Marie Jacquet, Mélanie Laurent tuvo que convertirse en una virtuosa violinista. “Entrené durante tres años con una maestra magnífica, Sarah Nemtanu, primer Violín en la Orquesta Nacional Francesa, quien se convirtió en una gran amiga. Gracias a ella, tuve la oportunidad de vivir con una orquesta y aprender como funciona. Me ayudó mucho a entender al personaje y adquirir técnicas de como sujetar el violín y el arco.” Laurent tuvo muchos retos que superar en su proceso de preparación para interpretar a Jacquet. “Soy zurda y el violín es el único instrumento que no se puede invertir. La mano derecha toma el arco, lo cual fue una pesadilla para mí. Era un movimiento tan incómodo que casi me dio tendinitis.”


Durante la producción, al elenco y al equipo de filmación se les brindó la oportunidad de filmar en locaciones históricas, como las Oficinas Centrales del Partido Comunista Francés, el Theatre Du Chatelet y la Plaza Roja. Barinov habla acerca de filmar en la fachada de las Oficinas del Partido Comunista Francés, “Me impresionó mucho su tamaño y forma masiva. Inmediatamente te da la sensación de que esta construcción alberga a una institución importante… Me conmovió muchísimo el poder filmar en la Plaza Roja, ya que, aunque parezca extraño, casi nunca voy allí. Llegamos allí muy temprano en la mañana. Era un día hermoso y estábamos a punto de partir hacia Paris, por lo que fue particularmente conmovedor.”


Pero filmar en Rusia tuvo sus complicaciones. “Todo es tan complicado allá”, explica Attal. “Descubrimos que la Plaza Roja fue cubierta de pasto artificial para la final de la Champions League tan sólo unos días antes de que teníamos planeado filmar allí y ¡nadie se tomó la molestia de avisarnos! Tuvimos que mover todas las fechas. Fue entonces que decidimos empezar una coproducción con Rumania, donde filmamos gran parte de la secuencia de Moscú en cuatro semanas. En Moscú sólo hicimos las tomas de exteriores.”


La secuencia final del filme, el concierto, fue filmada en locación en el prestigioso Theatre Du Chatelet en Paris. “Al principio, la gente del Theatre Du Chatelet estaba un poco renuente con la idea de un equipo de filmación invadiendo sus premisas. Pero una vez que leyeron el guión, se portaron de maravilla. Nos hicieron sentir muy bienvenidos. Filmamos de noche y de día por un par de semanas. Nos apropiamos completamente del lugar. Alexei Guskov se sintió muy conmovido por tener la oportunidad de filmar en un teatro de tanto prestigio, “Al principio me dio miedo, mucho miedo. Después me llené de emoción.”  Miou Miou dice, “¡Fue una experiencia maravillosa! Sólo Radu podría conseguir permiso para filmar adentro del Chatelet. Yo solía regresar en los domingos a oír los ensayos. Eran momentos mágicos…  Cada vez que paso por ese vecindario no puedo resistir acercarme a la entrada de los artistas, la que conduce hacia el escenario.”



Acerca de la música de la película


La pieza interpretada por el Bolshoi en el Theatre Du Chatelet es el Concierto para Violín y Orquesta de  Tchaikovsky, adaptado por el compositor Armand Amar especialmente para el filme. “Fue un verdadero reto,” dice Amar, “empezamos con la versión completa de la pieza, la cual dura 22 minutos. Logramos reducirla a 12 minutos, tratando de evitar que Tchaikovsky nos maldiga desde su tumba. Esto nos obligó a analizar el Concierto de manera profunda… tuvimos que encontrar una conexión entre los crescendos del Concierto y los sentimientos que Radu quería provocar.” Amar tenía sus temores acerca de alterar un Concierto tan venerado. “Es un poco sacrílego tocar una pieza como esa. Conozco muy bien el trabajo de Tchaikovsky. Al igual que él, he compuesto muchas piezas para el ballet. Pero él no es un compositor que pertenece a mi cultura. Me siento mucho más cercano a Stravinsky y Prokofiev.”


El Concierto de Tchaikovsky afectó a todos los actores en el concierto. Antes de sumergirse en la vida de Anne-Marie Jacquet, Laurent no conocía mucho de la música clásica, pero ahora se dice una ávida escucha. “Ahora me da mucho placer oírla, y como yo también compongo música, ahora disfruto mucho poder detectar al violín principal en una pieza…  Desató algo en mí y me hizo descubrir algo que estará por siempre dentro de mí. Hasta el día de hoy sigo oyendo el Concierto de Tchaikovsky de principio a fin.” Este filme también marcó la introducción de Miou Miou al mundo de la música clásica. “El filme me enseñó a apreciarla, creo que para toda la vida. Este tipo de música satisface a todos tus sentidos. Gracias a este filme, pude comprender que el intérprete es tan importante como el compositor.”


EL GRAN CONCIERTO

 

Una Conversación con el  Escritor/Director RADU MIHAILEANU

 

¿Cómo fue el proceso de escribir el guión?

Mi colaborador Alain-Michel Blanc y yo fuimos a Rusia por dos semanas para conocer a la gente que sería la inspiración de nuestros personajes. Esto nos dio una enorme cantidad de frases, escenas e ideas que acabaron estando en el guión final. Eso fue en el 2002, antes de la filmación de GO, SEE AND BECOME.


Cuando Les Productions du Trésor tomó control del proyecto, estuvimos contemplando la posibilidad de filmar la cinta en inglés con actores estadounidenses. El destino tenía otro plan en mente y acabamos regresando la historia a sus idiomas originales: francés y ruso. De cualquier manera, la estructura del guión mejoró mucho con la llegada del nuevo trío: Alain Attal, Alain-Michel Blanc y yo.


En EL GRAN CONCIERTO, otra vez nos encontramos con el tema de “impostura positiva,” esta vez con la creación de una orquesta falsa…

Es un tema que se ha apoderado de mi trabajo sin darme cuenta. Tal vez tiene que ver con el hecho de que mi padre, cuyo apellido era Buchman, se vio obligado a cambiar su nombre durante la guerra para poder sobrevivir. Se convirtió en Mihaileanu para poder enfrentase primero a los Nazis, luego a Stalin. Aunque veo esto de manera positiva, existe dentro de mí un conflicto entre estas dos identidades. Por otra parte, he sufrido mucho el hecho de ser considerado un extranjero en cualquier lugar que esté—en Francia o en Rumania—y por supuesto en cualquier otro lado del mundo. Hoy en día esto lo veo como una ventaja y me siento feliz siendo ambos local y extranjero. Esa es probablemente la razón por la cual mis personajes tienen grandes dificultades al principio y deben pretender ser algo que no son para así poder liberarse y construir puentes hacia otras personas.

 

Desde el comienzo, el filme introduce un poco de ironía con una demostración de viejos comunistas que, de hecho, son extras.

Cuando Alain-Michel y yo estuvimos en Rusia, nos impresionó mucho una demostración que toma lugar cada domingo en la mañana en Moscú y que resume la paradoja de la nueva sociedad Rusa. Por un lado, están los viejos comunistas, con mucha nostalgia por esa era, y los que venden sus medallas y trofeos tanto a los demostradores como a los turistas, y por el otro lado, están los capitalistas extremistas. Y en esa gran variedad de gente, algunos se pierden. Encuentro este contraste tanto cómico como trágico.


A través de la metáfora del concierto, el filme habla acerca de la relación fundamental entre el individuo y el grupo.

Mientras hacíamos la mezcla de sonido, me di cuenta que la metáfora también existe en la elección del programa: el “Concierto para Violín y Orquesta” de Tchaikovsky. Es la relación entre el individuo y la comunidad, lo que nos lleva de regreso a la crisis que se vive hoy en día. Llegamos al último grado de individualismo y los seres humanos nos hemos desconectado del resto del mundo. Les gustaría mantener los derechos fundamentales del individuo, y regresar al mismo tiempo a una sociedad que sea un poco más unida. Yo descubrí que el concierto de Tchaikovsky no podría ser harmonioso sin el violín y la orquesta no se complementan el uno al otro—si el violín no suena bien, la orquesta se descompone, y viceversa. Los dos están entrelazados. La crisis actual demuestra esto de una manera violenta; el lazo entre el individuo y el colectivo debe ser muy fuerte y para lograr hallar armonía—o felicidad—debemos tratar de tocar en unísono lo más que sea  posible.


Esta armonía también se construye  a través del intercambio entre los Rusos, los Gitanos y los Franceses, cada quien con su muy particular visión del mundo…

Esto es lo que llamamos “intercambio intercultural”. En una sociedad, como es el caso de Francia, la mezcla de culturas es omnipresente y contiene mucha riqueza, así como también, muchas dificultades. Así es nuestro mundo hoy y esto se acentuará en el futuro. De esto trata el filme: una pandilla de perdedores de Moscú: Rusos, Gitanos y Judíos, aterrizan en Paris, y los encuentros entre la cultura eslava del este de Europa y la Occidental están llenos de riqueza. Desde el principio, el choque es explosivo: los “bárbaros” del Este aterrizan en el país de los “civilizados.” Al final, a pesar de la fricción, la belleza y la luz, emergen de este encuentro. EL GRAN CONCIERTO expresa esta armonía nacida de este choque de culturas.


¿Cómo definirías esta “armonía esencial” de la cual Andreï habla tanto?

Mis personajes rusos aspiran a alcanzar la “armonía fundamental” después de haber sido desterrados de la sociedad. Todos hemos estado allí en algún punto de nuestras vidas, golpeados por la vida, ‘en la lona’ como dicen en el boxeo. Es muy difícil volverse a levantar y eso es precisamente lo que mis personajes intentan hacer. Primero tratan de recuperar su confianza en sí mismos, y luego tratan de regresar a ser personas provechosas. Todo con el fin de alcanzar una vez más la armonía fundamental, aunque sea por un momento, por la duración de un concierto, para probarse a ellos mismos que aún cuentan con suficientes fuerzas para soñar. Es una pequeña victoria sobre la muerte que nos espera en cada esquina.

 

¿Cómo definirías el humor del filme?

Mi tipo favorito de humor es una respuesta al sufrimiento y a los problemas. Para mí, el humor es un arma jubilosa e inteligente, una gimnasia para el espíritu, en contra del barbarismo y la muerte. El gemelo de la tragedia. En el filme, el humor se origina de una herida infligida a Rusia hace treinta años, en la Unión Soviética de Brezhnev. La gente fue humillada y marginada. Más allá de su tragedia, y gracias al humor, los protagonistas de EL GRAN CONCIERTO tienen la fuerza para aspirar a alcanzar sus sueños. Para mí, esta es la más bella expresión de energía vital.


Explica los contrastes entre los sets rusos y los franceses.

Intentamos diferenciar entre ambas sociedades a través de los sets, el vestuario, la iluminación, el sonido y la dirección. En Rusia, los vestuarios son ambos coloridos y “fuera de lugar,” anticuados, a menudo con líneas caóticas.  Paris es más luminosa, a menudo dorada, “contrastante” y compuesta en su gran mayoría por líneas rectas. Por ejemplo, cuando los rusos llaman al director del Theatre du Chatelet por teléfono, están en un patético closet en el sótano del Bolshoi, en medio de una gran cacofonía, mientras que la oficina del director Parisino con el que están hablando es casi totalmente blanca, amueblada a la última moda, impecable, compuesta de líneas perfectamente derechas. Mientras que los rusos viven en la imperfección, el francés, interpretado por Berléand, lo hace todo a la perfección. Consecuentemente, a los rusos los filmamos con cámara en mano. Se encuentran en constante movimiento, “mal encuadrados,” mientras que Duplessis y su equipo son filmados siempre de manera simétrica, con una cámara amarrada o en un movimiento cuidadosamente coreografiado. También me gusta el contraste en la escena del restaurante entre Andreï y Anne-Marie. Me recuerda el día que llegué a Francia: Andreï lleva puesto un traje nuevo pero se ve demasiado grande y de otra época, él está presentable, quiere ser digno de esta cena. Anne-Marie lleva puesta una bonita blusa plateada, simple, moderna y sobria. Sus joyas brillan como sus ojos en las luces que la rodean. Andreï parece un parche oscuro en la Ciudad de las Luces.


La manera en que los rusos se adueñan del idioma francés es muy graciosa.

De nuevo, la inspiración fue la vida real. Cuando yo era niño, aprendí francés de una mujer francesa de setenta años quien había abandonado Francia en su juventud para perseguir a un rumano del que se había enamorado. Ella hablaba en un francés que ya no se usa, por lo que yo aprendí un tipo de francés muy literal y anticuado. Cuando llegué a Francia, yo usaba las expresiones más arcaicas, las mismas que mis personajes usan en el filme. Le agradecí mucho a una mujer que me ayudó a conseguir mi visa de entrada diciéndole “Te cojo muy afectuosamente” (“Je vous baise chaleureusement”—el verbo “baiser” ya no se usa para darle el significado “besar” sino se usa en caló para decir “fornicar”).  Mis personajes creen que hablan bien francés pero es apenas comprensible. Pensé que podía aprovechar esto para generar mucha comedia. También fue una manera de hacerle homenaje a una generación que creció adorando la cultura francesa pero ya casi es inexistente.

 

Cada personaje Ruso tiene su francés particular.

Sí, hay tres estilos diferentes con los que nos divertimos mucho a la hora de escribir. Iván cree que su francés es perfecto, pero debe de haber sido educado por una vieja dama francesa en los años cincuentas.  Usa oraciones pomposas, y logra darse a entender, claro, siempre con uno que otro error de gramática. Andreï, quien no habla tan bien, de alguna manera mantiene una preciosidad arcaica, puntuando cada oración con un “n’est-ce pas.” Finalmente, está Sacha, cuyo vocabulario es muy limitado y sólo habla un francés roto, ensalzado con varias palabras en ruso.


A través de la comunicación, también cuestionas los valores contemporáneos.

Siento que desde que terminó el siglo 20, no le hemos puesto suficiente atención a la creación de los nuevos instrumentos de comunicación, el mundo virtual. El mundo virtual fue lo que provocó la crisis actual.  Hacemos a un lado los valores importantes como el trabajo, el tiempo, la amistad, el amor, el conocimiento, y su en lugar adoptamos valores más virtuales como el dinero, la información, un paso frenético, la comunicación y la adquisición de nuevas herramientas. Pienso que los seres humanos tienen la necesidad de regresar a los valores reales. Que los asuntos del Otro son la verdadera riqueza, y tratan de reestablecer un balance entre el individuo y la comunidad. Traté de mostrar que sin amistad, sin el encuentro entre culturas, es imposible alcanzar la felicidad.

 

¿Puedes contarnos cómo fue el proceso de dirigir a los actores?

Necesitaba flexibilidad durante la preparación. Hice ensayos desde las primeras etapas. Inicialmente tuve que hacerme respetar por lo rusos, quienes llegaron muy seguros de su superioridad y de su increíble tradición. Era sólo un juego, me estaban probando. Rápidamente se dieron cuenta de que sabía exactamente lo que quería, de que yo también era del Este y que estaba allí para ayudarlos. De allí en adelante tuvimos una muy buena colaboración y estuvieron fantásticos. La segunda lucha de poder fue entre François Berléand y los tres actores rusos que querían controlarlo de alguna manera. Confundido al principio, François recuperó el control y a través del humor les mostró su increíble rango como actor. Estuvo brillante, meteórico. Los impresionó mucho e inmediatamente logró que le mostraran el mismo respeto que él les daba a ellos.


¿Cómo fue trabajar con Mélanie Laurent?

Ella me ha encantado en todo lo que ha trabajado, particularmente en la cinta de Philippe Loiret DON’T WORRY, I’M FINE. Pero creo que este es su primer papel de gran mujer. Realmente tratamos de construir el carácter de una mujer verdaderamente libre. Quiero darle las gracias por todo lo que me dio, ella es sencillamente sublime. Y estén atentos… ¡tiene todo para ser una gran estrella!


El filme trata del trágico destino de artistas e intelectuales de la Rusia de Brezhnev.

Aunque comenzó a soplar un poco de viento de libertad casi diez años antes de la Perestroika, el gobierno de Brezhnev fue inmensamente represivo. Cada régimen totalitario teme que las opiniones de los intelectuales contaminen a las masas y motiven una revolución. Brezhnev no confiaba en los judíos, entre otros, ya que ellos tocaban temas delicados y eran susceptibles a las opiniones de sus familiares que vivían en el extranjero. Esa es la razón por la cual se deshizo de los músicos Judíos de la Orquesta Bolshoi, así como de los rusos que trataron de defenderlos. Yo quería mostrar que un hecho que puede pensarse insignificante, como el despido de un director de orquesta y de músicos judíos, puede provocar un trauma terrible para toda una generación, del que le puede tomar treinta años recuperarse. Ese es el caso de los destinos rotos de muchas personas del bloque de países de Europa del Este.


Sentimos en un trabajo a un iconoclasta que quiere sacudir convencionalismos.

Creo que la vida esta compuesta de reglas, y al mismo tiempo de momentos donde las reglas deben desobedecerse. Mis personajes no tienen nada que perder. Su única opción es ser ingeniosos. Están condenados a ser innovadores para poder progresar. De allí en adelante, todo es posible, incluso si eso implica romper leyes establecidas. Falsifican sus pasaportes, no acuden a los ensayos, se ven involucrados en todo tipo de transacciones ilegales. Todos mis personajes tienen un lado poético, pies en el suelo y cabeza en las nubes, porque creo que es imposible separar el mundo de la realidad del de la imaginación.


Como siempre, juntaste varios actores de distintas procedencias.

Sí. Primero, tenemos a cinco actores rusos formidables, quienes son grandes estrellas en su país. Me impresionó su habilidad para expresarse interna y externamente con su físico. Después tuve la gran suerte de contar con varios actores franceses excepcionales. Pero lo que fue en verdad asombroso fue observar estas dos escuelas de actuación, las cuales poco a poco comenzaron a entenderse. ¡Y no estoy olvidando a mis amigos los actores rumanos! Fue una mezcolanza brillante.

 

¿Cómo estuvo la filmación?

Filmamos en Rumania alrededor de tres semanas; reconstruimos casi todas las partes de Rusia allí, ya que se hizo muy complicado filmar en Rusia. Aún así, necesitábamos filmar durante dos días en Moscú tomas de la calle y de la Plaza Roja. Algo nos pasó allí, digno de un filme, un día antes de la fecha planeada para filmar allí aún no teníamos autorización, aunque la habíamos solicitado seis meses antes. Milagrosamente, gracias a la intervención de Alexeï Guskov, todo se desbloqueó, tuvimos la Plaza Roja para nosotros, lo cual es algo inaudito. ¡No paramos de reír, fingiendo que éramos el equipo de filmación de una película de James Bond!

 

¿Y en Paris?

Este fue mi primer largometraje en Paris, donde trabajamos un total de ocho semanas. Debo mencionar que el Theatre du Chatelet nos dio una cordial bienvenida, desde la gerencia hasta los tramoyistas, no tenemos más que la mayor admiración hacia ellos. Espero que el filme le haga el tributo que este teatro se merece; también espero que este mágico lugar sea redescubierto.


¿Cómo te preparaste antes de filmar el concierto final?

¡Fue una pesadilla que duró seis meses! Estaba verdaderamente aterrado de esta etapa ya que el filme termina con el concierto y eso es lo que quedaría grabado en la mente de las audiencias. Tenía que hacerlo bien. Y eso, sin mencionar el hecho de que nunca antes había filmado un concierto de música clásica. Comencé viendo cualquier filme sobre música, DVDs de conciertos, música clásica, rock, etc. Aprendí muchísimo: el “lenguaje,” la importancia de cada instrumento, en que momento debe ser filmado y de que manera para que sea efectivo a nivel dramático.  El reto fue tratar de ser lo más espectacular y moderno, al mismo tiempo siendo fiel al drama y a los personajes. Después trabajamos con instructores musicales para que los actores pudieran pasar por músicos de manera creíble. Preparamos la continuidad de la edición, toma por toma. Todos teníamos varios bocetos que indicaban los roles de cada quien, siempre de acuerdo a las barras musicales. Cuando llegó la hora de la filmación, trabajamos con tres cámaras, cada una con la labor de centrarse en un músico o en una sección en particular. Y el hecho de sólo contar con cuatro días para hacerlo lo hizo todavía más difícil. Por último, yo también tenía que tomar en cuenta los flashbacks para que pudieran ser agregados en la edición, hasta el último segundo, al mismo tiempo que debíamos tomar en cuenta los acentos musicales.

 

Esta es tu segunda colaboración con el compositor Armand Amar.

Yo considero que la música es el alma verdadera de un filme, la parte invisible que no es revelada en las imágenes, la historia secreta. En EL GRAN CONCIERTO, estaba la música clásica existente que debía ser adaptada para el filme y además la música original. Al igual que yo, Armand siente mucha curiosidad hacia otras culturas. Yo sentía que el espíritu eslavo debía sentirse en la música. Escuchamos mucha música rusa: litúrgica, soviética y contemporánea. Al final la banda sonora incluye música sinfónica, música moderna, música Gitana, y algo de coral para traducir el paso del tiempo y tener un contraste entre el presente y el pasado. De hecho, el ritmo del filme es musical. Espero que conecte con la música que todos llevamos dentro, y que los niños ya no le tengan miedo a la música clásica mientras que continúan disfrutando los demás géneros.

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