La idea de que documental y ficción son una sola cosa, o dos aspectos o partes de una misma unidad, de que el uno y la otra nunca pueden separarse de todo y que por tanto lo más inteligente es mezclarlas, re-unirlas, o mejor dicho usar ambas: vivir en ambas, se siente de manera muy fuerte, muy fresca y sorprendente en De cierta manera. Esa claridad teórico-práctica constituye su más alto valor.
La transparencia compleja de la película es la prueba.
Uno podría jugar a clasificar distintas escenas de la película en una y otra orilla, y se puede hacer, pero lo que se descubre a continuación es que las zonas de fusión e indeterminación son de hecho lo más interesante.
El aspecto más documental está en las imágenes de apertura con la vida de la ciudad y la gente expuestas en tomas rápidas, también toma la forma de cine-encuesta a las personas digamos reales y en condiciones ‘naturales’ y por último adopta la forma de ‘informe’, de rápida y precisa exposición histórica desde la instancia de ‘verdad’ que supone el sentido común o principio de realidad nuevo que ordena el mundo, la ideología o filosofía en la que descansa la revolución cubana.
En lo que podríamos llamar relativamente lo más ficcional está el encuentro de una profesora de clase media y un hombre ‘del pueblo’, la relación que establecen ambos por una parte, y por la otra el conflicto de ella como profesora al querer aplicar desde su diferencia de clase un rigor ‘poco estratégico’ con personas menos educadas y con vidas harto más difíciles que la suya aunque sea con la buena intención de mejorarlas y corregirlas.
Además del conflicto de lealtades entre el hombre de pueblo y un amigo suyo a quien al final ’traiciona’ en un sentido de complicidad machista para supuestamente no traicionar los valores de honestidad encarnados en ese momento en la revolución y más en concreto en sus compañeros de trabajo. Pero como se verá ni siquiera la cosa es exactamente así.
El uso de la música podría interpretarse como otra fuente de sabiduría. O como una concesión relativa de tipo sentimental. Es como otra voz, no tan revolucionaria, que habla de esos otros valores arraigados en la psique de ese pueblo.
Es uno de los temas de la película: la mentalidad que aún pervive en algunos sectores de la población y que se manifiesta asimismo en valores irracionales, conservadores y egoístas.
La idea de que la Utopía ya estaba siendo tocada por las manos de los cubanos, la idea de que el proceso revolucionario ya estaba en marcha y que si bien había dificultades se trataba de un proceso sin marcha atrás, irreversible, vistos desde hoy lucen entre conmovedores y extraños.
Queda la no-conclusión o la conclusión doble y contradictoria y por supuesto dialéctica: la imagen repetida de la destrucción de un antiguo barrio para construir otro nuevo, y la pareja ‘intercultural’ y sus problemas para entenderse, como ideas o imágenes que no niegan la ambigüedad de lo real. La película se cierra así, sin cerrar las interrogantes. Lo que es parte nada desdeñable de su grandeza.