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Churarina en el Qorikancha

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El Qorikancha en la ciudad del Cusco fue y sigue siendo un espacio espiritual. El “Reciento del Sol” albergaba lo más solemnes rituales de la religión andina. A la invasión española, y conocedores de la trascendencia del espacio en el ideario colectivo, la orden de los dominicos tomó posesión del mayor adoratorio solar hasta el día de hoy. Sus paredes ostentan obras de arte del periodo virreinal pero también la resistencia cusqueña desde la sensibilidad en sus expresiones culturales.

Si hablamos del Qorikancha, las churarinas no solo pueden ser las hornacinas donde los Incas colocaban “sus cosas”. Siendo un espacio sagrado, inexorablemente debemos realizar un ejercicio mental para ubicarnos en el contexto propicio que permita seguir al artista de ésta intervención, Augusto Navarro:

«Estando frente a las hornacinas alineadas que se encuentran en los templos del Rayo y el Arcoíris del Qorikancha, podemos abrir un portal a deidades y dimensiones de color, música. Presencias del lugar que forman parte de la memoria que continúa celebrando su armonía».

Churarina es una video-instalación para ser apreciada individualmente parado sobre la piedra central del templo del Rayo en el Qorikancha. Durante cuatro minutos somos testigos del vuelo creativo de este artista, quien adhiere magistralmente los más sofisticados elementos de la tecnología a la profunda cosmovisión andina sus símbolos y metáforas.

Augusto Navarro es de aquellos cusqueñistas que desde el teatro erigieron un hogar en el Cusco. Tengo la suerte de ser testigo de aquel trabajo, que de forma tan particular ubicó una propuesta no vista en el Cusco. Simbiontes, junto a la bailarina Marisol Zumaeta dejó un precedente para quienes cultivan el arte más allá de egos personales. Tradición y modernidad no se contradicen, progreso y cultura no son antagónicos, tecnología y espíritu no siempre serán opuestos. Con ambos artistas hemos vivido experiencias laborales en el mundo de la museografía y puedo dar fe de que ésta nueva propuesta de Augusto es la alegre consecuencia de su amor a nuestra historia y su fina técnica y sensibilidad en el videoarte.

El artista de Churarina busca transformar la imagen en una experiencia multidimensional, rica en texturas y formas con el fin de recuperar la sensorialidad de la experiencia artística. Es el deseo vivo de explorar nuevos senderos para desarrollar nuevas historias o una serie de significaciones abiertas o conceptuales que permitan seguir produciendo arte en la ciudad genital del continente.

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