Por: Raúl Villavicencio H.
De sangre española e incaicos sus latidos, bisnieto de Francisco de Zela, precursor de la independencia peruana, José Santos Chocano tuvo una vida calificada por muchos como “rocambolesca” por su frenesí en el ámbito político, marital y por supuesto literario. Un adelantado para su época solamente comparable a un “rockstar” con bigote de estilo francés.
Seguramente, estimado lector, en su etapa escolar declamó alguno de sus poemas en una presentación por Fiestas Patrias. Las infaltables “Blasón” o “Los caballos de los conquistadores” tuvieron que ser memorizadas para deleite de las profesoras y de los padres de familia, sin conocer a profundidad todo lo que significaban esos versos escritos por el poeta limeño hace casi un siglo atrás.
Su vida, y también muerte, jamás pasó desapercibida, pudiendo bien juntarse muchos momentos de su vida para la elaboración de una película que linde con lo inverosímil.
Nació en plena Guerra del Pacífico. Encarcelado años después en una celda submarina del Real Felipe por su oposición al gobierno del general Andrés Avelino Cáceres. En su etapa de diplomático viajó por distintos países como Colombia, España, Cuba o México, siendo en este último país secretario del revolucionario Pancho Villa. Se salvó por un pelo de ser fusilado en 1920 por colaborar con el dictador guatemalteco Manuel Estrada Cabrera. Ya de vuelta en el Perú se declaró simpatizante del presidente Augusto B. Leguía, significándole una aversión de parte del círculo literario de la época. Cinco años después tuvo un altercado con el también poeta Edwin Elmore en el frontis del diario El Comercio, asesinándolo de un furibundo disparo con revolver, volviendo a pasar un tiempo dentro de una celda por el homicidio.
Mientras en sus poemas hablaba de gestas épicas y hechos históricos, su muerte estuvo muy alejada de aquellas estrofas que tanto lo caracterizaban desde su rama literaria pues fue asesinado el 3 de diciembre de 1934 en un tranvía de Santiago por Martín Bruce Padilla, un sujeto esquizofrénico que le reclamaba su parte de un tesoro inexistente. Fueron dos puñaladas en el corazón que acabaron con la vida del ‘Cantor de América’ casi en el acto.
Sus restos se encuentran en el Cementerio Presbítero Maestro, enterrado de pie y en un metro cuadra, tal como lo había solicitado.
(Columna publicada en Diario UNO)