Opinión

China peruana

Lee la columna de Julio Barco

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Ahí veo a Julia Wong: estamos en un edificio de Miraflores, hablamos de las líneas de Nazca y de la novela Viaje al Oeste. Le digo que me parece genial que la poesía oriental encuentre la belleza en cualquier instante. Es decir, que pueda hallar poesía en el solo expresar la condición del ser. Pensemos en Li Po, sugiero, mirando la luna con su copa de vino, o en aquel diálogo de los pescadores en el libro de Wu Cheng’en. La poesía brota espontáneamente.

No es tan sencillo, me responde Wong. Hay una superficialidad aparente. Fue una de nuestras últimas charlas.  Y ahora, a un año de su muerte, yo recuerdo su brillo de diamante oscuro, de diamante existencial arraigado a la crisis, a la intensidad. Así era: esculpida de un solo tajo despiadado. Y por eso, su voz es una espada en nuestra tradición poética.

No recibió ningún premio memorable, no tuvo una difusión necesaria, pero se sostuvo durante años. Poesía desgarrada y políglota, migrante y existencial. Siempre insatisfecha de sí misma, su obra poética es ineludible dentro de la escritura peruana del siglo XXI. Incomoda incluso a la hora de clasificarla, ¿ella es de la generación del ochenta? ¿De los noventas? ¿Es consecuencia de Carmen Ollé o de Varela? 

El día que murió yo trabajaba en un colegio llamado como el autor de Hamlet, y su partida me tomó por sorpresa. Conocía su lucha contra el malévolo cangrejo. Pero también de su temple, de su nervio en medio de la desesperación. Su último libro, 11 palabras, es una prueba de fe del poder del lenguaje. Y eso fue lo que puso en su dedicatoria: “Para Julio por el cariño, el odio y la fuerza que ponemos a las palabras, a cualquier palabra” Ese amor por la palabra no era solo fe ciega, sino una lúcida concatenación de intuiciones. La prueba son sus más de quince poemarios publicados en ediciones bilingües, en el Perú y en España y Portugal. Ahora vive en sus poemas, en su lenguaje que fue mutando y transformándose en un laberinto que dibuja su propio rostro.

(Columna publicada en Diario UNO)

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