Un hecho histórico que podría alterar el panorama en la región latinoamericana. El domingo pasado se celebró la segunda jornada electoral en Chile, una votación sin precedentes porque además de votar por los próximos alcaldes, concejales, gobernadores regionales; los chilenos estaban llamados a elegir a las 155 personas que se encargarán de redactar la nueva constitución del país.
Esta fue la primera vez que Chile pone en manos de los ciudadanos la capacidad de elegir a los constituyentes, pues todas las cartas magnas que ha tenido el país austral han sido escritas por los políticos tradicionales. Además, esta elección fue una de las consecuencias de las protestas masivas que surgieron en octubre de 2019 y en las que se reclamó avanzar hacia un Estado que rompa la horma que dejó la Constitución escrita en tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet.
Según el último conteo realizado este fin de semana las listas independientes, de centroizquierda e izquierda obtendrían más de dos tercios de los escaños de la Asamblea Constituyente, la proporción necesaria para aprobar los puntos que se propongan para la nueva constitución. Los representantes tendrán hasta junio de 2022 para deliberar el texto, que posteriormente será votado por los ciudadanos chilenos. La derecha se quedaría con pocas perspectivas de influencia en la nueva carta magna, si tal y como indica el recuento, que ya contabiliza más del 70% de los votos, no logra un tercio de la representación.
En tanto, el presidente chileno, Sebastián Piñera, aseguró haber escuchado el mensaje que ha mandado el pueblo con la votación, un castigo al oficialismo. Piñera afirmó que los resultados deben conllevar «una reflexión» para el Gobierno, ya que «hoy la voz de todos los ciudadanos se escuchó con la misma fuerza», declaró en comparecencia cuando la mayoría de los votos ya habían sido contabilizados.
Piñera recordó el camino que ha llevado al país al punto actual, iniciado por las protestas masivas de 2019, que el presidente empezó criminalizando y reprimiendo. Finalmente, el ejecutivo propuso lo que Piñera llama «acuerdo de paz» con el que se aprobó en el congreso una reforma constitucional. La modificación permitió el plebiscito de 2020, en el que una amplia mayoría votó a favor de redactar una nueva constitución.
El camino hacia una nueva constitución chilena
Pese a este aplastante resultado donde la derecha resultó perdedora la elección de los constituyentes no garantiza que la carta magna vaya a cambiar.
En primer lugar, no hay acuerdo generalizado en cuáles son las modificaciones que se deben haber. Mientras los grupos de activistas se movilizan en pro de la igualdad de género, la protección del medio ambiente, la defensa de los pueblos indígenas; los conservadores esperan mantener un sector privado dominante para tener un bloque legislativo a su favor.
Y es que cualquier cambio en la legislatura requerirá que dos tercios de los constituyentes estén a favor, por lo que los grupos que obtengan más de un tercio de los escaños podrán hacer una oposición de peso y bloquear cualquier cláusula del llamado Texto Fundamental.
“Los dos tercios generan una dinámica de grandes acuerdos y negociaciones, lo que hará que muchos temas o no van a poder ser abordados o no se van a abordar de la forma que esperarían muchos sectores», dijo a EFE el académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile Octavio Avendaño.
Por último, el documento que sea redactado en los nueve meses que tendrán los elegidos no es el definitivo. Este deberá pasar por una votación pública a mediados de 2022 y, si los chilenos lo rechazan, la constitución actual seguirá en vigor.