El país modelo latinoamericano finalmente abandonó el mismo modelo que ayudó a construir. Chile fue por años, desde fines de los 80s, ese tigre sudamericano de crecimiento en PBI e ingresos percápita. Un Estado tomado como modelo para la salida del subdesarrollo en la región, y país de destino de la migración peruano boliviana de los 90s. También fue un referente de estabilidad además de económica, democrática desde 1990. Pero eso ayer acabó, o mejor dicho acabo mucho antes.
Chile votó por una ajustada mayoría por un cambio de modelo y una redistribución del poder. Es decir, votó por más Estado, y no uno nuevo porque de modernización del Estado nunca se habló, sino más Estado del viejo y mastodóntico. Quien encarna este discurso es el electo presidente Gabriel Boric, una de las cabezas del movimiento estudiantil que sacudió las calles de Chile durante las protestas de 2011. El movimiento estudiantil engendró en dicho año (el mismo año del movimiento ocuppy Wall Street, la primavera árabe y el movimiento del 15M español del que aparecerían después figuras como Pablo Iglesias y el germen de Podemos) a una nueva camada de líderes jóvenes y atractivos como la comunista Camila Vallejo entre otros, enfocados en un discurso contra una educación privada cada vez más asfixiante, la denuncia del estancamiento de la movilidad social chilena y el cada vez más agobiante peso de la deuda interna chilena; esta corriente contestataria fue ganando adeptos, en especial entre la clase media y los más jóvenes.
En 2019 un estallido social en torno a la subida del pasaje del sistema de transporte encendió la pradera durante meses. Algo que estaba latente, un descontento que no tenía válvula de escape reventó en la sociedad chilena en un clima de protesta y violencia que solo detuvo parcialmente la pandemia de covid. Sin embargo el daño estaba hecho y se propició algo que se creía imposible en Chile, el cambio de la Constitución de 1980. Incluso por encima de la cuestión de ser una carta magna redactada durante la dictadura, primaba un desafecto especial al régimen económico que promulgaba.
La constituyente que surgió y que todavía trabaja ha reunido a mapuches, vastos sectores sociales y la parcial desaparición de las fuerzas de la derecha en esta Asamblea que debate la configuración de un nuevo Chile, que más que nuevo se percibe como incierto. Es un poco como Perú en 1990 después de la debacle del partidismo. Lo que ha surgido en Chile no es la aparición sino la visibilización de su latinoamericanidad.
La constituyente ha gozado de una candidata independiente que hizo campaña disfrazada de Pikachu y que ¡ganó! O casos de estafa fragante, como el de otro constituyente que obtuvo financiación para su campaña y los votos para entrar publicitando en sus redes ser un enfermo de VIH, lo cual medio año después, y ya habiendo sido electo constituyente, reveló no era cierto. Lo que se ve en el fenómeno político chileno es una pauperización acelerada de su clase política y a la misma velocidad de una rápida desorganización institucional acompañada de una masiva fuga de capitales.
En resumen Chile ya no es, ni va ser lo que era. Y esto no es culpa de elegir un presidente de izquierda, sino la descomposición de las instituciones políticas detrás de una enorme expectativa de cambio e igualdad en una sociedad que corre el riesgo de retroceder a la pobreza.
El plan de Boric no aleja la amenaza de pobreza, más bien la acelera a través de cambiar deuda doméstica por deuda pública. Según su propuesta de salud universal todos se atenderán en el sistema público sin posibilidad de que alguien acceda en virtud de sus ingresos mayores a un sistema privado. Esto entendido como parte de la distribución de poder: todos en el sistema público de salud y aguantando todos la lista de espera. Esto lo entiende Boric como más democrático, de manera que el dinero no compre la salud.
En cuanto a su sistema de pensiones público se sospecha que, en el mejor de los casos, baje las pensiones de la clase media para brindar aumentos a las pensiones de la clase baja. Otra vez igualdad. Redistribución del poder.
Durante la transición chilena había una frase que recuerdo, lo posible es lo necesario en la medida de lo posible . Chile sacó de la pobreza con su modelo neoliberal a millones de chilenos, eso es un hecho, pero género unos niveles de desigualdad que ningún gobierno supo remediar. Chile es en el vecindario una especie de Kiko de la vecindad del Chavo, es pobre aunque tenga complejo de rico. Y eso es algo que no es capaz de ver el chileno promedio con su egomaniaca aspiración por un Estado de Bienestar al estilo europeo.
Pero volviendo a Boric, la responsabilidad que tendrá ahora es histórica, porque tendrá una constitución a la medida ideológica, a la cual aspiraba Boric & Cía durante las protestas estudiantiles de 2011. Pues como él mismo dijo allá por 2014 al ser electo diputado, nosotros tenemos muy claro de dónde venimos. Venimos de las luchas sociales y en las luchas sociales nos vamos a mantener. Queda también clara la alianza de Boric con el partido comunista que sale fortalecido como una fuerza política determinante en los próximos años, el fortalecimiento de las relaciones con China que coincide con un clima de inversión difícil. Boric ha prometido un impuesto extraordinario a los más ricos y más carga impositiva a las mineras, así como la eliminación del sistema privado de pensiones. Es decir, un Chile más igual. En resumen, sangre nueva para viejas derrotas