César Aleman Cronawer era el verdadero nombre de “César N”, uno de los pilares del rock subterráneo aparecido en Lima a mediados de los ochenta con su banda Éxodo. Aunque después formaría Combustible junto a “Perrín” (batería) y a Roberto Valenzuela (bajo). Y para ese tiempo, ya tenía varios temas sonando entre los que iban a los conciertos subtes: “Lima la podrida ciudad”, «Grito Rebelde», «Ansia perdura», «¿A qué te dedicas? ¿Estudias, trabajas?». Con su banda César N y el Cabaret Fragor impondría su “Una noche en el jirón Quilca” que incluso lo pasarían en un reportaje de canal 2 que fue realizado por Juan Subauste en 2004 y donde también sale este escriba.
Nacido en USA el 12 de febrero de 1968, César N, como le gustaba que le digan, en la humildad del rockero NN, anónimo, era un cultor del rockabilly, un subgénero del rock aparecido en los cincuenta. Y cuyo icono mediático sería Marlon Brando en The Wild One, 1953, la casaca de cuero, el gorrito de costado y la motocicleta Triumph 6T modelo Thunderbird, color negro.
Los amigos recuerdan a César N cuando sufría de amores y un amigo le prestó su moto para que se diera una vuelta por La Colmena. Imponente con sus casi dos metros de altura y sus piernas largas, era un líder nato, contracultural, antisistema. En los noventa, formaría La Mano, un colectivo de rock integrado por varias bandas incluido Distorsión-Ácida (después sería “Cirko Terror”), luego formaría El Rock Liberado donde apoyaría diversas marchas y también, cómo no, la difusión del rock subterráneo contestatario y marginal.
En 1992, en un concurso televisivo dirigido por Tulio Loza, logró empatar el primer lugar junto al conocido Cachuca y Los Mojarras. Hace un par de días este escriba conversó largamente con el roquero y le dijo que estaba preparando una grabación. Era exigente y no se permitía dejar nada a la improvisación. Además, iba a relanzar al Rock Liberado con un concierto en el centro de Lima y estaba ultimando los detalles.
Es justo decir que César N tenía una ética de hierro, anarquista hasta los huesos, no coqueteaba con el poder ni con las bandas roqueras que habían cambiado su posición con respecto al mercado y a la difusión. Y sus argumentos eran kilométricos. Hablar con César era un asunto de horas.
Buen viaje, querido César.
(Columna publicada en Diario UNO)