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Causa a la venezolana

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Carlos García ama a los perros; como el título de la novela del cubano Leonardo Padura “El hombre que amaba a los perros”. Él es médico veterinario y bordea los 40 años, y recuerda con nostalgia la gran camioneta Ford Explorer que tuvo que vender porque incluso las “gomas”, llegaron a costar más que el propio vehículo. Lo mismo sucedió con su veterinaria que ya gozaba de buen prestigio, pero tuvo que cerrarla porque los clientes ya no acudían para que atendieran a sus mascotas.

Su vida, su negocio, y su pequeño hijo se quedaron en Caracas, porque Carlos tuvo que llegar a Perú así como cientos de miles de venezolanos para buscar ganarse la vida. Actualmente su preocupación se viene atenuando porque le va bien en su pequeño negocio en San Martin de Porres; él reparte algo de 30 porciones de causas todos los días, y con eso “se hace el día”, reconoce que cuando recién llegó a suelo peruano se puso a vender de todo, pero le fue tan mal que se quedó sin dinero para poder pagar su cuarto.

Por fortuna, un amigo venezolano que es ingeniero de sistemas y que trabaja en una fábrica de plásticos le ayudó con un pequeño capital, y luego de caminar por muchos lugares y de investigar a fondo, Carlos encontró a la señora María del mercado de Independencia, y luego de probar sus maravillosas causas con pollo, huevo y aceituna, habló con ella y le propuso comprarle una pequeña cantidad para poder revenderlas; ella aceptó, y desde ese día le encargó al principio 10 porciones, y actualmente vende alrededor de 30 en solo cuatro horas. Así se gana 45 soles porque la señora María se las vende a solo 1.50, y él las ofrece a sus clientes a 3.00 soles.

Alicia Sáenz se graduó de arquitecta en la Universidad Bolivariana de Venezuela y apenas trabajó en una empresa de proyectos como practicante, y le cogió la crisis que sufre su país, entonces, no se lo pensó más, y tomó la decisión de salir de Venezuela porque repudia el sistema político actual, y además dice ser aventurera. Ella a sus 24 años muestra una personalidad tenaz porque también en su tierra trabajó en todo desde que fue adolescente, y luego estudió su especialidad porque su gran sueño siempre ha sido diseñar proyectos de construcción; pero por ahora ella se aboca a la venta de mazamorras, y arroz con leche en un carrito de dulces que funciona desde las 5 de la tarde en la avenida Habich, a pocas cuadras de la Universidad Nacional de Ingeniería.

La dueña del pequeño negocio es una señora que se llama Guillermina, y le paga 40 soles por solo 6 horas de trabajo. Alicia llegó a Perú en octubre de 2017, y lo primero que se puso a vender en las calles fueron Arepas, y luego Bombitas. En ello trabajaba 13 horas diarias y apenas recaudaba 15 soles al día, y el poco dinero que obtenía apenas lo invertía en los insumos. Así soportó hasta el verano, y luego consiguió un trabajo de mesera donde le pagaban 30 soles el día, pero la dueña del restaurante luego le aumentó las horas de trabajo, y le disminuyó el jornal a 25 soles. A partir de ahí empezó a buscar otro empleo, y por fortuna encontró uno que le ha sentado muy bien. La gente responde ante los postres, aunque la competencia es fuerte, porque hay alrededor de 15 carritos dulceros que ofrecen mazamorra por todo Habich, sin embargo, Alicia es muy carismática, y amable con los clientes, y por lo pronto ya desea emprender su propio negocio.

Los venezolanos desde que llegaron a Perú de manera muy ingeniosa empezaron a trabajar en cuanto oficio encontrasen, sin embargo, han sabido acomodarse en diferentes rubros que actualmente los ha empoderado tanto, que incluso algunos ya desean quedarse en Perú para establecerse del todo.

Aquella iniciativa la mostraron desde que decidieron vender arepas y bombitas, porque pensaron que la mayoría de peruanos se identificaría con ellas; no obstante, el peruano promedio no sucumbe ante una arepa, y menos ante una bombita, entonces, los venezolanos no se durmieron en su creatividad, y rápidamente empezaron a ofrecer otras opciones; finalmente se dieron cuenta que al ciudadano local le gusta consumir sus propios “potajes” o dulces tradicionales, como lo son: el anticucho, las empanadas de carne, las hamburguesas y salchipapas, la mazamorra morada, y el arroz con leche.

Si bien, Carlos y Alicia a pesar de tener grados académicos y de no emplearse en sus especialidades, han encontrado una fuente de ingreso deseable en nuestro país, lo cierto es que ni la señora María, ni la señora Guillermina pretenden enseñarles a ellos la verdadera receta para preparar un causa limeña, y menos una mazamorra morada con arroz con leche, porque como dice la frase de la legendaria serie Rosa: “ellas guardan celosamente el secreto”.

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