Opinión

Catedral Vargas Llosa

Lee la columna de Julio Barco

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A veces me pregunto qué épocas fueron positivas para los escritores. Pensemos en el Siglo de Pericles o el Renacimiento, donde el apoyo de los mecenas pudo conseguir un buen afianzamiento artístico, y facilitar el desarrollo del arte.

Sin tiempo para realizar el arte, no hay arte. Y la sociedad actual no da tiempo para el proceso artístico. En ese sentido, se observa que la vida de un escritor es una lucha contra la adversidad. Y eso es lo que pienso hoy sobre Vargas Llosa: cómo luchó contra todo lo que impedía que su obra se realizara. Si bien Mario tuvo un talento extraordinario, también la suerte lo ubicó en el camino. Si suerte y talento van de la mano, el resultado es genial.
No todos los escritores peruanos tuvieron la suerte del Nobel. Ahí donde un escritor vive de sus obras, hay otros miles que malviven y que aguardan en las sombras. Sin ir muy lejos: ahora mismo hay un escritor peruano llamado Guillermo Gutiérrez que después de ocho días sigue en la Morgue a la espera de saber si será enterrado o arrojado a una fosa, ¿qué pasa con el Ministerio que no realiza una gestión al respecto? Y ningún canal de televisión sacará la nota, ni reproducirá el caso. Así son los matices de la realidad. Y esto no implica mezclar lo público con lo artístico: lo que interesa es el arte, la obra artística.

El Nobel fue neoliberal acérrimo, el Tío Factos un anti sistema. Y lo que interesa, al final de cuentas, es su trabajo artístico. Porque uno puede ser comprometido con cualquier causa, pero carece de talento. Este Perú tiene tantos contrastes. Y esta noche, en la muerte de Vargas Llosa, los siento, huelo, palpo, sintetizo. ¡Cuántos talentos se perdieron en esta realidad hostil! El Perú se devora así mismo. Y eso es lo que me fascina de la vida de Vargas Llosa: el triunfar como escritor en un mundo donde pocos lo consiguen. Entre sus obsesiones de juveniles —la obra de Sartre, las novelas de literatura erótica francesa, la prosa de los surrealistas, los poemas de Germán Belli, las obras de Borges— el acercamiento a Rubén Darío fue significativo.
Tanto Darío (padre del Modernismo) como Mario (fundamental en el Boom) fueron lectores de Víctor Hugo (iniciador del romanticismo francés). Mario le dedicó su tesis universitaria, un trabajo apadrinado por Porras Barrenechea. Y si uno lee esa tesis con pausa se dará cuenta de los vínculos entre ambos creadores: búsqueda de un mestizaje creativo, forma sobre fondo, reinvención de la tradición, escritura desde la lectura constante y creativa.

He ahí el eco de las figuras que representaron cada uno en su época. Víctor Hugo tuvo una despedida multitudinaria, igual Darío, pero Mario afirma que desea algo privado. Los tres son escritores que pueden iluminar tres siglos de literatura, y destacan por sus aportes literarios como por la vastedad de su literatura. A ese dúo podemos agregarle un mar de influencias y lecturas que se sintetizaron en La verdad de las mentiras y sus ensayos literarios Historia de un deicidio, La utopía arcaica, La orgía perpetua, etc.

Pienso en los escritores que no tienen ni tumba donde apretujar sus huesos, pienso en el Perú sin Ministerio de Cultura, pienso en el Perú lleno de sicarios, pienso en la escritura como una liberación al caos social y la realidad que vivimos, pienso en la literatura en medio del infierno. Pienso en lo mucho que me fui alejando de su obra, en cómo mi vida cambió al leer algunas de sus tantas obras, y después me alejé. Pienso que el último libro que leí de Vargas Llosa me enojo. Me enojó porque dejaba mal parado a los poetas. Pienso en lo fácil que resulta atacar al Vargas Llosa anciano recibiendo una medalla de Dina y pienso en también lo difícil que resulta separar al autor de la obra y valorar solo las obras y dejar al autor de lado. Pienso en Borges anciano. Pienso en Vargas Llosa anciano. Pienso en la curiosa coincidencia de que Vargas Llosa haya muerto el mismo día en que nació Jorge Eduardo Eielson.

Pienso en este Perú dividido entre fujimoristas y el resto. Y si no piensas igual, no perteneces ni eres válido. Pienso en muchos escritores con mucho talento que ninguneaban a Vargas Llosa por ser de derecha, o por escribir “baja literatura”, o por envidia. Pienso que si perdemos la palabra (es decir, la literatura) estamos jodidos. Pienso, ¿en qué momento se jodió el Perú?
¿Y qué importa eso?

Lo que importa es qué hacer al respecto. Y cómo seguir. Eso.

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