En un lugar de España , de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía un político con ínfulas de Simon Bolívar y aspecto de Harry Potter viejo, quien jugando a aprendiz de brujo populista llamo a un referéndum ilegal para separar su ínsula del resto de España, luego proclamo la independencia un fin de semana en que nadie estaba para celebrarla y a las horas descubrió que los molinos de viento del poder constitucional a los que desafió resultaron ser gigantes de verdad, por lo que acabó fugándose a Bruselas, dejándole juicios y cárcel a sus pobres Sanchos Panzas y un desaguisado tal en su tierra que no hay quien lo remedia.
Así en resumen es lo que pasa en el noreste español, Cataluña, una región con lengua y quijotes propios que ha acabado inventándose un problema del tamaño de un ogro, y todo por politizar algo tan apolítico como el idioma y construir sobre ella una pretendida identidad separada que ha concluido en la forma de un nacionalismo desintegrador de su propia sociedad. Y es que en una conversación con Fernando Tola, el hermano de José, me señalaba que el problema real tanto en Cataluña como en el resto de España no era otra cosa que el hartazgo de la corrupción campante en una casta política inamovible desde Madrid, lo cual ha favorecido que muchas personas sensatas vean en la separación la única alternativa a sus problemas. “Mi esposa e hijos son todos soberanistas de hueso colorado” me explicó, en su muro de face compartí las fotos de la carga policial y de las plazas de Girona, Barcelona y otras ciudades catalanas llenas de manifestantes separatistas y envueltos en la bandera separatista. Eso es lo que ha ocurrido, la gente se cubre de banderas a falta de otras mejores causas como la postergada justicia social.
Ha sido el poeta y comediante Ignatius Ferray quien mejor ha explicado lo que ha ocurrido en Cataluña estos días en su programa en la cadena radial SER: “los independentistas son una fuerza política de derechas. Los nacionalismos, niños, son de fachas. Aquí la operacion de marketing que ha sucedido es que una fuerza política nacionalista de derechas como son los independentistas catalanes han conseguido que los jovencitos confusos y perroflautas de izquierda los voten. Ese es el acto mágico del procés”.
Para entender todo esta españolada hay que comprender que se trata de nacionalismo contra nacionalismo. En España hay un nacionalismo nacional, el de España como Una, Grande y Libre, y un vago e incierto regionalismo exaltado a nacionalismo, como es el caso del catalán, que se erige sobre la diferencia lingüística y algunas costumbres. Y en medio de todo esto están los políticos, y donde hay un político siempre hay un problema, y eso es lo que ha pasado, los catalanes han engendrado un problema de la nada que no promete acabar en nada bueno.
Hablar del llamado Procès catalán y encontrar las raíces del problema es remitirse banalmente a la época de Carlo Magno, la corona de Aragón, la generación del 98, la fallida segunda República Española y el franquismo. Pero si queremos abreviarlo y remitirnos al problema en sí, este despasteurizado se resume así. Los catalanes son aquellos españoles que tienen una lengua propia (como otras regiones españolas tienen la suya como las Vascogandas, Galicia, etc.), pero cuya habla ha sido instrumentalizada con fines políticos por una casta oligárquica local que ha buscado más preeminencia administrativa sobre los recursos de su región. Pues es el área del noreste español la zona más industrializada de toda la península.
Como tal, la riqueza que produce y mueve, más el turismo en verano involucra un gran interés entre grupos de poder que apoyaron primero prerrogativas autonómicas, es decir tener control en los impuestos, ingresos, flujo bancario, todo ello vestido con promoción de la identidad cultural y la lengua vernácula. Primero se trata de fortalecer a una élite política más o menos independiente del poder central de Madrid. De ahí se fueron creando partidos autóctonos, únicamente catalanes y no de proyección nacional, y fracturaron estructuras partidarias nacionales como el centro izquierda (ahora de derecha) PSOE, al cual escindió al favorecer la existencia de un anexo federal como el PSC. Para que lo entendamos mejor es como si en México el PRI, o en el Perú el APRA se dividiesen en un partido nacional y uno regional, algo así como el PRI de Chiapas, o el partido aprista de Arequipa en lugar del Partido Aprista Peruano. Esa fractura de los partidos nacionales fue el primer logro de ese movimiento en España, que en el caso de Cataluña ha acentuado su diferencia política del resto del país. Esta ilusión de separación fue acentuada tanto desde al izquierda como la derecha en esa región, finalmente la crisis del 2008 y los escándalos de corrupción del gobierno central han dado alas al separatismo que desde la derecha local ha promovido la separación.
Para ser concisos, todo era una puja de poder que se salió de las manos a sus responsables. Por un lado el Gover de la Generalitat de Cataluña, y por el otro el Gobierno nacional de La Moncloa. Con el tiempo esta puja que era entre ejecutivos involucró a otras instituciones como el Supremo nacional, el Constitucional y hasta el mismo Congreso de Diputados y el Senado. Todo comenzó por terminar cuando inconstitucionalmente el Govern catalán llamo a un referéndum de separación de España. Este fue desautorizado por Madrid, quien a su vez envió a la Guardia Civil y la Policía Nacional para impedir las ilegales elecciones. Sin embargo los grupos separatistas, también llamados soberanistas fueron a las urnas. Y aquí empieza todo lo surrealista que puede ser la tierra de Dali.
Primero los policías del Estado Nacional que iban a impedir la elección ilegal fueron hospedados en un crucero turístico cuya proa y popa está decorada con personajes de Looney Toones, eso no ayudo a afianzar la seriedad del asunto, luego los separatistas envalentonados fueron a las elecciones, pero la policía fue a decomisar las urnas, las cuales se escondían en cafés, bares, hasta en iglesias, y hubieron varios agredidos, sean civiles como policías, la violencia vino desde ambos bandos y no dejo de acentuarse a través de los medios. Por un lado la cobertura del principal canal español, TVE fue parcializado a favor del gobierno central, mientras la cobertura de la TV3 con sede en Barcelona fue aún más parcializada, magnificando la agresión de los policías a los votantes. Ambos canales de televisión son públicos y naturalmente influenciados por sus patrones políticos. Poco después hubo más marchas en pro y en contra. De ahí el escandalo traspaso noticias y España comenzaba a convertirse mediáticamente en la nueva Venezuela de los noticiarios.
Y de la nada aparece Vargas Llosa apoyando la unidad nacional española, y después o antes, ya no recuerdo cuando aparece Piqué el esposo de Shakira llorando emocionado el triunfo de los separatistas en el referéndum con un resultado alucinante que suma 100.88% de votos (WTF?). O sea, que hubo gente votando más de una vez, pues no hubo controles, ni observadores internacionales al ser una elección ilegal. Después siguió a esto la puja de quien se ponía más macho después. El Govern catalán amenazo con continuar con la declaración de la independencia, y el gobierno central español advirtió con consecuencias legales serias. Y cuando las cosas no podían empeorar Nicolás Maduro dio su respaldo al independentismo nacional. En verdad un panorama surrealista.
Y finalmente todo se salió de las manos. Después de varias declaraciones y contradeclaraciones el presidente de la Generalitar, Carles Puigdemont llevó la declaración de independencia al voto del Parlament catalán, el mismo día y la misma hora en que en Madrid el Senado nacional llevaba a voto la consulta de la aplicación del art. 155 de la Constitución española, por la cual Madrid intervendría en Cataluña de forma directa, defenestrando de sus cargos tanto a los conselliers, el president como todos los miembros del Parlament catalán y llamaba a nuevas elecciones en Cataluña. Y todo reventó cuando horas antes de acabar las votaciones en el Senado español el Parlament catalán proclamo unilateralmente la independencia de Cataluña del resto de España entre fríos aplausos y una plaza medio vacía.
El resultado final fue que en Madrid el Senado aprobó la aplicación del 155 constitucional, las autoridades catalanas fueron despojadas inmediatamente del poder. Y cuando todo hacía pensar que los separatistas catalanes se aferrarían a sus poltronas legislativas en Barcelona, como hizo la oposición venezolana con la Asamblea Nacional, el hombre que llamo a este proceso separatista arrugo, se fue a Bruselas con seis de sus consellers buscando apoyo de la UE, mientras dejaba a toda Cataluña atónita, con el rostro desencajado y el ánimo roto. Lo que siguió vino todo desde Madrid. Mariano Rajoy llamo a elecciones para antes de Navidad en Cataluña para elegir al nuevo Parlament mientras la Fiscalía denunció penalmente a los líderes que convocaron el referéndum ilegal, mientras algunos eran detenidos preventivamente y otros debían presenciar ante el tribunal Supremo en Madrid entre insultos de nacionalista españoles, Puigdemont quedó varado en Bruselas sin apoyos ni feudo a que representar. Pero lo peor de todo no es esto. lo peor es que todo este animo nacionalista catalán ha roto a Cataluña. Familias enteras, amigos, incluso la selección española está dividida de manera tan profunda que la enemistad y el odio han hecho brotar las primeras flores del mal. Y todo esto puede verse desde los balcones de los departamentos donde en unos cuelgan las banderas españolas y en otras las banderas catalanas, y entre ellos se insultan, se lanzan piedras y falta poco para que se vayan a los golpes y las pistolas, porque la Rambla esta envenenada desde que los catalanes dejaron que los políticos manipularon su lengua y sus sentimientos para sus propis fines. Y es que el verdadero problema como me dijo Fernando Tola no son los nacionalismos, es la corrupción, el hartazgo de la casta política que es la única que ha vencido, porque ya nadie habla de la trama Gurtel, el caso NOOS, y otras acusaciones de corrupción que involucran al actual presidente de gobierno español, pues en su auxilio vino acudir el govern catalán al acaparar los telediarios con una fantasía nacionalista que ha desplazado a la única realidad nacional que no es otra que la corrupción nuestra de todos los días.