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Casarse un Día de Simulacro Nacional

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Casarse un Día de Simulacro Nacional

Por Rufus T. Firefly


No sabía nada de él, hacía buen tiempo que había perdido comunicación, pero mediante el internet volvimos a conversar por intermedio de su primo; la noticia la soltó dentro de una ventanita del  Messenger, “Me voy a casar” dijo, lo primero que hice fue soltar una risa, porque no jodas, una persona como él no se podía casar, bueno al menos eso creía antes de ver a los dos vestidos de blanco. Nos fuimos hasta la iglesia naval, llegue tarde a la misa, la limusina y la alfombra roja descansaban en la puerta de la iglesia, yo aún sin poder creer, me quedé afuera unos minutos imaginando  a los novios bajar del enorme auto, recorrí la alfombra con la mirada, hasta ver que al final estaban los novios a punto de jurarse amor eterno y todo ese rollo católico. Pensé en hacerlo recapacitar, intente en gritar un “No lo hagas”, pero su sonrisa de felicidad me detenían a ejecutar la salvación de un soltero.

Solo a él se le puede ocurrir casarse el día más caluroso del año, con una tarde de temblor, en una noche de simulacro y de blanco como buen marino. Un amigo a quien había conocido en un cumple de quince años y descubierto en un viaje a Chiclayo, aquel viaje que fue más una aventura, porque lo hicimos casi sin dinero, durmiendo en la banca de la plaza y comiendo en el  mercado.  Después de dos días llegó Cris, eso significaba que ya no dormiríamos en la banca ni comeríamos en el mercado, porque nos llevaría a la casa de su  tía, la salvación había llegado. Luego de presentarnos a su tía y el resto de su familia, me di cuenta que lo querían como a un hijo, entre abrazos de bienvenida y sonrisas que mostraban todos los dientes, me sentí como en casa, miento, me sentí mejor que en mi casa; por esos días me había olvidado lo que es vivir en familia, había olvidado lo que es sentarse en una mesa a comer, compartiendo un desayuno o un almuerzo, pero el cariño en esa casa me hizo recordar aquellos años cuando mi madre  cocinaba y, con voz cariñosa y firme nos decía, siéntense a la mesa para almorzar.

Fue un día extraño para casarse, pero más extraño me sentía yo en la boda, es que era un matrimonio al que me invitaban. Confesare algo, hace unos años me gustaba ir a las bodas, pero de extraños, donde no me invitaban, lo hacía con un amigo, era una costumbre de fin de semana, era una locura hermosa que me gustaba hacer. Primero pasar la seguridad,  era fácil, en lo que teníamos mucho cuidado era en conocer los nombres de los novios, una vez conseguido eso, todo lo demás giraba a nuestro alrededor; la pasábamos bien, entre baile, comida y buen trago, hubo un par de veces que terminamos tomando con los novios,  hablando de  distintas cosas, desde el apartheid en Sudáfrica, el fenómeno de Tongo, el Dow Jones y hasta de los anticuchos de la tía Carmen.

Si para los griegos antiguamente el amor era una enfermedad, para los peruanos actualmente es una alegría, es volver a nacer, es descubrir que la vida tiene sentido, es soñar despierto pensando en ella; bueno eso parece que es el amor, ahora del matrimonio mejor ni hablar,  porque conozco  a varios que después de unos años, ya  intentan salir; debe ser jodido, pero el amor es más que firmar un papel, mucho más que pararse frente a una iglesia y eso Cris lo tenía claro. Luego de pasar unos minutos después  que finalizó el religioso y civil, todos los invitados nos fuimos a la recepción, llegamos justo a las ocho de la noche, la bienvenida que nos dieron fue también extraña,  apagaron todas las luces, comenzaron a sonar las sirenas y la gente salía de sus casas, cumpliendo con el simulacro nacional, asumiendo su responsabilidad civil; ¿y cris?  No se le ocurrió otra mejor idea que recorrer Lima para tomarse fotitos, para enseñarlas a sus hijos y nietos, de que se había subido a una limusina, digo, de que se había casado con la mujer que ama y eso tenía que estar registrado en los anales de la historia. Sin imaginar que los diarios también como noticia publicarían una foto de los novios, utilizando titulares como “Una pareja de novios interrumpió su boda en la Catedral de Lima debido al simulacro” como mienten los diarios, ellos solo fueron a tomarse la fotito.

Mientras ingresábamos al salón de recepción del BCR, nos recibieron unas hermosas anfitrionas, esbeltas, de divinos cuerpos, que con voz sensual nos decían “la mesa tres es para ustedes”.  Todo estaba perfecto, el salón elegante, un orden con armonía y la mesa tres nos recibía con una botella de whisky, una de vino y una variedad de vasos y copas para las diversas bebidas. Luego de esperar casi dos horas, ingresaron los novios, Cris ya se había sacado el traje blanco  de marinero, que lo confundía con la novia, ahora estaba más elegante, con un traje de color azul, apagaron las luces y la pista de baile se encendió, el clásico tema del Danubio Azul, sonaba en todo el salón y Cris se veía más azul, y la novia sonreía de felicidad, aparecieron las burbujas en medio de ellos,  ahora los novios se multiplicaron con cada burbuja, eran 200 y seguían las burbujas encerrando esa imagen de la danza del amor.  Después  de unos minutos rompiendo toda la solemnidad, la pista de baile se llenó, entre la salsita sabrosa, el rock de los 80’s y la cumbia que nunca falta, había para todos los gustos, y Cris seguía bailando, confundiéndose con Tony Manero, demostrando toda su destreza, bailaba como soltero, pero ya estaba casado.

Entre tanto baile y coqueteos, entre tanta alegría y abrazos, el recuerdo de aquellos años se humedecía con cada copa de licor, y también con cada gota de sudor,  porque la verdad es que hacía un calor terrible, un calor que encendía los cuerpos,  luego de refrescarme con un vaso de chela bien heladita, vi a los mozos como esos del Titanic, que se desplazaban por todo el salón con una elegancia  que parecían cisnes con fuentes, era hora de la comilona, aparecieron la brochetas de pollito de entrada,  el plato fondo fue asado con salsa de champiñones al vino tinto, acompañado con arroz árabe; un saludo al Chef, una delicia el asado, enserio me chupe los dedos.

Pero el calor continuó,  y más con la chica que bailaba,  no la conocía, pero cuando uno está feliz, no importa nada, es así que esta chica terminó encendiendo la noche, pero esa ya es otra historia, Gracias Cris. Felicidades.


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