La genialidad de los hermanos Marx y sobre todo de Groucho, no solo estuvo presente en las innumerables películas que realizaron. Para muchos el padre de la comedia también destacó manejando temas legales y disputas empresariales. Antes de estrenar la película “Una noche en Casablanca” los hermanos Marx recibieron una amenaza legal de la compañía Warner por el uso de “Casablanca” en el título. La respuesta de Groucho Marx fue contundente.
La carta se ha convertido en un patrimonio y actualmente la misiva original está en la Biblioteca del Congreso, en Washington. Vale aclarar que después de esta carta, y otras dos de tenor similar, Warner Bros no se quejó más y finalmente la película se llamó, “Una noche en Casablanca”.
Aquí la carta del recordado hombre que alguna vez dijo: ««Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me voy a otra habitación y leo un libro».
Queridos Warner Brothers:
Al parecer hay más de una forma de conquistar una ciudad y de mantenerla bajo el dominio propio. Por ejemplo, hasta el momento en que pensamos en hacer esta película, no tenía la menor idea de que la ciudad de Casablanca perteneciera exclusivamente a los Warner Brothers. Sin embargo, pocos días después de anunciar nuestra película recibimos su largo y ominoso documento legal en el que se nos conminaba a no utilizar el nombre de Casablanca.
Parece ser que en 1471, Ferdinand Balboa Warner, su tatarabuelo, al buscar un atajo hasta la ciudad de Burbank, se tropezó con las costas de Africa y, levantando su bastón (que más tarde cambió por un centenar de acciones en la bolsa), las denominó Casablanca.
Sencillamente, no comprendo su actitud. Aun cuando pensaran en la reposición de su película, estoy seguro de que el aficionado medio al cine aprendería oportunamente a distinguir entre Ingrid Bergman y Harpo. No sé si yo podría, pero desde luego me gustaría intentarlo.
Ustedes reivindican su Casablanca y pretenden que nadie más pueda utilizar ese nombre sin permiso. ¿Qué me dicen de Warner Brothers? ¿Es de su propiedad también? Probablemente tengan ustedes el derecho de utilizar el nombre de Warner, pero, ¿y el de Brothers? Profesionalmente, nosotros éramos Brothers mucho antes que ustedes. Hacíamos ya la ronda de las candilejas como The Marx Brothers cuando la Vitaphone era todavía un simple destello en el ojo del inventor, e incluso antes de nosotros ha habido otros hermanos: los Smith Brothers [fabricantes de pastillas para la tos], los Karamazov Brothers; Dan Brothers, un centrocampista del Detroit; y Brother, can you spare me a dime? (que originalmente se llamaba BrotherS, can you spare me a dime? pero esto era reducir demasiado la moneda, así que despacharon a un hermano, dieron todo el dinero al otro y lo dejaron en Brother, can you spare me a dime?).
Y ahora, Jack, hablemos de usted. ¿Diría Usted que es el suyo un nombre original? Pues no lo es. Se utilizaba mucho antes de nacer usted. Sobre la marcha, recuerdo dos Jacks: había el Jack de JACK AND THE BEANTALK [cuento infantil] y el Jack el Destripador, que se hizo un bonito renombre en su día.
En cuanto a usted, Harry, seguramente firmará sus cheques con la firme convicción de que es usted el primer Harry de todos los tiempos y de que todos los demás Harrys son impostores. Recuerdo a dos Harrys que le precedieron. Existió Lighthouse Harry de fama revolucionaria [se refiere a LightHORSE Harry, apodo de Lee Henry, héroe de la revolución de EEUU], y también un Harry Appelbaum que vivía en la esquina de la calle 93 con Lexington Avenue. Desgraciadamente, Appelbaum no era demasiado conocido. La última vez que supe de él, vendía corbatas en Weber y Heilbroner.
Hablemos ahora del estudio de Burbank. Creo que es esto lo que ustedes, hermanos, llaman su cuartel general. El viejo Burbank ha desaparecido. Quizá se acuerden de él. Era un hombre muy hábil en la huerta. Su mujer decía a menudo que Luther tenía diez pulgares verdes. ¡Qué mujer debe de haber sido! Burbank era el mago que entrecruzaba todos esos frutos y legumbres hasta dejarlos en tal estado de confusión e incertidumbre que nunca llegaba a decidir si debían ir al comedor en el plato de la carne o en el de los postres.
Esto es una simple conjetura, desde luego, pero, ¿quién sabe?, quizá los supervivientes de Brubank no sean demasiado felices ante el hecho de que una fábrica de películas a destajo se haya instalado en su ciudad, se haya apropiado del nombre de Burbank y lo utilice como presentación de sus films.
Y no quiero entrar en discusiones duras, porque muchos de mis mejores amigos son Hermanos Warner. Intuyo que todo es un error del horrible y triste departamento legal de la empresa, controlado por alguno de esos tipos con problemas escolares, un trepa necesitado de fama y admiración, y demasiado ambicioso para respetar las leyes naturales de la promoción.
En fin, sea quien sea, no lo conseguirá. ¡Lucharemos hasta el final!, ¡hasta la Corte Suprema!
Ninguna estupidez de este tipo va a ser causa de pelea entre los Warner y los Marx, y la sangre no llegará al río. Porque todos somos hermanos bajo nuestra piel y seguiremos siendo amigos después de que pase por la bobina el último rollo de “Una noche en Casablanca”.
Sinceramente, Groucho Marx.