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CARHUANCHO

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Su nombre es Richard Concepción Carhuancho, es el juez a cargo del Primer Juzgado de Investigación Preparatoria Nacional, lo tratan de “juez canero” porque suele aplicar la prisión preventiva, es decir, “la cana” a los responsables políticos implicados en cuestiones de corrupción como ha ocurrido, además de otros peces menos gordos, con el  ex presidente Ollanta Humala y su esposa, y, hace unos días, con Keiko Fujimori, la líder natural et incontestada del fujimorismo.

Pocas veces en la historia judicial peruana un magistrado ha alcanzado no solo un alto nivel de notoriedad sino también de popularidad como el juez Richard Concepción Carhuancho. La ciudadanía ve en la persona de este juez una voluntad indiscutible de evitar que los corruptos de la escena política nacional escapen de la acción de la justicia. Curiosamente, su nombre y apellidos se han ido reduciendo en las redes sociales, en los debates televisivos, en las conversaciones que sobre él tienen periodistas, parlamentarios, abogados, huachimanes, vendedores ambulantes, taxistas, amas de casa, amantes de la literatura, futbolistas amateurs…todos lo llaman por su apellido materno: Carhuancho.

“Carhuancho mandó a la cana a los Humala”, “Carhuancho encanó a Keiko”, “Carhuancho pondrá  a Alan tras las rejas, y a Susana Villarán y a PPK”… Carhuancho por aquí, Carhuancho por allá ¿Por qué no lo llaman por su apellido paterno, Concepción,  o por su nombre de pila, como está de moda al referirse a algunos personajes públicos? Un viejo amigo, hoy magistrado, me dijo que en esa forma de referirse a él había algo de racismo pues “Richard” tiene una obvia sonoridad anglosajona, y “Concepción” es netamente español, mientras que la sonoridad  de “Carhuancho” sugiere lo del Perú profundo, lo autóctono, que sería más afín con el aspecto del magistrado que, por lo demás, es el de la mayoría de hombres citadinos del Perú, por cuyas venas circulan “todas las sangres”, y no exclusivamente andina. Si pudo haber algo de racismo en un primer momento, el uso de “Carhuancho” se extendió rápidamente, incluso entre congresistas venidos de nuestras serranías  quienes, con el acento propio de los pagos andinos, lo nombran “Carhuancho” a secas.

Pero no lo han despojado solo de su nombre de pila y de su apellido paterno, también del título del puesto que ha adquirido. Casi nadie dice “El juez Carhuancho” (damos ya por sentado que nadie lo llama “Concepción”). O, como ocurre a veces en los programas políticos de la televisión: periodistas e invitados empiezan llamándolo “el juez Concepción Carhuancho” pero, conforme la conversación o entrevista van subiendo de temperatura, el magistrado se vuelve simplemente Carhuancho.

La decisión de acceder al pedido de prisión preventiva contra Keiko Fujimori solicitada por el fiscal José Domingo Pérez ha hecho del juez Concepción (y ahora también del mencionado fiscal Pérez), una figura que lava en algo la imagen del poder judicial, tan coludida con los poderosos de la política y el dinero, tan mancillada por el reciente escándalo de los audios de los jueces supremos. El juez Concepción le ha dado a los peruanos la esperanza en que la administración de justicia no dejará impune a los que se sirven de la política para lucrar. Los casos pendientes de alcaldes y ex presidentes, de ser tratados en su despacho, harán de este probo y valiente magistrado un personaje público admirado y ejemplar, y su apellido materno, Carhuancho se convertirá en sinónimo de lucha contra la corrupción.

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