Resulta un toque divertido siquiera para mí, ponerme a leer diversos comentarios sobre el séptimo largo de Bruno Dumont: me parece evidente que varios de los comentaristas en cuestión o no han visto bien las películas de este director o bien se quitan la máscara (en ese caso era hora ya) ¡bravo! y confiesan con altos elogios su incomprensión de raíz acerca de lo que Dumont intenta hacer (y logra) desde que empezó. Elogian lo no-elogiable. Un Dumont más normal… eso quieren. Así resulta más fácil de comentar, ¿no?
Puedo pensar en un reto, casi en sentido ‘deportivo’ o en un buen negocio incluso, si me pongo ¿un tanto malévolamente? en la mente del director. Sí pues: ventajas de hacer una película con Binoche. Uy. Una versión nueva, pasada por aguas ascéticas, de Azul, o sea, básicamente; Binoche SUFRE (pero no como tú o como yo, sino con estilo) y hace caritas. Y es contenida (digamos). Sí, señores comentaristas y lectores. Qué gran actuación. Snif. Fin.-A Mallarmé una vez se le acercó una señora que se mostró sorprendida de que no llorara en sus versos. El sublime Mallarmé respondió, no, señora, ni tampoco me sueno los mocos con ellos-.
Blablablá claro no es la película más personal de Dumont… Inevitable y aburrido decirlo. Situación extraña en un tipo como él, tan personal. Fastidia más cuando algunos exagerados dicen o sugieren o apuntan en dirección a… ¿Binoche, la actuación de Binoche ‘es’ la película? ¿La película depende de ella más que de Dumont? Eso te pasa por hacer una película ‘para’ ella, dan ganas de decirle al director. Ah la gloria de la actuación. Ah narcisismo de comentaristas y público al identificarse con ese pintar del sufrimiento en la carne y nervios de la actriz.
Por mi parte aprecio a Binoche pero no puedo decir que su actuación me transporte a lugares desconocidos o esas cosas… Oh, pero ¡y los locos! Ahí sí que hay verdad cruda sobre lo que somos. Los locos reales (perdón por la flagrante inexactitud de la expresión) serían algo así como un mar de fondo: eso piensan muchos. Resulta que no, no lo son, no sé si a despecho de las intenciones del director. Está el tema de si es cine de explotación, yo creo que más bien han sido usados mucho menos de lo esperado. Son vistosos sin duda. Especialmente una, cuya actuación es para mí absolutamente superior a la de Binoche. Es un buen punto. Es más desestabilizador reír porque tu vida es trágica. Cosa que niega o trasciende o desgarra la tragedia. Quiero sentir la vida y no las retóricas faciales del dolor. Un bressoniano como tú, Dumont…
Puedo entender a los locos como los dobles más o menos negados de Camille; esto es como poner del revés el guante de una sociedad para apreciar mejor de qué está hecha.
Como un fino relamido retórico burócrata de la divinidad, el diseño del personaje de M. Paul Claudel es inolvidable. Se nota claramente que encarceló una parte de sí al encarcelarla a ella. Su dios invisible vale para él más que cualquier sufrimiento concreto…
No puedo negar que hay planos bellos, evocadores, sugestivos, etc… que ya he visto en otras películas de Dumont. Dependiendo del momento, lo que una vez fue descubrimiento puede devenir rapidito fórmula. Se supone que un artista profundiza en sus métodos hasta que los va haciendo volar en mil pedazos porque no le bastan. No hay que ser colonizado por los métodos. O también el artista puede eternamente refinar ‘lo mismo’ o irse desdibujando con el paso del tiempo…
Esta película con tantos locos es la película menos loca de Dumont.
Al contrario de Camille, en los locos hay una aceptación fluida e impenetrable que nos fascina.
La risa invencible, la expresión toda, de la mujer desdentada, es probablemente lo más bello de esta película. No admite elogios por ser ‘una gran actuación.’ No es domesticable. ¿Alguien sabe qué cosa tan humana hay ahí?