El escritor norteamericano Truman Capote (1924 – 1984) se definió a sí mismo de la siguiente manera: “Soy homosexual, soy drogadicto, soy alcohólico, soy un genio” y fue él mismo el que se encargó de difundirlo a los cuatro vientos. Justamente sobre el controvertido autor de la novela “A sangre fría” (1966) y sobre el origen de dicha obra, trata esta buena película de Bennet Miller.
El film abarca los seis años que le tomó a Capote escribir su obra maestra “A sangre fría”. El libro se basó en la reconstrucción del brutal asesinato de una familia granjera en Holcomb, Kansas y que fuera perpetrado por dos jóvenes en 1959. Ambos asesinos fueron luego apresados y ejecutados en 1966. Dicha novela salió a la luz poco tiempo después de ambas ejecuciones, otorgándole tal fama y renombre al excéntrico Capote, siendo esa misma fama la que lo arrastró a la autodestrucción.
Para redactar su novela, Capote (Philip Seymour Hoffman) se dirigió al lugar de los hechos como reportero del renombrado diario “New Yorker” con su colega Harper Lee (Catherine Keener). Inspirado en el caso, Capote decidió luego escribir un libro sobre al respecto y utilizó el testimonio directo de los dos asesinos, en especial el de uno de ellos, Perry Smith. La historia narra además la estrecha relación que une al autor con el asesino, induciéndonos a sospechar una relación sentimental entre ambos.
A Capote se le criticó por haber utilizado supuestamente a Smith para poder escribir su libro. Así también, parece que el escritor calculó todo con sangre fría para exprimir al asesino y hacer de la realidad un arte. Un dato curioso del crimen es que los asesinos solo pudieron robar unos cuantos dólares y una vieja radio. Las explicaciones que obtuvo Capote de los atestados policiales, y cuanto documento pudo encontrar, además del motivo que pudo ser el mísero botín obtenido, no justificaron el horrendo crimen. Intrigado y tal vez, hasta fascinado, el escritor tuvo que escarbar en las mentes de los culpables para desentrañar la razón que los llevó a cometer el homicidio. El libro recoge ese trabajo minucioso y detallista y fusiona el periodismo con la literatura, creando un nuevo género literario: la novela de no ficción.
La actuación de Seymour-Hoffman es destacable, pues personifica a Capote con una credibilidad magnífica (ayudado también por el parecido físico). Su amaneramiento, su delicadeza, sus temores y su -para muchos- repudiable ego, alcanzan en el ganador del Oscar, una perfecta representación. Seymour-Hoffman también nos entregó un gran papel de “malo” en Misión Imposible 3, donde si que era malo y bien malo.
Dicha notable actuación refleja el elevado egocentrismo del escritor, producto tal vez de su soledad, así como de una moral no tan elevada y que logra que Capote se acerque tanto a su “objeto”. La relación entre ambos es uno de los puntos más importantes del film. Perry Smith piensa haber encontrado a un buen amigo en Capote, pues recibió de él apoyo y hasta un buen abogado, pero al parecer Capote deseaba solo ampliar el plazo de su ejecución para seguir obteniendo información.
Capote aparece en pantalla tal cual como fue: arrogante, inseguro, trastornado y amanerado. No sabemos si su comportamiento con los demás es el de un egoísta por naturaleza, o tal vez es porque realmente siente cierta simpatía o porque reviste un interés homosexual. Lo mismo sucede con su relación con Perry, pues ésta se intensifica posiblemente porque ve en él un alter ego, un antisocial con mucha capacidad o tal vez un artista no reconocido. Esa ambigüedad del carácter hace tan valiosa (y atractiva) la figura de Capote.
La contraparte de Capote en el film es Harper Lee, quien enfrenta las manipulaciones y búsquedas de prestigio de su colega con calma, pues sabe que se trata de un caso perdido. Lee se resigna a ver cómo la fama va acabando con Capote y lo fulmina tras la publicación de su obra cumbre, convirtiendo al niño mimado de la alta sociedad neoyorquina en un prisionero de sí mismo que se fue aislando progresivamente, ocultándose en el alcohol y en los medicamentos. En una entrevista que brindó poco antes de su muerte por sobredosis de medicamentos, Capote se cuestionaba si realmente valió la pena escribir “A sangre fría”, ya que tras la ejecución de los asesinos, cayó en una gran depresión que le impedía culminar la historia hasta el final. Solo con mucho esfuerzo pudo concluir su obra, pero nunca más se repuso tras dicho acontecimiento.
Otra de las frases que lanzó el engreído Capote fue: “No existía nadie como yo antes de mí y no va a existir nadie como yo, después de mí cuando ya no esté”. Solo para saber quién dijo esta frase llena de arrogancia, deberíamos ir a apreciar parte de la vida del escritor que también se rebeló a la teoría literaria de los años 60: “La muerte del autor”; es decir, la emancipación del autor de su texto tras su aparición. Dicha teoría sostiene que el autor ya no es el soberano en cuanto al significado y la fama, sino su obra. El autor y su obra toman rumbos distintos y se independizan. En el caso de Capote, su obra magna parece haberlo hecho prescindible, hasta hacerlo desaparecer.
La actuación de Seymour-Hoffman es magistral y justifica el darse un salto al cine para revivir a Capote, quién ya pasó a la historia para beneplácito de unos y envidia de otros. Hasta este texto parece asumir una ambigüedad forzada, pues hablo del libro y de la película, tal vez por culpa del mismo Capote.
ENRIQUE ANGULO PRATOLONGO