Cultura

«Capitana Marvel», por Helen Hesse

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No quería parecer melodramática.

—Lito, ¿te parezco melodramática?

—Lloraste con la muerte de Tony Stark —me dice mientras dibuja a lápiz un paladar lleno de arterias.

—¡¿Qué hablas?! ¡Totalmente justificado! Tony Stark en medio de la nada, agonizante luego de reunir las gemas del infinito, sacrificó su propia vida para salvar el planeta dejando a su hijita huérfana.

—¿Vas a llorar otra vez?

—Ni al caso contigo, definitivamente tienes alma de sepulturero.

—¿Es un piropo?

Lito es imposible. Confieso aquí que es un farsante. Me engañó, me timó, me estafó. Se mostró como un alma sensible hasta que caí en su red y luego se convirtió en Thanos. Y si no se lo he dicho directamente es porque no quiero parecer una loca. Pero sí, estoy molesta con Lito. Y me llega que siempre saque el tema de que lloré con la muerte de Tony Stark. ¡Esa noche en el cine todo el mundo lloró con la muerte de Tony Stark, Lito! ¡Todos, menos tú! ¡Doce meses con la misma cantaleta! Y si mal no recuerdo, de la tristeza te metí una súper mamada, así que no jodas y corre a agradecerle a Tony Stark, a Marvel y a la magia del celuloide.

¿Por qué estoy molesta? ¿En realidad quieren saberlo?

Todo sucedió el viernes pasado. Mi papá tiene cáncer, el doctor ha dicho que en dos meses le suministrarán morfina para amortiguar el dolor y Lito estaba al tanto porque se lo he dicho llorando varias veces.

Lo cierto es que ese día mi mamá me llamó para decirme que iban a preparar un almuerzo por el cumpleaños de mi papá. Como es natural, dije que iría.

—¿Estás loca?

—¿Qué tiene de malo? Le cantaremos el cumpleaños desde afuera.

—No te creo.

—Lito, ¡es mi papá!

—¿Has visto el mapa del covid-19, no? La zona donde viven tus viejos está en rojo. Además, la semana pasada fuiste. ¡No irás!

—Pueden ser los últimos días de mi padre, sabes.

—¡Por favooorrr! ¿Acaso no ves las noticias? La gente se está muriendo en las calles, Bea. No seas irresponsable. ¡No quiero contagiarme porque a ti se te ocurrió ir a celebrar un cumpleaños!

Y así, sin más ni más, Lito se fue al estudio que había improvisado en una de las habitaciones de mi departamento. ¿De cuándo a esta parte un hombre mandaba en mi casa? ¿En qué momento se me ocurrió entregarle a Thanos en bandeja de plata todas las gemas de mi mundo para que complete su propio guante del infinito?

—Se llama «poseedor precario» —insiste Anabelle Alarco, 35 años, soltera, abogada tributarista con una maestría en finanzas en la Universidad de Maastricht.

—¿Cómo así?

—Se ha metido a tu casa y así como quién no quiere la cosa está ganando terreno, literalmente hablando.

—¿Te parece?

—Pero por supuesto, amiga. Recuerdas aquella vez que fui a tu casa con Renato y nos quedamos asombrados al ver que todos los cuadros que tenías colgados en tus paredes eran sus horrorosas pinturas. ¿Te acuerdas?

—No son horrorosas, son conceptuales y me pareció un lindo gesto de su parte.

—¡No, amiga! Eso se llama demarcación territorial, como lo hacen los perritos, puro instinto salvaje. Obvio, cada vez que se pelean, ¿qué es lo único que ves? Sus cuadros, y todos dicen su nombre: Lito Terry. Es lenguaje subliminal, amiga. Publicidad engañosa. Puro juego sucio.

—¡Eres una exagerada!

—Además, y siempre te lo he dicho, ¡no me gusta cómo te trata! La verdad es que en todo este tiempo no le he visto ni una sola muestra afecto. No te lo quería decir, pero bueno, ya que estamos hablando del tema.

—Él es así, un poco frío. Pero sabes qué… ¡tienes razón! ¡Yo tampoco le he visto una muestra de afecto!

—¿Te acuerdas aquella vez cuando subiste de peso y comenzó a llamarte Moby Dick delante de todos?

—Siiií, y cuando se lo reclamé me dijo que solo fue un chascarrillo.

—¡Amiga, te arponeó con el tenedor diciéndote «muere, Moby, muere»! ¿Te parece un chistecito nomás? Disculpa, Bea, pero si Renato me hace eso le parto la cara de una cachetada.

—Todo eso se lo puedo pasar, pero impedirme ver a mi padre, ¡se fue a la verga con eso!

—¡Así me gusta oírte, amiga! ¡No te dejes!, #NiUnaMenos

Las mejores dos horas en Skype al lado de mi buena amiga Anabelle me ayudaron a darme cuenta de que no son ideas mías. Lito es malo. Es un villano. Thanos encarnado. Y encima toda idiota le preparo pizza para cenar. Sacaré un vino tinto. De verdad necesito un par de copas.

—¿Con quién hablabas?

—Con Anabelle.

—¿Así?, ¿y qué te dijo Venom ahora?

—¿Por qué la odias tanto, ah?

—Pero si no la odio, es uno de mis personajes favoritos luego de Hannibal Lecter.

—Qué chistosito —digo y bebo vino de la copa de golpe.

—¿Qué pasó con la pizza?

—¿Qué paso de qué?

—La masa está un poco delgada, me parece que los bordes deben ser más gruesos. A mí me gusta con los bordes gruesos.

—¡Engorda!, y no quiero que me digas Moby Dick —vuelvo a beber el vino de la copa de golpe. Ya siento la fuerza emerger dentro de mí.

—Pon algo de música, pues.

—Tanguito Feroz, ¿no?

—No, ponte algo de Spinetta.

—Ok —otro sorbo más, es la tercera copa de vino. Le doy una mordida a la pizza, está buenaza.

—No, ese álbum no. Otro.

—¡No ves que estoy comiendo! ¿Por qué no lo cambias tú?

—No sé cómo se usar Spotify. Atiéndeme, pues.

—¡Ya basta! —digo y golpeo la mesa. Surge la Capitana Marvel con hipotiroidismo.

—¿Qué te pasa, Bea? Creo que ese vino te ha chocado.

—¡No es el vino!

—¿Ah no?

—No.

—¿Estás con la regla?

—¡No!

—¿Segura?

—¡Sabes, Lito, siento que tú no valoras nada, ni está pizza ni nada de lo que hago por ti!

—Insisto, es el vino.

—¡Ya, cállate! Sabes, ¡odio cómo están las cosas! ¡Odio esta pandemia! ¡Odio decir que me encanta el Flaco Spinetta! ¡Odio cuando tus amigos y tú dicen que Maus de Spielgelman les cambió la vida cuando yo me quedé dormida en la página 34! ¿Quieres saber algo más? ¡Cuando me encierro en el baño veo Tik Tok! Y cuando no estás en casa escucho La Tusa. Es más, en este preciso momento voy a ponerla a todo volumen. ¿Qué vas a hacer ahora, Lito? ¡¿Qué vas hacer ahora que sabes que tu novia escucha La Tusa y mira Tik Tok?!

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