Escribe: SUSAN ABIGAIL
Nos abruman las noticias de dos bebés violadas por sus propios padres (en Cajamarca y Huaraz), la censadora atacada sexualmente por el encuestado, que ahora son el rostro de las cifras de violencia contra la mujer de toda edad. La Fiscalía reporta 829 feminicidios en el país en los últimos ocho años. En los Centros de Emergencia Mujer se registró en el 2014, 2 mil 276 denuncias por violaciones sexuales a menores de 18 años, los que representan más del 70% del total de denuncias, de las denuncias que se tuvo el coraje de hacer. El Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI) reporta que en el año 2016, a nivel nacional, el 68,2% de las mujeres sufrieron algún tipo de violencia por parte de su esposo o compañero.
Sin embargo, esto no exclusivo de Perú. En todo el mundo se imponen estas cifras de opresión. Recientemente se han destapado casos de acoso sexual por parte de un capitalista de Hollywood y esto solo es la punta del Iceberg. En las metrópolis imperialistas todavía subsiste el patriarcado y la opresión de la mujer trabajadora, en EEUU hasta el presidente es abiertamente sexista, no obstante la peor parte la llevan los países atrasados por el capital financiero. No se trata, entonces, de casos de violencia aislados, sino de todo un sistema mundial que nos viene aplastando, que nos está matando. Y este sistema no es otro que el patriarcado capitalista.
Quizá las mujeres de la revolución rusa de febrero de 1917 no se denominaban “feministas”, pero no dudaron un segundo a la hora de decidir salir a las calles para exigir pan, paz y tierra, desafiando al Zar y marchando separadas de la burguesía “democrática”. Fue un abierto enfrentamiento político precisamente en el día internacional de la mujer, que daría inicio a los acontecimientos que conducirían ocho meses después al triunfo de la Revolución Socialista de Octubre, esa revolución que les reconocería en algunos meses los derechos que en ese entonces y aún hoy los países capitalistas nos niegan, pese a las declaraciones formales y leyes de papel. Lamentablemente la burocracia estalinista liquidó estas conquistas y luego encabezó la restauración del capitalismo, sin embargo, nadie puede enterrar con sangre y mentiras nuestras luchas y victorias para siempre.
La tarea del reformismo es sepultar las lecciones de la Historia. Las reformistas dicen que no es necesaria la revolución para conquistar la liberación de la mujer. Sin embargo, luego de un siglo de recolección de firmas, marchas pacíficas y muchos hashtag en redes sociales, las mujeres siguen siendo asesinadas impunemente y en Perú la justicia burguesa ha cerrado hace poco el caso de las esterilizaciones forzadas iniciadas con Fujimori y continuadas bajo los gobiernos “democráticos” de Paniagua y Toledo que muchas viejas feministas del Frente Amplio llamaron a votar en su momento.
Las reformistas nos quieren hacer creer que la lucha por la causa de las mujeres es además independiente de la lucha contra la sociedad dividida en clases sociales, que la opresión de la mujer trabajadora nada tiene que ver con la opresión del trabajo por el capital. Por eso el feminismo burgués no siente el menor asco de convocar a “todas las mujeres” para marchar contra “todo tipo de violencia hacia la mujer”, aunque la mujer que marche al lado de la obrera sea Mercedes Araos, la actual vicepresidenta “feminista” que preside la recién creada “Comisión de Alto Nivel” para erradicar la violencia contra la mujer, pero que fue parte del gobierno aprista que en junio del 2009 destruyó la vida de cientos de mujeres que vieron cómo sus hijos, hermanos o esposos eran asesinados en Bagua, mientras su Ministerio promovía el remate turístico de la selva peruana.
Todo es hipocresía, a los políticos burgueses no les interesa realmente la seguridad física de la mujer trabajadora, por eso han enviado a jóvenes encuestadoras a zonas de alto riesgo para beneficio exclusivo de las universidades privadas. Por eso es una mentira que la pena de muerte propuesta para violadores vaya a resolver este problema estructural, lo único que se busca es crear un precedente legal para una futura medida contra todo el que amenace con sus luchas el orden establecido. En realidad la pena de muerte ya existe de facto y se aplica para cada levantamiento popular por medio de la represión más brutal como sucedió en el Baguazo precisamente.
No nos pongamos vendas en los ojos ni engañemos a las que desconocen esa realidad. No existen intereses de la “mujer” en general. La división de la sociedad en clases sociales ha puesto a las mujeres en trincheras irreconciliables. El capitalismo impone que no tengamos los mismos intereses los explotados con los explotadores. Como hace cien años, la violencia contra la mujer requiere derribar las condiciones económicas que permiten la supervivencia del patriarcado… o nos seguirán matando.
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