Departía no hace mucho con Carlos Torres, director de Nacional TV Perú, Luis Alfonso Morey y Ian Paredes, compartiéndome ellos una reveladora entrevista que la semana pasada hizo Ian, joven talento de la comunicación social, al embajador Fortunato Quesada y me dieron el enlace de dicho contenido colgado en YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=u69gNF-d51g) bajo el título “Complot, corrupción y argollas en la Cancillería, entrevista a Fortunato Quesada”.
Las personas que vean esa entrevista tendrán como denominador común dos impresiones personales o reacciones. Primero: la indignación por lo injusto de un sembrado de supuestas pruebas con el objetivo subalterno de terminar, bajo un complot de escándalo en televisión, con la carrera profesional de una persona. Y segundo: la sorpresa o vergüenza ajena frente a la forma infantil y caprichosa cómo se comportan algunos funcionarios estatales, donde la Cancillería no es la excepción, demostrando bajeza, falta de profesionalismo e irresponsabilidad que harían sonrojar a cualquier gestión madura, pública o privada, del mundo.
Me enteré en detalle del caso Quesada por mi amigo Jesús Alvarado, destacado y reconocido chef, quien a mediados del año pasado decidió darme una entrevista para “Habla el Pueblo” (RBC Televisión) y romper su silencio contando valientemente toda la verdad en una historia en la cual él fue uno de los protagonistas.
Desde entonces hemos hecho el seguimiento periodístico del caso en sus diversos ángulos; pero los detalles que se acaban de revelar en el programa de Ian, no deberían ser ignorados por ningún funcionario serio, sobre todo de la Corte Suprema de Justicia y del Ministerio de Relaciones Exteriores, instancias que están obligadas a resolver este caso y darle la razón a Quesada no solo porque la tiene, sino porque fue agraviado y maltratado ilegalmente.
Veamos brevemente el hecho principal revelado por Ian Paredes, consistente en que Fortunato Quesada fue víctima de una represalia, siendo el hecho original o causal el pedido que un día de agosto del 2016 le hizo el entonces canciller Ricardo Luna a Quesada, destacado este por la Cancillería a la Dirección General de Protocolo de Palacio de Gobierno durante la gestión de PPK.
¿Qué le pidió Ricardo Luna? Que sea un soplón y le dijera todo sobre PPK, con quién se reunía y hasta con quien conversaba, sea de forma presencial o remota. Obviamente, el Director de Protocolo de entonces, Fortunato Quesada, no lo hizo y rechazó ese pedido porque no era su función; además debía ser leal con su jefe inmediato que no era otro que el presidente Kuczynski, quien enterado de esto lógicamente mostró su enfado e incomodidad con Luna.
Transcurrió el tiempo y alguien seguramente se quedó con sangre en el ojo, buscando la oportunidad de empezar a armar un muñeco contra Fortunato Quesada, lo que seguramente resultó oportuno cuando en diciembre del 2017 se iba designado como embajador del Perú en Israel.
Así, llegando al mes de marzo del 2018, se ordenó desde Lima al número dos de dicha embajada, Pedro Rubín, que inicie las grabaciones ocultas al embajador Quesada, en su casa, en su intimidad, utilizando a dos personales de servicio en la residencia del embajador peruano en Tel Aviv, uno de ellos, Jesús Alvarado y la persona era Romina Tevez.
Según lo revelado, fueron 40 horas de grabaciones, las que fueron manipuladas, tergiversadas y editadas por personal de la Cancillería hasta que se escogieron determinadas partes y las entregaron -¡como primicia de escándalo!- al programa dominical Panorama para su emisión del 17 de junio de dicho año.
Luego del programa, en cuestión de horas, se abrió un proceso de destitución contra el embajador Quesada, se le hizo venir a Lima y fue expulsado de la carrera, dizque por haber sumido a la Cancillería en un escándalo mayúsculo. Pero hoy todo indica que hubo una venganza contra él, siendo la causa del hecho el no haberse alineado en la deslealtad y la soplonería dentro de Palacio de Gobierno, cuando el 2016 fue director general de protocolo durante la gestión presidencial de PPK. Alguien le quería regresar el vuelto.
Posteriormente, a través de pruebas irrefutables existentes en 31 folios de chats de WhatsApp se descubrió que gente cercana a Luna fue artífice del complot durante el gobierno de Vizcarra (esa argolla estaba conformada por el canciller Popolizio; el vice canciller De Zela; el número dos de la embajada de Perú en Tel Aviv, Pedro Rubín; y el jefe del gabinete de asesores del Ministerio de RR.EE., José Boza).
Respecto de esos funcionarios, los cancilleres Wagner, Maúrtua, Landa, Rodríguez Mackey y González-Olaechea practicaron la política del avestruz y hasta la fecha hay impunidad al no abrirles un proceso disciplinario para individualizar la cadena de órdenes en las grabaciones ilegales a Quesada, más allá de que el complot existió. ¿O se seguirá privilegiando la corrupción en este acto delincuencial?
Recomiendo ver esa entrevista porque es un caso único en la historia de la Cancillería, sin precedentes, y daña su imagen. Estoy seguro que lo indignará y sorprenderá, evidenciándose que cosas así, baladíes, infantiles y pedestres -como el pedido inicial del entonces canciller Ricardo Luna-, son las que le bajan la llanta al Estado peruano que dizque pretende ingresar a la OCDE; y son hechos que se dan a diario en todas las entidades del Estado.
Por eso es que reinan la corrupción, las argollas, la impunidad y el atraso, razones por las cuales también se justifica que la gente realice paros de protesta y hasta debería ser la proscripción de la vendetta uno de los puntos de cualquier plataforma de lucha regional o nacional. Es decir el de condenar y rechazar a los que usan al Estado para sus complots particulares o venganzas personales.
El caso de Fortunato Quesada ha visibilizado ese tipo de taras ilegales, cobardes y de mala fe que deben acabar de una vez por todas si queremos una administración pública profesional y madura. Quesada, fue víctima de una represalia, pero cuántos casos más habrá en los ministerios, gobiernos locales, fiscalías, UGELES, comisarías, etc. Confucio decía que “saber lo que es justo y no hacerlo es la peor de las cobardías”. Las autoridades del Estado tienen la palabra.