La sociedad, desde tiempos prehistóricos, impone exigencias a los individuos en su lucha diaria por existir. Si la pelea por la sobrevivencia en medio hostil, frente a las fuerzas de la naturaleza, fue el resorte que impulsó la existencia humana, en la actualidad los seres humanos siguen batallando con la necesidad de sobrevivir en un medio cada vez más competitivo. Lograr las necesidades básicas de alimentación, vivienda, vestido, así como las de educación y formación, así como la de conseguir «ser alguien» en la vida, se mantienen.
Sin embargo en la actualidad, la vida moderna está marcada por el auge de las nuevas tecnologías, la internet, la velocidad de las comunicaciones y el fenómeno de la globalización, el impacto de las redes sociales en la vida cotidiana y el contexto actual de la pandemia de coronavirus que está ocasionando más de dos millones de muertes en el mundo, generando además un estado permanente de estrés, ansiedad y depresión, así como la adaptación a la «nueva normalidad» y a las normas de la nueva cuarentena y uso de implementos sanitarios. El impacto negativo en la economía se puede apreciar en el desempleo, baja rentabilidad, crisis social, aumento de la delincuencia.
No obstante los fundamentos de la economía nacional se mantienen sólidos, aunque el incremento de los niveles de contagio de la covid-19 implicará una revisión de su proyección sobre el crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) para el 2021 como asegura el gerente central de estudios económicos del Banco Central de Reserva (BCR), Adrián Armas.
Estos factores afectan la psiquis de los individuos. Tal como sucedía en la prehistoria, los que sobreviven son aquellos que tienen mejores cualidades. Y no sólo estamos refiriéndonos a la «instrucción», «formación académica», «títulos profesionales», sino también a un componente fundamental: el desarrollo de la personalidad, lo que Daniel Goleman llamaba «inteligencia emocional».
En la vida cotidiana se observan con frecuencia casos de personas que han tenido excelentes calificaciones en el colegio, lo que se traducía en notas aprobatorias en las materias tradicionales y diplomas de excelencia, pero que luego tuvieron dificultades en su vida personal y familiar. También hay muchos casos de jóvenes que egresan de las universidades con muy buenas notas, pero que en su vida personal han fracasado.
Esto quiere decir que la «instrucción», la educación escolar, técnica o universitaria requieren también un enfoque integral sobre el ser humano, priorizando el forjar el carácter, la personalidad y sobre todo los valores éticos: veracidad, honestidad, puntualidad, respeto, lo cual abonará a formar personas de bien que aporten al desarrollo social.
Como escribí en “Freud y Kafka: una metáfora en torno a la crisis del ser humano”: «Los que fracasan al triunfar» son personas que una vez que han logrado un éxito determinado (como por ejemplo una conquista amorosa largamente esperada, o una promoción profesional de mayor responsabilidad, prestigio y retribución económica) lejos de disfrutar del éxito, experimentan cierta sensación de fracaso psicológico, profesional, emocional y aún personal.
Este dramático rasgo de carácter (patológico), descrito por Freud en 1916, está basado en una dinámica inconsciente vinculada con la tendencia a sabotearse.
Y el ser humano, abatido por guerras mundiales, terrorismo, nuevas formas de esclavitud, opresión económica, enfermedades y pestes, desempleo, narcotráfico, adicciones, dominación electrónica, entre otros males, demuestra que es el principal enemigo y depredador de su propia especie.(*) Escritor, poeta, editor y sociólogo. Presidente del Instituto Peruano de la Juventud (IPJ) y director de Editorial Río Negro.