Opinión

Caja de pandora

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Siempre me ha parecido extraño la forma cómo uno conoce a algunos personajes de la cultura, el arte, la farándula o la televisión. Para muestra dejaré unos botones: conocí a Mariano Querol en la Tacora de Lima donde yo había ido a comprar unos repuestos y el psiquiatra estaba adquiriendo unos huacos y otras artesanías valiosas. Años atrás, había visto a Humareda recoger unos trapos sucios donde seguro había descubierto algún color preciado. A Olenka Zimmerman la conocí en una galería de metaleros, se me acercó a preguntarme dónde estaba el baño y le dije al fondo a la izquierda. Al poeta José Watanabe lo conocí en el centro de acupuntura del final de la Brasil, conversamos como dos pacientes (yo me trataba de las alergias respiratorias) y nunca hablamos de poesía en las otras tantas consultas que nos vimos.

Un día de chiquillo iba a cruzar la avenida Grau y me choqué con el “profesor Jirafales” que había venido con un circo. Y Charito Verástegui, “La Chunga”, apareció en una tienda vintage que regentaba hace un millón de años y me invitó a su casa. Su esposo, para quienes no la conocen, es el primer actor nacional Gianfranco Brero. La última vez, saliendo de la pandemia, comimos tallarines en su lar de Barranco.

El maestro de la quena Alejandro Vivanco visitaba mi colegio primario 1028 para enseñarnos a tocar el himno nacional subido encima de una carpeta. En los noventas, teníamos un programa en canal 27 UHF y apareció un jovencísimo Aldo Miyashiro; conversamos algo, le dimos los vídeos del programa y luego desapareció. Zumba asomó un día por mi esquina con unos cabellos dreads que se había cortado y quiso que se lo comprara.

Y caminando una noche, saliendo de los Viernes Literarios con Juan Benavente, nos topamos cara a cara con Julio Ramón Ribeyro a quien acompañé por varias cuadras del jirón de la Unión hablando de nuestra Lima limonera. Y una noche de 1998 conversé con Guayasamín en el Museo de la Nación, Belaúnde y Violeta estaban a mi costado comiendo unos canapés.

Y el poeta José Pancorbo siempre diplomático, me presentó, en el Pharmax, al canciller Tudela y a otros más que no quiero nombrar. Y claro, no queda más que aclarar que lo cortés no quita lo valiente.

(Columna publicada en Diario UNO)

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