Hay poetas que buscan registrar la memoria colectiva de un pueblo y profundizar en las vértebras más íntimas de una zona geográfica, cuya sabiduría se mantiene en las creencias ancestrales de sus habitantes. Para alcanzar todo esto no solo se necesita ambición y talento, sino que hay un factor mucho más determinante: la identidad cultural, la cual permitirá la existencia de una gran sensibilidad telúrica, en este caso relacionado a lo andino.
En el año 2009, el puneño Boris Espezúa ganó el Premio Copé de Oro en poesía con “Gamaliel y el oráculo del agua”, uno de los libros premiados más importantes en la historia de dicho certamen. Este poemario ha servido como antecedente a la creación de otros que han seguido esta misma línea de poetizar teniendo como figura central a un escritor importante de nuestro país. Es el caso del último copé ganador, “Expediente Vallejo” de Johnny Barbieri. Ambos no solo comparten el hecho de utilizar una voz lírica en primera persona de dos poetas marginados y provincianos (quizás los autores más importantes y representativos de nuestra historia literaria) sino que utilizan como elementos paratextuales a algunas citas de sus escritos. Cartas en el caso de Vallejo y “El pez de oro” y algunas conferencias en el caso de Churata.
Boris Espezúa, con el poemario ya mencionado, retoma un estilo de escritura poética que no ha sido tan considerada en nuestro país (plagada de subjetividades y catarsis), que es la de reflejar una preparación intelectual previa a la creación del discurso lírico. En todo el libro, demuestra con maestría el amplio conocimiento que tiene del contexto puneño y de las creencias andinas, alcanzando una interpretación fidedigna del pensamiento, vida y obra de Gamaliel Churata.
Autor de otros poemarios importantes como “A través del ojo de un hueso” (1988), “Tránsito de amautas” (1990), “Alba del pez” (1998) y “Tiempo de cernícalo” (2002), considero que la trascendencia de “Gamaliel y el oráculo del agua” radica en pretender unir e integrar los distintos elementos de la cosmovisión andina a través de la vida y obra del fundador del grupo “Orkopata”. Para ello va a considerar dos perspectivas: lo maravilloso y lo histórico. La primera servirá para describir la cálida, misteriosa y armónica relación del hombre con la naturaleza (plagada de historias míticas y legendarias) y la segunda permitirá conocer datos biográficos de Churata, entre ellos su crecimiento intelectual, el doloroso entorno familiar, el exilio a Bolivia y el triste retorno al Perú.
Ricardo Gonzáles Vigil afirma que Churata fue el primero en tener una propuesta por lo real maravilloso, apoyándose en ideas consideradas como “abstractas” para tejer un mundo propio. Boris Espezúa va a representar en Churata la imagen del oráculo que permite la conexión entre las deidades – lo sagrado – y el pueblo – lo humano-. Este será la voz principal de toda la cosmovisión, ya que posee la capacidad de tener un gran conocimiento acerca del tiempo (sucesos pasados y futuros) y de la vida y de la muerte, siendo un puente luminoso entre el cosmos y lo terrenal (lo ultraórbico).
Proveniente de una familia cristiana, una de las grandes influencias literarias de Gamaliel Churata fue la biblia, lectura que le ayudó a utilizar una voz solemne y majestuosa en muchos párrafos de “El pez de oro”.
Es por ello que el primer poema (escrito en prosa) con que Espezúa inicia “Gamaliel y el oráculo del agua” está plagado de figuras que permiten la exageración y la formación de un mundo fantástico, estableciendo un discurso explicativo y religioso sobre el origen del Altiplano y del Lago Titikaka.
“Hace mucho tiempo el Altiplano estuvo cubierto con agua uránica y desde su cúspide emanaba al mundo abundante líquido benéfico y purificador, que se fue perdiendo poco a poco y ahora ha quedado condensado en crustáceos en el Lago Titikaka …”
Lo curioso en este primer gran poema es que se logra una unión indisoluble entre el cristianismo y la cosmovisión andina ancestral, pues más adelante se pasará de un politeísmo a un monoteísmo, utilizando tanto la figura de “El Hacedor” Wirakocha y la figura de la santísima trinidad para explicar el primer periodo de la historia.
A ello se suma dos ideas muy interesantes, el renacer de los mitos teogónicos: “Diez halcones se calcinarán y río arriba saldrá Wiracocha para reunirse con la Madretierra y hacer revivir lo engendrado, dando infinitud a la mitogénesis …” y la crítica a la modernidad: “La tradición andina doblega el tiempo ciclópeo, su historia tiene la ingravidez de la persistencia ante la modernidad, sus tres periodos tienen el rumor del agua en nuestros ojos donde ahogamos el grito …”
Hay que tener en cuenta que la modernidad europea que se incrustó violentamente en nuestro continente no logró homogenizar a todas las culturas de una nación, sino que buscó la exclusión entre ellas mismas, como una forma de sometimiento a su poder hegemónico. Tanto Churata y Boris Espezúa son muy críticos al respecto.
El elemento del “Agua” es muy importante en el poemario, no solo por ser considerada como fuente de pureza e inocencia y denominar a Churata como el “oráculo” de ella, sino porque también es un elemento de unión entre la cultura andina y la europea. Cabe mencionar que en nuestra narrativa el autor que también buscó unir estas dos tradiciones culturales fue Edgardo Rivera Martínez, tanto en sus cuentos como en su gran novela “País de Jauja”.
En estos versos se evidencia esta unión cultural:
“Con el agua primera que vio Tales de Mileto / y los Apus del Altiplano / con su agua secreta que es la sustancia / que da vida / en lo más alto de su misterio”.
También se recurre a lo maravilloso para establecer un discurso de valorización hacia la mujer andina, utilizando como personajes a las tres imillas (jóvenes indígenas en aymara) representadas en una flor, en el agua y en el fuego. Esta triada simbolizará la fertilidad de la naturaleza y la solidaridad que perdura en la memoria colectiva de la comunidad. A ello habría que añadir otro personaje femenino como Juana Apomayta, quien confesará los secretos y ritos de la muerte, que no es más que un eterno retorno en la cosmovisión andina.
Los siguientes versos refuerzan esta idea:
“En el proyecto genealógico andino/ hubo un tiempo matriarcal/ que precedió al patriarcal/ donde/ estuvieron las piedras sometidas/ a la recristalización”.
Otro aspecto importante en el poemario es el de la identificación con el mundo animal, ya que se utilizarán a algunos de ellos, considerados sagrados entre la cultura andina, para una resemantización de los discursos originarios.
Al igual que en “El pez de oro”, Borís Espezúa también utiliza una variedad discursiva: poemas en prosa con un sentido bíblico, poemas con rasgos orales muy marcados, reseñas, diálogos narrativos, entre otros. A todo ello hay que sumar el carácter híbrido del lenguaje, ya que en algunos versos se añaden términos aymaras y quechuas. Al finalizar el libro, el lector podrá encontrar un vocabulario de ambas lenguas autóctonas. El uso de este recurso no solo es con un afán de reivindicación a la sabiduría de la cultura aymara, como se demuestra en estos versos:
“Los aymaras sabían que no hay que pelearse por el agua, porque termina por aniquilarte, ya sea ahogado o ya sea muriendo de sed. El agua renueva las transformaciones del devenir, las emociones, la perseverancia; nos libera”.
Sino que también sirve como protesta hacia un pueblo que fue subyugado por la ambición e ignorancia de los colonizadores.
“Hay una lengua colonial colgada en la incertidumbre/ hay un estertor del poder que abyecta, no razona/ y finalmente subyuga tu cerviz”.
La existencia armónica entre la vida y la muerte permite a los pobladores andinos tener una vida más pura y luminosa. La contemplación de los ciclos de la naturaleza forma parte del cuerpo y la mente de las personas, la eternidad se alcanza adorando a los muertos:
“Los abuelos dicen que las almas de los muertos serán los portadores de las lluvias que requieren los campos para empezar con la época de la siembra”.
El último poema titulado “De vuelta a la semilla” simboliza la cosmovisión circular que tenían las culturas andinas de la vida, pero también se podría considerar el retorno de Churata a Puno, luego de muchos años de exilio en Bolivia. Los ciclos se cierran, pero otros se abren, ningún viaje es perfecto porque tiene siempre un regreso. No es coincidencia que uno de los libros de Alejo Carpentier, considerado como el fundador de lo real maravilloso, se titule “Viaje a la semilla”.
Esta primera parte, donde he colocado algunos ejemplos para explicar los rasgos maravillosos y fantásticos que existen en la relación hombre-naturaleza se complementará con otros textos poéticos, cuyos rasgos históricos y biográficos nos ayudarán a adentrarnos en la vida de Churata.
Por ejemplo, el poema titulado “La escuela 1881” es un homenaje a aquel hombre ilustre que fue el maestro de todo el grupo “Orkopata”, José Antonio Encinas, quien fue nombrado director del Centro Escolar de Varones 881 de Puno, iniciando la importantísima experiencia pedagógica de la Primera Escuela Nueva en el Perú, teniendo como uno de los objetivos principales la valorización del ser andino.
En este poema, la voz de Churata evoca con nostalgia y cariño el recuerdo del maestro:
“Mi maestro, voz de leopardo, tú viviste con un trozo de bala en la palabra. Vuelve hablarnos de la libertad, de la respiración de los mitos y del tiempo que gira más implacable sobre la tierra”.
En esta misma secuencia de poetizar los datos biográficos de Churata, también encontramos textos homenajes a “Bohemia andina”, nombrando a otros grupos importantes como fueron “Colónida”, el “Grupo Norte”, “Aquelarre” y “Resurgimiento. Aquí se plantea la idea de luchar por construir una literatura genuinamente americana. Los otros poemas que forman el hilo secuencial en la vida de Churata son los siguientes: “El grupo Orkopata”, “El Boletín Titikaka” y “Estadía en Bolivia”.
Boris Espezúa logra consolidar una poesía donde la simultaneidad de voces que aparecen en los discursos logra dialogar con la historia y el tiempo. Hay una supremacía del lenguaje coloquial, sin dejar de lado que en algunos versos se incrustan rasgos neobarrocos y simbolistas, aportando connotaciones abstractas y metafísicas a las creencias que aún perduran en las zonas andinas.
Este es un pequeño bosquejo para un análisis más sistemático y teórico que merece tener “Gamaliel y el oráculo del agua”, uno de los mejores poemarios peruanos publicados en lo que va del 2000 y que pretende alcanzar una poética integradora, totalizante y poseedora de una variedad de temáticas que enaltecen nuestra riqueza cultural.
Para finalizar hay que resaltar que la tradición literaria de Puno va consolidándose cada vez más debido a la aparición de importantes autores que siguen la senda de voces trascendentales como Oquendo de Amat, Gamaliel Churata, Alejandro Peralta, José Luis Ayala, Efraín Miranda, entre otros.
Aquí dos poemas del libro:
B. TRES IMILLAS. I.- En los tiempos cuando volteaba los ojos el cuculí.
Tres imillas vinieron a media noche a danzar a las orillas del lago y dejar enterrada la semilla de la papa para ser fecundada en el alba.
Tras enceguecerse con la luna una de ellas antes de morir en el cerro más alto previno a las dos imillas que quedaban que miren siempre el arco de piedras del cerro mayor porque al pie de una de sus columnas estará siempre dormida en una flor. Allí cada año se hacen sacrificios de ovejas tiernas y se completa el embrujo en el cenit rubio de la Pachamama.
Las dos imillas que quedaron tras crepitar la tierra y pesar el amor en el aire se convirtieron en agua y en fuego por el horizonte de la alquimia en el tercer y sexto sol y con los fardos de los equinoccios. En las cosechas nos acompañan siempre y con ellas recogemos hasta las papas más pequeñas si no hay mala suerte para la próxima cosecha. Aseguramos la papa en calendarios y solares nuevos así, la tierra madre hecha de cal no es proscrita y el capullo en flor evidencia que el hombre al morir se transforma en nueva semilla y el congelo de la papa en vida resurrecta.
II.- En nuestros tiempos cuando vuela sin ojos el cuculí.
Tres imillas en este lugar siempre son recordadas elevan su voz ausente en las noches de San Juan y la bajan en cada ofrenda a la Madretierra visten de ráfaga y danzan para los dioses, aprisionan sus gritos de amor en nuestros gritos dejan de llamarnos con infinitos abandonos fracturados, un abejorro hace desaparecer los truenos y el denso aire se lleva los hedores de las danzas continuadas Tres imillas en el imaginario de este pueblo en sus aguayos llenos de olor de coca custodian la tierra fértil y llevan una lágrima petrificada en sus ojos de pescado de luna llena que son diamantes de eternidad.