Política

Blasón

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Decía el comediante Jerry Seinfield que los premios son estúpidos, más aún cuando son televisados. En el caso de la condecoración, hecha por el gobierno peruano, a los médicos chinos que vinieron a apoyar en la lucha contra el coronavirus, podríamos decir que lo premios son políticos. Es decir que no obedecen necesariamente a una excelencia médica per se, ni a una retribución por un “altruismo” de parte de la República Popular China hacia los peruanos.

A raíz de este hecho las opiniones han sido divergentes; están quienes opinan que es una falta de respeto al gremio médico peruano, que una vez más se premia lo extranjero, que no valoramos ni a nuestros propios médicos; otros piensan que es un acto de agradecimiento y que debemos ser educados y corteses; hay también quien piensa que se debieron democratizar las medallas: que se premien tanto a médicos extranjeros como a peruanos por igual.

El tema va más allá, pues esta condecoración no obedece a conceptos de bondad, altruismo o solidaridad; la premiación se enmarca dentro de la llamada “diplomacia de las mascarillas” que es el término que se le ha dado al juego geopolítico que vienen realizando las dos grandes potencias del mundo contemporáneo: República Popular China y Estados Unidos de América.

Esta llamada “diplomacia de las mascarillas” no es más que la forma o la postura como estas grandes potencias gestionan sus recursos y su capital a raíz de la lucha contra el coronavirus en el mundo. El soft power. La forma en la cual quieren ser percibidos por los países que caen bajo su control económico. Ambas potencias gestionan u ofrecen ayudas de diverso tipo a distintos países en el orbe. Las dos potencias hacen concesiones, ofrecimientos, envían delegaciones y desembolsan sumas económicas para luchar contra la pandemia. Es como pedir una pizza por delivery y darte cuenta que está en mal estado; llamas a la empresa, se disculpan contigo; pero además te otorgan beneficios: te regalan vales para pizza, te hacen participar de promociones y regalos con el fin que olvides el mal momento y que seas un cliente fiel. La diplomacia de las mascarillas funciona de ese modo, pero a nivel macro, a nivel geopolítico.

Es cierto que la “diplomacia de las mascarillas” tiene como origen la crisis que ha generado la pandemia del coronavirus y es cierto que ocurre en un nivel geopolítico; pero la actitud es tan antigua como la política misma. Porque se trata del juego, la oportunidad y del momento político. Sucede en todo nivel, en distintos actos políticos y ha sucedido siempre. La creación del parque de la cultura; ubicado frente al Parque Universitario, con busto de Luis Alberto Sánchez durante el segundo gobierno de Alan García es una expresión puramente política: no es solamente un homenaje a Luis Alberto Sánchez por sus cualidades, es también un acto político de reivindicación aprista; el gobierno de Toledo o el gobierno de Ollanta Humala no le hubiera hecho homenaje alguno por obvias razones.

El regalo del Japón al Perú en el contexto del centenario de nuestra independencia es también un regalo político: la estatua de Manco Cápac en La Victoria no es un capricho histórico de los japoneses de ese tiempo ni un ingenuo homenaje del “Imperio del Sol Naciente” a los “Hijos del Sol”, sino que formaba parte del movimiento geopolítico de la potencia japonesa de esos años y a la noción de que muy en el fondo la cultura incaica tenía un origen oriental, apelando a la clásica teoría de los orígenes del hombre americano, que vino desde el Asia por el estrecho de Behring, a poblar nuestro continente.

Asimismo, el nombre de la avenida Arequipa tampoco obedece a un cariño por el departamento sureño, obedece a la revolución de Sánchez Cerro que derrocó a Leguía, dicha avenida fue construida en el gobierno de Leguía y originalmente llevó su apellido como nombre: Avenida Leguía. En el gobierno de Sánchez Cerro se le llamó Avenida Revolución, por obvias razones y una vez acabado el gobierno de Sánchez Cerro se le llamó Avenida Arequipa, porque la revolución de Sánchez Cerro comenzó en Arequipa. Igualmente, el hecho que de catorce ministros de Cultura once sean egresados de la PUCP, no obedece a sus capacidades académicas, necesariamente, sino a algo más que eso: argolla política.

Entonces se puede comprender mejor la condecoración por parte del gobierno peruano a los médicos chinos; no es un acto de bondad ni de cortesía: es un acto político. Porque, aunque el poder necesita un estrado al cual contarle sobre valores e ideales, su actuación está más allá de las fronteras del bien y del mal, es decir su actuación es política.

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