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BLANQUIAZUL: Un acercamiento al documental aliancista

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Llegó con pie derecho a las salas comerciales, “Blanquiazul: El Sentir de una nación”.  La ópera prima del realizador Luis Castro Serrano (en coproducción y bajo el asesoramiento de Gabriel Quispe Medina). El documental cuenta con un interesante equipo de producción y voluntariado a nivel nacional. Ha sido transferida a DCP por Guarango Cine & Video y distribuida por UIP. A un costo de producción que bordea los 100 mil dólares.

La cinta documenta acciones y sentimientos de un grupo de gente (llamado “la hinchada”) hacia el popular equipo de futbol Alianza Lima. Para ello, se fragmenta la cinta en diez puntos de vista sobre el tema, que van desde el nacimiento del equipo en 1901 hasta los hinchas peruanos que pueden cobijar dentro su corazoncito a otro equipo (fuera del Perú) como lo es el Colo Colo de Chile. Incluye la fundación de las barras oficiales (grupos de hinchas bajo un nombre específico en la Costa, Sierra y Selva); profesionales, artistas y coleccionistas; y por supuesto, el infaltable homenaje anual a los mártires (jugadores aliancistas que fallecieron en el trágico accidente aéreo de 1987).

Polifónica e iterativa, “Blanquiazul” está estructurada unidimensionalmente; es decir, el accionar y todas las voces (palabras, frases, interjecciones y oraciones) de los personajes entrevistados o de los que aparecen en pantalla están cargadas de emoción, amor, fe, pasión, locura y fanatismo positivo hacia el mencionado equipo de futbol. Lo expresan clara, fluidamente y sin censura. Todo ello, a medida que avanza el metraje, nos hace pensar e imaginar un mundo blanco, maravilloso, idílico, paradisíaco, etc. Pero, ¿ese mundo que ofrece la cinta es real? Pues, sí y no, a la vez.

Expliquémoslo: La película omite todo ‘lo malo’ que significa ser hincha o pertenecer a la hinchada de Alianza Lima (u otro equipo de futbol) en la vida real y solo nos muestra ‘lo bueno’. El mismo director de la película lo confirma (y posteriormente nos reconfirma lo que estamos tratando de explicar). Él es hincha aliancista e incluso se atreve a un cameo en la película con la finalidad de reforzar y/o evidenciar ese discurso que ha construido (a través de su ojo selectivo, en edición y montaje): un clarísimo homenaje o una loa a la hinchada aliancista. Luego (como anécdota reveladora, durante el avant premiere, hay un lapsus extrafílmico), el director frente al público agradece a su madre por haber soportado todos los ‘problemillas’ que le trajo al unirse a la hinchada; es decir a las barras, en su adolescencia. Un perspicaz espectador se preguntaría: ¿Qué tipo de ‘problemillas’ podrían ser esos que no se ven un ninguna parte del documental? Y es ahí cuando nos damos cuenta que la película termina siendo una visión personal del director con pretensiones colectivas, cargada de mucha subjetividad, y donde solo se nos muestra el mundo de la hinchada, un tanto parcial e incompleto.

Finalmente para cerrar este acercamiento al filme, he de ser claro que con una acertada fotografía y una estructura bastante sólida, “Blanquiazul” atrapará al aliancista de principio a fin. Ha sido hecha para él e incluso la duración del metraje le ha de parecer cortísima. Querrá ver, sentir, llorar y oír más vivas y hurras al equipo que ha de querer y amar hasta más allá de la muerte. Incluso su fe es tan grande que seguramente “Dios es blanquiazul”. Pero tengamos en cuenta que más allá de la ficción (o de la pretendida realidad que muestra un documental), un producto fílmico está destinado para un “espectador ideal”. Y en “Blanquiazul” ese espectador es un hincha aliancista y funciona muy bien. Pero, ojo, la cinta descentrándola –sea consciente o no el director- despliega y cobija a otros espectadores no previstos como ‘el no hincha’, ‘el no cinéfilo’, ‘el crítico de cine’, ‘el espectador común’, entre otros. Es por ello que surgirán múltiples miradas y lecturas del documental

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