En sus estudios sobre la poesía mística, Ramón Menéndez Pidal hace una diferencia entre la autenticidad y la retórica de este tipo de lírica. Así, nos advierte que separemos la hojarasca de la luz. La poesía mística, en esencia, es un regreso a la exploración del encuentro metafísico, es decir, la experiencia del individuo con lo sagrado. Aquí podemos ubicar a poetas como San Juan de la Cruz y su obra Cántico Espiritual.
En el libro Los cincuenta poemas del amor furtivo del poeta Bilhana (originalmente escrito en sánscrito, y traducido por Óscar Puyol. Ed. Hiperión), nos encontramos frente a un canto donde lo místico cede su paso al gozo, al canto de los sentidos. El cielo es el cuerpo; la religión es el cuerpo del amado. La unión amatoria es tema que conduce a lo divino, al pan celeste, a eso que Rubén Darío llamó «primavera para el triste, labor gozosa para el fuerte». Si, como sugiere el filósofo A. Whitehead, para llegar al poema sobre los árboles, primero hay que experimentar el «árbol»; vemos que la creación de estos versos (que datan del siglo XI) es causal: el bardo es invitado a una corte de la India Medieval y se le asigna la educación de la única hija del rey.
Entre las diversas enseñanzas, brinda pedagogía erótica. De la práctica, no tardan en pasar a la experimentación. Al ser descubierto, el poeta es condenado a la muerte. Sin embargo, en medio del final, subiendo los cincuenta peldaños que lo conducen al cadalso, el bardo recita los hermosos poemas que componen este libro:
«Aún hoy la recuerdo / la línea de su vello / que desemboca en su ombligo, / su cara de loto desplegado…»
Empapado por la furia del amor, estos versos nacen con genial espontaneidad:
“Aún hoy/ entregaría la vida decidido/ si llegase de nuevo/ al único santuario de placer / (la tierra santa de su cuerpo)”
El rey, impactado por la intensidad y seguridad de los sentimientos, perdona la ofensa y autoriza el matrimonio. Si el libro de Las mil y una noches rebosa de intensidad y altura, es Bilhana un poeta digno de aquella tradición. Gracias a estos versos, frescos y vibrantes, todavía hoy podemos sentir el inefable sentimiento de místico erotismo.
(Columna publicada en Diario Uno)