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Bienal Mario Vargas Llosa: Crónica de la no ficción

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En el segunda fecha de la Bienal organizado por la Cátedra Vargas Llosa, el día de ayer se dio la mesa redonda “Crónica y narrativa autobiográfica” en la que intervinieron los escritores Alberto Salcedo (Colombia), Leila Guerriero (Argentina), Piedad Bonett (Colombia) y Rosa Montero (España).

Sumado al calor infernal (Los ductos del aire acondicionado estaban de adorno) del improvisado salón del MAC, no sabemos a quién se le ocurrió poner como moderador al periodista Raúl Tola; pero de todas formas, el evento se inició a las 19.30 con la presencia de MVLL, y el resto de escritores nacionales e internacionales que participan en los cuatro días de esta fiesta literaria.

Sobre el énfasis autobiográfico que toda escritura supone tener, Leila Guerriero afirmó que es una persona muy íntima, y reservada, y que no es proclive a escribir un texto referencial, como también, recordó ella, lo decía la escritora argentina Silvina Ocampo. De allí que su libro de cabecera siempre será Madame Bovary.

A su vez, Piedad Bonnet que desde un principio se mostró notablemente conmovedora, reconoció que como poeta tiene una tendencia a la impudicia, ya que la propia poesía tiene una pulsión muy grande, en la que la asociación no se muestra evidentemente lógica, y que más bien, debe ser meramente libre. A diferencia de sus novelas (por lo menos en las tres primeras) que en un primer tramo mostraron un trasfondo autobiográfico, pero que al correr del lenguaje, se torna dispersa, de allí que la literatura según su opinión, siempre es riesgo, y por ende, también debe golpear. La poeta y filosofa, no pudo dejar de mencionar que a los dos meses del suicidio de su hijo Daniel, repasó toda su vida en su mente, y que fue inevitable sentir esa pulsión de escribir su “terrible” historia, pero claro está, no con un tenor lastimero que pueda causar los más sombríos efectos. Aunque le constituyó un gran reto, al preguntarse: ¿Cómo puedo escribir esto? Y así, pensó la estructura, y desechó los datos cronológicos y la adjetivación; y cada vez que se encuentra con la gente, le dicen: –Qué buena tu novela—en lugar de decir “tu crónica”, comentario que por cierto, a ella no le disgusta (en referencia a su último título “Lo que no tiene nombre” Alfaguara 2013).

La eterna columnista del diario El País, Rosa Montero, reconoció, que si bien, toda ficción es autobiográfica, y toda biografía es ficción; ella, a diferencia de Piedad Bonnet, sí se considera púdica, y no le interesa hablar de lo biográfico en sus historias, aunque tampoco está muy lejos de ello; recordó además algo que dijo el mexicano Sergio Pitol: —el novelista es una persona que constantemente oye voces, de allí que se torne loco—  y por eso agregó después, —el novelista joven habla de sí mismo, mientras que el novelista maduro habla de los demás, para hablar de sí mismo— seguidamente, y en un tono egocéntrico anunció: –todos los libros que he escrito se han impuesto— En cuanto al tema de escribir una obra de dolor, sostuvo, que la única manera de disiparlo es dotándola de suma belleza. Y en cuanto al periodismo, reveló que no se puede ser objetivo en la noticia, o en la crónica, pero no por un aspecto anti ético, sino más bien, por un grado de descontrol personal.

En su intervención, el cronista Alberto Salcedo se mostró tan hilarante que el público rió de sus ocurrencias; de cuando era niño, en los años setentas, y que aún no pensaba, ni sabía lo que era ser un escritor, pero ya mostraba los primeros síntomas de ese oficio, al aguzar el oído para escuchar todo lo que acontecía, para alimentar luego el chisme, que hasta el día de hoy se muestra vigente en su Barranquilla de la infancia. De allí, que fue un amante de las telenovelas venezolanas, y se las había visto todas, en especial, las que eran protagonizadas por el barcelonés José Bardina. De esa forma, para Alberto Salcedo, todo es telenovela, e incluso la política, es telenovela.

Él considera también que la literatura no es exclusiva de la ficción, y cuando llegó al periodismo, luchó contra la idea que desaprobaba la primera persona, porque únicamente era atribuida a la ficción, cosa que no comparte: —decir que el yo es vanidoso, es algo sencillamente obtuso, y sí se puede contar historias desde el yo—y más bien, la tercera persona (esa voz omnisciente) le parece más arrogante.

En suma, y a pesar del arreciante calor, y el implacable tiempo que pasó raudo, los invitados fueron claros y espontáneos en sus apreciaciones, y diferencias, con respecto al género de la crónica.

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