El secreto o la magia de esta película (muy a la vista, por lo demás) consiste, en cierto modo, en ‘suspender el tiempo’, para que el tiempo fluya, pero desde otra dimensión (o acaso desde su dimensión total). Hay una profundidad que… o toda profundidad definitivamente necesita tiempo, ‘real’ acumulación de tiempo, una paciente y tranquila y atenta espera, para surgir, y para desplegar todo lo que (se supone) tiene que decir o contiene. Un plano largo que funciona: ‘que se conecta con’ puede aportar —sin duda alguna— una estimulante, una esplendorosa plenitud.
En ese sentido, la cámara, la mayor parte del tiempo, estática (sumamente funcional, ‘radical’ y precisa) puede parecer a algunos poco menos que una maldición, pero si uno es capaz de responder a lo que pide la película, a las reglas de su juego, es más bien una delicia absoluta en razón directa de los efectos que puede llegar a producir, quiero decir, de las revelaciones, siguiendo más a detalle los procesos de los que uno será testigo.
Así que si algo queda claro es que no se trata de una película ‘normal’, blanda y complaciente. El uso a fondo del plano fijo (Memoria, de Weerasethakul, sería otro ejemplo también reciente) hace imposible no pensar en ese cine trascendental o de pretensiones trascendentales, como el cine de Carlos Reygadas, y por supuesto, en el cine de Andrei Tarkovski (plano de la mujer echada con los ojos cerrados, por citar solo un ejemplo).
No es siempre necesario fragmentar el plano e ir rápidamente de una imagen a otra para mostrar la complejidad estructural del mundo, se puede hacer justo lo contrario, mantener el plano para internarse en un clima, en una situación, en una especie de ‘realismo’ y de continuidad tenaz donde para nada se olvida que la máxima cotidianidad es también un misterio y un abismo. Y vivimos ahí todo el tiempo. Por si alguien se olvidó de eso.
La directora no se detiene ante escenas duras (y, contradictoriamente, hermosas) y no tiene porqué, tiene que simplemente mostrar, necesariamente, lo que tiene que mostrar. El estado de la cuestión con respecto a la situación de las mujeres en nuestras sociedades. ¿Y quién puede hacerlo mejor que una mujer con talento?
También, entonces, aparece como inevitable el recuerdo de Jeanne Dielman, de Chantal Akerman, por esa manera aparentemente distanciada, fría y ‘objetiva’ de mostrar una situación insoportable, con esa mezcla de refinamiento y crudeza, que en el caso de ambas, es pura -y lacerante- lucidez.
Película
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