Opinión

¡Basta del ITF! Se exige su derogación

En septiembre, el Tribunal Constitucional declaró parcialmente fundada la demanda contra el ITF al considerar que vulnera principios de razonabilidad y proporcionalidad. ¿Y ahora, qué más se necesita para que el Ejecutivo y el Congreso tomen cartas en el asunto?

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El Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF) es una aberración tributaria que ya no tiene cabida en el Perú moderno. Tras 21 años de existencia, este gravamen continúa castigando a quienes el Estado debería proteger: los ciudadanos formales que utilizan el sistema financiero con transparencia. Lo que empezó como una “medida temporal” ha mutado en una trampa perpetua, disfrazada de herramienta fiscal.

Con una tasa actual de 0.005% sobre cada movimiento bancario —como depósitos, transferencias y pagos—, el ITF parece inofensivo. Pero en realidad es un impuesto regresivo, antitécnico y obsoleto. No solo recae sobre los más vulnerables, sino que penaliza el uso del sistema financiero a quienes desean andar derecho, incentivando el regreso al efectivo y la informalidad. Es un impuesto para los que cumplen, mientras los evasores y actores informales siguen operando libremente al margen del control tributario.

Su creación en 2004 fue impulsada por el procesado por corrupción Pedro Pablo Kuczynski (PPK), entonces ministro de Economía del hoy encarcelado expresidente Alejandro Toledo. Ambos “cómplices” prometieron que sería un tributo temporal, con el argumento de que serviría para “mejorar la recaudación” y “fortalecer la lucha contra la evasión”. Lo que no dijeron es que este impuesto recaería eternamente sobre quienes usamos el sistema bancario con responsabilidad, mientras los informales continuarían navegando impunes.

PPK, actualmente con arresto domiciliario y expresidente Toledo actualmente preso fueron los artífices de la creación del ITF.

Hoy, 21 años después, el ITF no ha cumplido ninguna de sus promesas. La SUNAT no ha mejorado significativamente su capacidad fiscalizadora, la evasión no ha disminuido, y la inclusión financiera ha sido socavada. ¿Qué sentido tiene entonces mantenerlo? Su recaudación apenas representa menos del 1% de los ingresos tributarios. Su efecto real es simbólico y dañino: desalienta la formalidad y perpetúa la cultura del efectivo-líquido.

Y no es solo una opinión. En septiembre pasado, el Tribunal Constitucional (TC) declaró fundada, en parte, la demanda de inconstitucionalidad contra este impuesto, presentada por diversos Colegios de Abogados del país. El TC reconoció que el ITF vulnera principios básicos de razonabilidad y proporcionalidad. ¿Qué más se necesita para que el Ejecutivo y el Congreso tomen cartas en el asunto?

TC declaró FUNDADA en parte la demanda de Inconstitucionalidad contra el Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF).

El ITF castiga al que cumple y premia al informal. Esa es la contradicción más brutal de un sistema tributario que afirma que pretende ser justo. En lugar de mantener esta medida ineficaz, el Gobierno debe plantear una reforma tributaria profunda, centrada en promover la formalización de pequeñas y microempresas, y no seguir exprimiendo a quienes ya están dentro del sistema.

Basta de parches y medidas cómodas para el Estado. Basta de exprimir al contribuyente formal. El ITF debe ser derogado ya.

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