“Bailaré sobre tu tumba” es una expresión popular que en cualquier parte del mundo significa una afrenta, pero aquí en Perú donde el plomo flota y el corcho se hunde (Galeano dixit) funciona al revés. Y una prueba de ello es lo que vimos después de la masacre de los trece jóvenes en Los Olivos donde los deudos y amigos de los fallecidos (“héroes urbanos” y “caídos en combate” para muchos) organizaron un homenaje de reggaetón y baile de perreo con rumas de cerveza y un solo vaso, literalmente sobre los nichos, desatando la furia y el encono de miles de opinantes y haters que sin darse cuenta solo apuntalan más ese miserabilismo, rabia y dolor permanente que cada uno lleva en el pecho.
Y es que no nos damos cuenta de que así es este país de cartón piedra. Aquí las calles están hechas para tirar basura, escupir y vomitar la bilis. Los paraderos no existen. La cultura solo sirve para llenar el crucigrama del fin de semana y usar ese papel para recoger las boñigas del perro. El otro no existe por antonomasia y por referente (¡porque tú tampoco existes!). Las buenas maneras fueron abolidas hace años con Fujimori y más atrás con gobiernos putrefactos y vendepatria como Belaúnde o el genocida de Alan García. Y más adelante con el borracho de Toledo o el “nacionalista” de juguete Ollanta Humala que quiso levantarse al país en costales. Bueno, todos los presidentes han querido levantarse al país en costales. Y ni qué hablar del ladrón, lobysta y corrupto de PPK y su socio Vizcarra, aprendiz de brujo que gobierna pagando un dineral de publicidad estatal para que las encuestadoras digan que tiene un 70% de aprobación.
Este es el país de las maravillas, señores. No le exijan a la gente que piense, si los canales de televisión chatarra y los demás medias le han abolido el mesencéfalo a las grandes mayorías. Por eso y por otras razones era inútil que una cuarentena estilo “país moderado” (con solo 100 respiradores artificiales para 30 millones de personas) funcionara aquí. Y más una cuarentena creyendo que aquí todos tienen trabajo estable y seguro social, cuando en realidad solo un 10% aporta a la Sunat y el resto vive como puede (o como quiere), a salto de mata, juntando monedas para el menú de mañana.
Es este el país donde Perú rima con Menú, una rima dolorosa que vale más que todo el siglo de oro de la poesía española, donde puedes hacer lo que quieras si tienes plata. Porque si tienes la billetera gruesa puedes pagar para irte a una clínica de lujo. O si eres más pendejerete como el congresista izquierdista “cochero de Drácula”, Enrique Fernández Chacón, le hablas a los pobres de los hospitales cochambrosos y, por atrás, pagas 400 mil soles para librarte de esta peste o de cualquier peste y después endosas ese cheque a cuenta del estado. Y si tienes plata nadie te va a meter preso por nada. Los jueces y fiscales mirarán a un costado y se harán los cojudos como siempre. Y si tienes plata puedes formar tu partido político y hacerte presidente o congresista. Así empezó el chinito con su tractorcito ofreciendo “honradez, tecnología y trabajo”. Porque aquí el dinero no solo te blanquea sino que te posiciona, te encumbra, te hace invencible y te acerca a dios.
Vamos, no seamos ingenuos. No le pidamos a esta gente que no baile sobre las tumbas. No les pidamos que no se amontonen en una fiesta pirata o que se apilen como costales de papa en una combi destartalada. No le pidamos que usen barbijos, máscaras faciales, guantes o trajes de bioseguridad y menos alcohol. No los quieren. No-los-ne-ce-si-tan. Y el alcohol, así sea isopropílico, mejor se lo toman. Total, aquí hay más probabilidades de morir atropellado o de que en la esquina te metan un cuchillo en la panza. Más probabilidades de morir de enfermedades simples como una gripe o la picadura de un mosquito. Y no seamos crueles e inhumanos con ellos porque todos tenemos a un primo, a un sobrino o a un amigo que piensa que “morir” no es el verbo más grave (lo siento, Vallejo), aquí el verbo más grave es falta de chamba y falta de combo. Y aunque nos duela este es el Perú verdadero que destila pus y sanguaza y va camino al matadero. No sigan doblando las campanas e inflando el pecho diciendo “yo soy diferente”, “yo me quedo en casa” (¡bah!) porque ellos son mayoría. Y la mayoría manda. Y a eso le llaman “democracia”.