Es un puro o impuro placer estético, el que te hace mirar. Eso importa más que nada, todo se ordena a partir de ahí. El acercamiento a lo armónico, atractivo y sensual (aunque en el fondo reine el caos). Hay belleza y no hay belleza en este par de amantes, tontos y destructivos, y también, inteligentes, sensibles y encantadores, arrastrados a la bendita historia de siempre, machismo para nada excluido, con caras y cuerpos y movimientos y gestos exhibidos con gran generosidad (momentos con ella más que con él) que no desagrada en lo absoluto. Hasta casi, y sin el casi, el abuso.
Con Roeg uno espera las múltiples virtudes del demonio del montaje. Roeg se hace del tono y del ritmo para su estimulante, y hasta desafiante, laberinto temporal, gracias al flashback, recurrente, delicioso, maniático, descubridor y encubridor, y de manera muy práctica, juega con planos detalles y su carga asociativa, se acerca y se sumerge y entonces ya estamos en otra parte, esto sucede una y otra vez, para luego retornar a las obsesiones centrales, ‘y porque así es la vida’, la estructura saltarina (que no busca ‘la paz del alma’) resulta completamente justificada: vivimos de a raptos continuos sin solución de continuidad en diferentes tiempos, copresentes, paralelos o simultáneos y virtuales. O el tiempo es uno solo, y solo tiene mil caras. Las interconexiones entonces son como los músculos. Se mueven en conjunto. Se activan y se relajan.
No se precisa en este caso acudir al horror o a la ciencia ficción para obtener efectos perdurables, y al mencionarlo pienso en el Zulawski de Posesión (1981), película superior y claramente más metafísica… Pero Roeg da con exquisitez en el punto en que la carne es mente y la mente es carne (lamento no ser conceptualmente del todo claro pero creo que la expresión intuitivamente se entiende).
La película es sexy, y chic, y culta, ¿y qué tapa con eso?, La musa fetiche (menuda y muy blanca y ojiverde y tan llena de vida y de muerte) complace el deseo masculino aunque también lo critica, pero me temo que más bien tibiamente. Ella lucha por una vida más libre y auténtica… como puede. Bad timing, hay que decirlo todo, es un tanto ambigua, o más que eso, con la mente manipuladora del profe psicoanalista con ‘el caso’ que lo toca tan profundamente…